Zapote es sinónimo de fiesta durante fin y principio de año. Calles que regularmente están desocupadas se llenan de colores, comida, diversión y adrenalina.
Sin embargo, no es lo mismo pasar de visita en esta época que ser un habitual en la zona, como lo son: el controlador de la tagada, los improvisados, los cuidacarros, los chinameros y los juegos de azar.
La Nación recorrió las fiestas y conversó con los protagonistas de estos festejos.
El controlador de la tagada
La magia de la tagada está en sus manos. Caídas, golpes y hasta personas con los pantalones abajo son parte de lo que observa a diario.
Desde hace ocho años, un joven de piel trigueña —quien prefirió no revelar su nombre— es el que se encarga de poner la diversión en este juego mecánico de Zapote, pero antes de que se sentara frente a los controles hubo un proceso de enseñanza, en el que un maestro compartió sus secretos con él para que la tradición persista.
"La base de este juego es el aire, entonces cuando se menea (la tagada) los golpes que se lleve la gente dependen de cómo se agarra cada quien. Los que se ponen de pie siempre se caen y en los costados van a salir más golpeados", comentó el controlador de la compañía Play Land Park.
Son seis botones los que le dan ritmo al juego multicolor, que desata retos de equilibrio y risas nerviosas entre quienes se montan en él, pero también carcajadas entre aquellos que llegan con comida y bebida en mano para ver y disfrutar como si se tratara de un espectáculo de comedia.
"Esto es un espectáculo, es parte de las locuras de la gente cuando viene a Zapote", agregó el operario, quien llega desde temprano a su puesto a la espera de visitantes, los cuales aumentan durante la noche.
El tiempo de cada turno depende de la demanda, entre más personas hacen fila, más corta es la aventura; sin embargo, eso no limita que el controlador imprima entusiasmo y dinamismo en cada ronda.
El torero improvisado
Mayron Herrera Guerrero, conocido como Yuca, estrenó su cédula de una manera muy particular, lo hizo en un redondel de toros.
Desde entonces han pasado 9 años y la fiebre por ingresar a la arena para cada corrida persiste como la primera vez.
"Desde que era niño mis papás me traían a ver los toros, cuando cumplí 18 años decidí meterme al redondel, estaba ansioso por disfrutar de eso. Mis papás estaban asustados, no querían que ingresara, pero poco a poco se fueron acostumbrando, ahora me encomiendan a Dios", comentó Herrera.
Antes de burlar los toros Herrera se prepara de una manera particular. Llega en buzo negro y camiseta al lugar por donde ingresará junto a otros improvisados, se sienta en la acera y ahí se pone dos rodilleras, una en cada pierna.
"Hace un tiempo tuve una lesión, entonces por una cuestión más mental las utilizo (las rodilleras)", expresó.
Herrera dice que la clave dentro de la arena es no correr en línea recta cuando el toro viene detrás o bien quedarse quieto si se está en el suelo.
Sin embargo, esos trucos no libraron de dos sustos, ambos un 25 de diciembre. Tanto en el 2012 como en este 2016 este vecino de Santa Ana fue embestido por un toro y terminó en el hospital.
Hace cuatro años un toro le perforó el muslo, mientras que el domingo pasado, en la corrida de las 3 p. m., sufrió una herida en el abdomen, aunque esta no le impidió regresar al día siguiente al redondel.
El cuidacarros
A las 10 a. m. Misael Vásquez Marín llega a las afueras del Registro Nacional. Es ahí donde se instala para cuidar carros durante las fiestas de Zapote, que este año se extenderán hasta el próximo 8 de enero.
A veces afronta el sol, en otras ocasiones le toca trabajar bajo la lluvia, pero la disposición de permanecer ahí por 13 o 14 horas mientras cuida los carros de quienes disfrutan de los festejos es la misma que tiene desde hace 20 años.
"La gente cree que uno viene aquí, les cobra y luego se va para otro lado, pero eso no es así. Yo les digo que vayan, disfruten y que cuando regresen me paguen. Soy de los que cobra más barato, sin importar el tiempo son ¢3.000", manifestó Vásquez.
Para este hombre de 54 años su labor diaria durante las fiestas le permite sacar un aguinaldo y redondear el dinero que gana como el encargado de seguridad del parqueo de unas piscinas ubicadas cerca de su casa.
Durante la tarde son pocos los carros que llegan, pero para la noche la demanda de su trabajo crece, es por eso que para las 7 p. m. se le escucha promocionando con más fuerza el "parqueo".
"La calle es libre, durante muchos años cuidé carros en el registro, pero cuando me pusieron la parada de taxi acá tuve que irme a otro lado. Para estas fechas siempre vengo, hay gente que ya me conoce", manifestó.
Don Misael espera seguir con su oficio en los próximos años y mantener el cariño que le guardan sus "colegas" y algunos de sus clientes.
Los chinameros
Cocinar con amor y mantener estrictos estándares de higiene es para Antonio Montano la clave para atraer gente a su chinamo en Zapote.
La competencia es amplia, pero el buen olor y la ubicación estratégica es indispensable para ganar comensales.
Desde hace 15 años este hombre, oriundo de Nicaragua, comercializa vigorón, carnes mixtas y pollo frito en el campo ferial. Este año esos platos cuestan ¢3.500, pero también hay otras comidas a diversos precios.
"El vigorón es una de las comidas que más busca la gente. Lo hacemos con chicharrón, yuca, repollo, chimichurri tico (pico de gallo) y limoncito, a la gente le gusta mucha", expresó.
Montano es uno de los chinameros que ponen sabor a las fiestas, las cuales se extenderán hasta el 8 de enero.
A pocos metros está Tony Duarte, quien admite que además del vigorón los visitantes de los festejos buscan comidas chinas, como chop suey y arroz cantonés, el plato mixto y las pupusas.
Elkin Abarca es otro de los encargados de deleitar con su cuchara a diversas personas, él se considera todo terreno, pues hace desde churros hasta comidas más elaboradas.
"Aquí hacemos de todo, un día nos puede tocar los chicharrones y otro el chop suey", afirmó Abarca.
Los juegos de azar
Los juegos de azar son protagonistas en los turnos de barrio y en Zapote no pueden faltar. Durante las tardes y noches decenas de personas llegan a donde se ubican, algunos se animan a probar suerte y otros prefieren solo observar.
"Los balancines y las argollas son los preferidos de las personas", mencionó Iván Calderón, quien desde hace 15 años ve a la gente divertirse e intentar ganar dinero al mismo tiempo.
En los festejos hay dos puestos con diferentes máquinas, ambos propiedad de Atracciones JR, que desde hace 15 años seduce jugadores en medio del campo ferial, el olor a comida y la música de fiesta.
Son las 8 p. m. del lunes 26 de diciembre y en las argollas la fila de seis personas invita a quienes caminan a quedarse por algunos minutos en la zona.
Ganar un ponche y ojalá al menos ¢2.000 atrae más a hombres que a mujeres, pero también permite que algunos padres narren a sus hijos la lógica del juego.
A pocos metros hay tres máquinas de balancines, en las que las personas echan por una ranura ¢100 para probar suerte. Esa moneda empujará otras y con suerte tirará un puño de dinero que le permitirá irse a casa con la inversión o un poco más que esta.
Alrededor de la máquina están los curiosos o también aquellos que esperan que el jugador de turno se canse y deje en bandeja de plata la posibilidad de que otro se lleve el dinero por el que tanto luchó.
Hay personas que juegan poco, pero también hay fiebres que duran horas en medio de estas máquinas de hacer dinero.