
Más de 150 migrantes que estaban en el puesto fronterizo de Los Chiles, frontera norte, tuvieron una celebración de Navidad que no se esperaban, gracias al personal de la Fuerza Pública y miembros de la Fundación Somos Pic Nic, que unieron esfuerzos para que quienes tuvieron que dejar sus países de origen y buscar nuevos rumbos, festejaran de alguna forma esta fecha.
Fue así como familias, en su gran mayoría de Haití, además de Venezuela y Cuba, pudieron celebrar la Navidad, pese a estar lejos de su patria y sin recursos para darles un regalito a sus hijos e hijas.
Policías y voluntarios los reunieron en la plaza de deportes del cantón de Los Chiles, Alajuela, donde bajo un toldo les brindaron un almuerzo. Los pequeños también disfrutaron de pintacaritas, palomitas de maíz, algodón de azúcar, globos y otras actividades, mientras por los parlantes se escuchaban villancicos.
El colacho azul, un personaje navideño de la Fuerza Pública, repartió alegría y esperanza a todos los asistentes e incluso a los adultos les entregaron un paquete de artículos de higiene personal, informó el Ministerio de Seguridad.
Como un gesto de gratitud hacia los organizadores, las personas beneficiadas elaboraron unos carteles con palabras de agradecimiento y mensajes bíblicos al equipo de trabajo. “Gracias, Dios les ama. Dios guíe sus pasos”, son parte de lo que escribieron, en medio de corazones, palmas impresas de manos infantiles en vivos colores y agradecimientos en francés y en español, algunos firmados por migrantes como Santiago Matos y Sebastián Blanco, de Venezuela así como por un cubano que firmó como Eloín.

Algo similar hicieron decenas de voluntarios de la Iglesia de la Soledad, quienes la semana anterior sustituyeron la tradicional fiesta para niños de esa congregación por un operativo que permitió entregar, por mar y tierra, 1.132 regalos a pequeños de todo el país. Los presentes llegaron a sitios tan lejanos como las islas Venado, Caballo e Islita, y a comunidades de escasos recursos en Los Chiles, Boca Tapada y las márgenes del río San Juan, en la frontera con Nicaragua.
Aunque se esperaban 800 regalos, la solidaridad de cientos de personas permitió superar la expectativa y entregar más de un millar, comentó el cura párroco de la Iglesia Nuestra Señora de La Soledad, en San José, Carlos Humberto Rojas. Ahí nació la iniciativa de llevar alegría a los niños más pobres, hace más de dos décadas.
La pandemia obligó a esa parroquia a idear la manera de llegar a tantos pequeños que anhelan un regalo para esta época y quienes, por las condiciones económicas de sus familias, no pueden ni siquiera soñar con uno.