Por ¢5.000, Marvin Carrillo lleva en una carreta los maletines y las hieleras de los visitantes hasta playa Conchal, pues los vehículos no pueden llegar hasta ahí desde hace tres años, cuando se instalaron unos tubos metálicos en el camino.
De ahí que, para los que no son huéspedes de los hoteles de esta zona de Santa Cruz, Guanacaste, disfrutar de esa playa implica una caminata con toda la carga a cuestas. Fue entonces cuando Carrillo y otros lugareños vieron la posibilidad de ofrecer servicios y ganarse el sustento.
Entonces, por llevar en carreta las maletas desde la plaza de Brasilito, donde normalmente se estacionan los carros, hasta la playa, se pagan ¢5.000, pero además está el combo de toldo de 3 x 3 metros con tres sillas para tomar el sol, por ¢15.000.
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Con la inversión, cualquier bañista llegará descansado y estará cómodo en la playa, mientras que Marvin, nicaragüense de 16 años, se gana su ingreso. “Esto ha significado la salvación para nosotros, pues la situación en Nicaragua es muy difícil”, explicó el muchacho.
El joven tiene tres años de estar en la región, hasta donde llegó siguiendo los pasos de sus padres y hermanos, quienes también migraron a Costa Rica en busca de mejores oportunidades.
Marvin no es el único. Como él una veintena de personas trabajan en estas labores, y este martes Santo se veían como hormigas con las sillas a sus espaldas, que otros disfrutarán frente al mar.
Entre ellos estaba don Arturo, padre de Marvin, quien lleva ya nueve años en el país. Al inicio, relató, encontró trabajo en labores de mantenimiento en un hotel, pero como a muchos aquí, la pandemia los dejó sin empleo.
“Gracias a la oportunidad que nos dieron en una empresa con la fabricación de las carretas logramos tener el ingreso a nuestras casas. Aproximadamente unas 15 familias de extranjeros nos encontramos trabajando en este lugar”, explicó el padre.
Otro Marvin, pero de apellido Castrillo, tiene un mes de haber llegado de Nicaragua. Él alquila toldos por ¢10.000 colones con dos sillas de playa incluidas.
“Yo estoy muy agradecido con las personas que visitan la playa y esto es una gran oportunidad para salir adelante, pues no todas las personas que se quedaron sin trabajo en los hoteles fueron recontratados. Algunas empresas grandes contrataron a muchachos que estudiaron”, dijo.
Uno de los clientes de estos servicios fue Cristofer Ardenet, un turista español que llegó con su familia, quien apreció muchísimo la labor de estos cargadores que llevan las maletas.
“Es una acción buena para quienes venimos con familia y se hace difícil acceder a esta playa”, reconoció.
‘La luchan en la calle’
En medio del paso de las carretas, las sillas y los toldos, también está Alicia Coto, una vendedora de souvenirs que se planta en el camino, justo donde están los tubos metálicos que impiden el paso de vehículos. Ella es testigo de lo duro que ha sido y sigue siendo reponerse de los efectos de la pandemia en un sitio que vive del turismo, como este.
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“Muchas personas la luchan en la calle para trabajar y realmente está muy duro lo que es la venta de souvenirs o el servicio de masajes o venta de artículos como ropa y calzado... Las personas prefieren pagar por un toldo y una silla antes de invertir en souvenirs”, lamentó.
Aquí, todos tratan de sobrevivir, también están los que alquilan caballos en coordinación con los hoteles, que ofrecen cabalgatas de hasta dos horas por $60, con guías bilingües.