
En una carta a su hermano Theo, que data de 1874, Vincent Van Gogh le recomienda: “Encuentra bello todo lo que puedas, la mayoría no encuentra nada lo suficientemente bello”.
Aunque seguramente el pintor se refería al arte, presumo, por extrapolación, que la actitud que predica conviene en general a nuestra manera de percibir cuanto nos rodea. La posibilidad de encontrar belleza más allá de nuestras narices compensa el esfuerzo de crearla o mantenerla, así sea modesto el medio en que vivimos.
Esta expectativa es más que un propósito, es un verdadero mandato: recordarán que entre los fines de nuestra convivencia social están la protección de las bellezas naturales y la conservación y desarrollo del patrimonio histórico y artístico. Además, en el tiempo transcurrido entre el consejo del artista y nuestro propio tiempo, eso se ha convertido en un derecho, el derecho que se nos reconoce a un ambiente sano y ecológicamente equilibrado.
Dicho sea de paso, interpreto que la referencia al ambiente saludable ha de ser extensiva a todo espacio en el que nos desenvolvemos, ahora uno y después otro, lo que incluye el ambiente familiar o doméstico o aquel en el que realizamos nuestro trabajo.
La relación entre la belleza que aspiramos hallar y disfrutar y la calidad del ambiente a que tenemos derecho es asunto que tiene muchas derivaciones y conexiones; muchas de ellas no saltan a la vista. Sin pretender justificación lógica, lo ilustraré con una que en apariencia no viene al caso.
El sugestivo libro del filósofo francés Alexandre Lacroix Aprender a hacer el amor tiene, desde el título, afán didáctico, y puede ser superfluo si se lee como si fuera un recetario. Pero lo medular es otra cosa: “Antes creían que el sexo era algo apolítico y sin normas de ninguna clase. Nos hemos dado cuenta de que esa visión era falsa y que, además, favorecía al factor dominante, que, en el caso de las relaciones heterosexuales, es el hombre…”.
Lacroix fija en el siglo XIX el momento en que aparece el dormitorio, tal como lo conocemos modernamente. Hay quien piensa que eso ocurrió antes, en el siglo XVIII. Como fuere, es entonces cuando se modela ese espacio vital, determinante de la belleza y la vida buena, que Lacroix concibe como santuario doméstico de la intimidad.
Carlos Arguedas Ramírez fue asesor de la presidencia (1986-1990), magistrado de la Sala Constitucional (1992-2004), diputado (2014-2018) y presidente de la Comisión de Asuntos de Constitucionalidad de la Asamblea Legislativa (2015-2018). Es consultor de organismos internacionales y socio del bufete DPI Legal.