Mario tiene 23 años y trabaja en un call center. Gana ¢500.000 al mes y la mitad la gasta en el alquiler de su apartamento y la otra mitad en alimentación, servicios y transporte. Le gustaría acceder a una vivienda propia, pero sus ingresos no le alcanzan para pagar la prima de una, ni tampoco para acceder a un crédito en el banco.
Karla acaba de cumplir 27 años, labora en el sector público y tiene un salario mensual de ¢700.000. Aún vive con su familia y quiere independizarse, pero no ha terminado de pagar el préstamo que sacó para pagar sus estudios y lo que gana solo le permite vivir el día a día, aportar a su casa y ahorrar unos ¢50.000 al mes.
Luis se acaba de casar con Ana, ambos tienen 32 años, ganan ¢1,5 millones entre los dos y quieren construir una casa, pero se dieron cuenta que no tiene el tiempo, energía y recursos que necesitan para lograrlo, por lo que intentarán optar por una no nueva, como el resto de sus amigos de generación.
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Elena tiene 19, va a iniciar la universidad y necesita un apartamento en la capital, pero aunque le gustaría vivir sola, el dinero que le pueden dar sus papás solo le alcanza para alquilar en una vivienda compartida con otros estudiantes. Su meta es conseguir una fuente de ingresos para vivir sola, pero la renta no baja de ¢150.000.
Testimonios como estos reflejan las pocas posibilidades que tienen las personas jóvenes para adquirir su propio techo, situación que confirmaron un asesor financiero, una gerenta de ventas inmobiliarias y un corredor de bienes raíces, al explicar que los menores de 35 años tienen pocas posibilidades de conseguir el financiamiento para ese proyecto.
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De acuerdo con Alejandra Gólcher, gerenta de ventas de la desarrolladora inmobiliaria Azenza Towers, los jóvenes y adultos jóvenes aspiran a residir en sitios que les permitan acceder fácilmente a sus lugares de trabajo, centros de estudio y redes de soporte, y que les proporcionen seguridad, excelente conexión a Internet, alrededores con naturaleza, espacios recreativos y, en general, un lugar donde no pierdan tanto tiempo en labores de mantenimiento como las que implica tener una casa.
Un precio competitivo de una casa o apartamento en un residencial o condominio no baja de los $100.000 y normalmente se solicita un 15% de prima, con cuotas mensuales de unos $1.000.
Frente a esa realidad, esta población no quiere comprometer más del 40% de su salario en temas de pago de vivienda; aquellos que tienen esa posibilidad son profesionales o parejas.
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Aparte, dijo Gólcher, hay lugares en los que se deben cumplir requisitos bancarios para optar por unidades habitacionales, como tener ciertos perfiles y precalificar en términos económicos.
Básicamente, señaló, se busca que sus ingresos les alcancen para cumplir con los pagos en el tiempo y, si tienen deudas, poder saldarlas sin dejar en riesgo esa responsabilidad. “Por ejemplo, que la capacidad de pago del cliente pueda cubrir un préstamo”, dijo.
No obstante, hay otro aspecto clave que apunta Gólcher: la gente joven quiere dedicarse a sus propias actividades y no perder tiempo en el mantenimiento de una casa propia, no ven rentable levantar una estructura desde cero.
“Construir una casa implica otro nivel de inversión y otro nivel de compromiso, no solo de tiempo, sino a nivel monetario, porque significa contratar un arquitecto, sacar permisos, buscar una empresa constructora y hacer presupuestos.
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“Implica mucha más energía y tiempo que comprar algo ya listo o algo que otras personas solucionen y uno solo se preocupe del producto final”, resaltó la gerente de ventas.
Para hacerlo se necesita un salario cercano a ¢1 millón, porque si se gana menos es mejor optar por una vivienda social, que vale ¢60 millones como máximo, aunque es muy difícil encontrar disponibles en la Gran Área Metropolitana (GAM).
Casas de ¢60 millones
En ese sentido, el presidente de la Cámara de Propietarios de Bienes Inmuebles Costa Rica (Caprobi), Pablo Guier, considera que para beneficiar a los jóvenes y en general a los ciudadanos con ingresos limitados se debe cambiar la ley. El objetivo, dijo, sería cambiar la definición de casas de interés social para que sea con un tope de ¢20 millones y no de ¢60 millones, para que haya más oferta de viviendas convencionales en este rango de precio.
