El fin de semana largo del 15 al 17 de agosto, la familia decidió ir a playa Bejuco. La ida, el día viernes, no fue tan caótica como el regreso. El desastre total fue el domingo 17 de agosto, cuando la presa empezaba a pocos kilómetros de playa Bejuco y tardamos casi dos horas y media para llegar al puente de los lagartos y casi tres horas al restaurante El Jardín. Todo, porque a la empresa constructora se le ocurrió trabajar en un fin de semana largo.
Me pregunté ese día adónde estaba la Cámara de Turismo de Jacó. Dos oficiales de Tránsito me dijeron con toda naturalidad que el caos lo producían los arreglos de la vía y del puente. Y agregaron que iban a durar varios meses. Y, salvo por esos dos policías, en todo el trayecto de Bejuco hasta el puente de los lagartos, no vimos un solo oficial. Creo que todos estaban en la ruta 27.
Mi sugerencia para usted es que no vaya por esa zona al menos en los próximos seis meses.
José Quirós Cartín, San Juan de Tibás
Accidentes con vehículos pesados
Se han estado publicando diversos videos en telenoticieros y redes sociales sobre accidentes en los que están involucrados cabezales con su respectivo furgón, camiones cisterna y otros vehículos pesados. Cabe preguntarse si esto ocurre con tanta frecuencia por exceso de peso, fallas en los frenos, velocidad, imprudencia en carretera como rayar donde hay línea continua, ¿o será por falta de capacitación o de experiencia de los choferes?
Lo cierto es que algo está pasando, y uno, como chofer de vehículo liviano, siente temor de que suceda algo cuando se los topa o vienen detrás de uno, o aun cuando van adelante pero en subida, porque, por lo general, los choques son múltiples y los daños –tanto humanos como materiales– son de consideración.
Sería conveniente que las autoridades de Tránsito presten atención a las estadísticas. Yo creo que, especialmente, se debe a la velocidad con la que circulan, dado que entonces requieren una gran distancia para frenar.
José Luis León Barquero, Tibás
Tráileres con escapes libres
¿En qué momento se le ocurriría a un trailero que el sonar de sus muflas era algo estético y señal de macho pueblerino? Estoy convencido de que el sonido de esas muflas es inversamente proporcional al tamaño de su cerebro.
¿Quién los autoriza a hacer eso? ¿Por qué las empresas los contratan? ¿Por qué los tráficos lo permiten? ¿No saben que sus escapes libres despiertan a niños y adultos? En mi caso, que vivo en el Coyol, pasan a las 11 p. m., a las 3 a. m., a las 6 p. m. ¡A toda hora! Y, para peores, hasta tocan la pitoreta.
Esta queja no tiene que ver con los choferes responsables que andan legalmente y lo aclaro porque tengo excelentes amigos y hasta un consuegro que manejan ese tipo de camiones.
¿Cómo hacen para burlar la revisión vehicular? El otro día pude ver con mis propios ojos como un malandro de estos tocó el pito por casi 50 metros para saludar a un tráfico en Alajuela. Yo, ingenuamente, esperé que le devolviera el saludo con la boleta en la mano; pero no, casi se derrite del saludo.
Lanzo un llamado a las autoridades para que paren este desmadre que se tienen los malos traileros. La ley de tránsito establece que se prohíbe el uso de roncadores, muflas alteradas o reemplazadas por escapes libres. Estos vehículos no pueden superar los límites máximos de ruido establecidos.
Luis Fernando Bruno Guzmán, Alajuela
Insólita arbitrariedad
Una mañana de estas, visité la tumba de mis padres, en el Cementerio General. Aproveché la ocasión para tomar unas fotografías del mausoleo de nuestro prócer don Juanito Mora, lo que he hecho en múltiples oportunidades. Mientras lo hacía, un guarda me indicó, respetuoso, que me abstuviera de hacerlo, pues es prohibido. Atónito, le pregunté que por qué, y me dijo que el camposanto es patrimonio nacional; que él solo acataba órdenes de sus superiores de la Junta de Protección Social (JPS).
Le repliqué que, según nuestra Constitución Política, “todo costarricense puede trasladarse y permanecer en cualquier punto de la República”, y que, por ser ese un sitio público y de puertas abiertas, nadie podría impedírmelo, además de que la toma de fotografías no daña en absoluto el patrimonio nacional. Por tanto, ignoré por completo su advertencia. Eso sí, como ciudadano, solicito a la JPS una explicación por tan arbitraria disposición.
Luko Hilje Quirós, San Pablo de Heredia
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