“En las casas sociales el plazo no vence, una vez que usted la alquila usted no puede ponerle vencimiento al plazo o hacer aumentos de alquiler, ya que están regulados a únicamente el índice de precios al consumidor (IDC), entonces hay una desmotivación absoluta para construir casas de menos de ¢60 millones, y eso tira a la gente a más de ¢60 millones y le quita a la gente joven la posibilidad de alquileres más baratos”, declaró.
Por la poca oferta de casas de menos de ¢60 millones, los jóvenes están obligados a optar por precios superiores que en ocasiones solo pueden costear si tienen una pareja o un acompañante. Por eso, insistió en que si la definición de vivienda de bien social se reduce a menos de ¢20 millones, habrá más motivación de invertir en desarrollos de casas menores a ¢60 millones en todo el país y crecerá la oferta.
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“Esto aumentaría la motivación para que los inversionistas inviertan en ese tipo de desarrollos y puedan negociar aumentos más razonables para recuperar su inversión. Eso lo que va a hacer es abaratar todo ese estrato, porque habrá más oferta. Los jóvenes se van a ver beneficiados y además se atraerá un polo de inversión enorme que también va a ayudar la economía del país y reactivará la construcción”, concluyó.
Otra opción son los planes de ahorro y préstamo del Instituto Nacional de Vivienda y Urbanismo (INVU), los cuales permiten iniciar el proyecto de tener casa propia en condiciones limitadas o con un salario no tan alto. Actualmente, existen seis tipos de planes de ahorro que se ajustan al monto que la persona desea adquirir y según su capacidad de pago.
Los pasos para iniciar el plan son localizar a un asesor de venta autorizado para la venta o presentarse en la plataforma de servicios del INVU, conocer a los comisionistas autorizados y, si se desea más información, enviar un correo electrónico a la dirección planesdeahorro@invu.go.cr. El Instituto destacó que todas las personas físicas o jurídicas nacionales o extranjeras con capacidad de ahorro pueden optar por esta opción.
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“Contamos con 22 personas físicas y/o jurídicas autorizadas, que le acompañarán durante todo el proceso de ahorro para guiarle en esta inversión de cumplir con su sueño de casa propia. Estas personas son asesores de venta autorizados, que podrán visitarle en el lugar de encuentro que usted decida. Puede contactarlos aquí”, dice la institución en su página web, al resaltar que se puede financiar casa propia, terreno o remodelación.
La entidad afirmó ser una buena alternativa para los jóvenes porque se garantiza una cuota fija durante todo el periodo, tanto en la etapa del ahorro como en el financiamiento, y en este último se tiene la oportunidad de elegir tanto el plazo en que desea cancelar como la tasa fija. Además, los plazos de ahorro tienen un mínimo de dos años y un máximo de 10 años, mientras que el plazo para cancelar la deuda no excede los 13 años, según la elección del plan. Asimismo, para iniciar solo debe presentar la cédula y el monto de la primera cuota.
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Cambio de paradigma
Aparte de la dificultad económica de la gente joven para conseguir una casa, también hay un hecho claro, y es que para esta población tener techo propio no es sinónimo de independencia. Este concepto aparece más relacionado con aspiraciones laborales, viajes, ocio u otros proyectos personales.
El asesor financiero Roberto Olivas ha identificado ese cambio en “el paradigma de éxito” de las nuevas generaciones porque muchas personas ya no consideran que el éxito solo se alcanza al comprar una casa, menos con un crédito, por los incrementos en las tasas de interés.
“He visto un cambio hacia enfocarse más en gestionar y administrar las finanzas de forma más eficiente, pero ya no para comprar una casa ni para un crédito hipotecario o para adquirir un carro, sino más bien para poder aspirar a tener inversiones que generen ingresos pasivos para tener libertad geográfica, de tiempo y poder hacer las cosas que a esos jóvenes realmente los llenan, como viajar, emprender o dejar de trabajar”, explicó.
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Olivas destacó que para nadie es un secreto que los precios de las casas han aumentado mucho en los últimos años y por eso las personas han optado por alquilar. Algunos también han aplicado una estrategia, que es asumir y cotizar condiciones como si fueran a comprar una casa, solo que de la cuota que estarían pagando toman un porcentaje para alquilar y otro para invertir en algo que años después permita comprar una vivienda al contado o por lo menos costear una prima que sea más del 70% u 80% del valor total de la casa.
El asesor aclaró, sin embargo, que para lograrlo hay que educarse financieramente y buscar la información necesaria para poder hacer análisis financieros propios y tomar decisiones con base en cómo están las condiciones actuales y no solo por consejo de un banco o entidad.