:quality(70)/cloudfront-us-east-1.images.arcpublishing.com/gruponacion/7PBLGFUCZRCNXHLAXT7TUZUBPY.jpg)
Rebeca Vega fue una de las censistas que conversó con los vecinos la tarde de este lunes. Fotografía: Irene Rodríguez
Cinco censistas llegaron la mañana de este lunes a un complejo de apartamentos en condominio en Concepción de La Unión, Cartago. Su misión no era diferente de la que han realizado desde el pasado 8 de junio, pero la logística era diferente para un lugar en el que viven más de 1.000 personas.
Esta vez no fueron caminando de casa en casa ni tocaron puertas. No subieron las cuestas que llevan a cada una de las 26 torres de apartamentos ni entraron a los edificios de los cinco subcondominios.
En su lugar, la casa club del condominio madre se transformó en la oficina de los censistas. Allí contaban con mesas, sillas, electricidad, Internet, baño y hasta microondas para calentar su almuerzo.
Los vecinos, en cuenta quien escribe estas líneas, ya sabían que iba a ser así. Desde el viernes anterior habían recibido varios correos donde se les explicaba que tenían dos opciones: llenar el formulario en línea o acercarse a la casa club a hacerlo de forma presencial.
El administrador de estos edificios manifestó que esta es una forma de resguardar la privacidad de quienes viven en cada edificio de tres pisos.
La seguridad no es un asunto que se tome a la ligera en este lugar. No solo hay una casetilla con guardas a la entrada y cada dueño o inquilino tiene las llaves de su apartamento. Además, las puertas de cada edificio permanecen cerradas y solo quienes viven o trabajan allí tienen llaves para ingresar.
Es uno de los factores que también motivan a las personas a vivir ahí, pero que también ponía a los censistas a preguntar detalladamente la ubicación de cada apartamento.
Marcar dónde vivía cada persona en medio de esa miniciudad de condominios tampoco era sencillo. No es tan simple como decir “este es el barrio”. Cada uno de nosotros ha adoptado una nomenclatura. Algunos le decían que venía de la torre I, o la L, la quinta etapa o la tecera... en mi caso incluso el nombre es más compuesto porque la torre es la 1-B. Todos, sin excepción, señálabamos con nuestro brazo desde dónde habíamos llegado caminando.
Todo esto también representaba acomodar las cosas en la aplicación de celular que cada uno de los censistas utilizaba. “Va, es para saber cómo clasifico esto, como son varios subcondominios uno mejor se asegura”, dijo la censista Rebeca Vega mientras comenzaba a entrevistar a una vecina.
Con cuentagotas
:quality(70)/cloudfront-us-east-1.images.arcpublishing.com/gruponacion/2PCPVB6LXFG53DF7IKOHF7Y2NY.jpg)
Cinco censistas tuvieron a cargo el censar a los vecinos conforme iban llegando. Fotografía: Irene Rodríguez
LEA MÁS: Ya me entrevistaron para el Censo Nacional 2022. Les cuento la experiencia
El ingreso estaba programado para las 8 a. m., pero no sucedió así. La misma dinámica de trabajo en el censo provocó atrasos y los cinco trabajadores ingresaron a las 10:45 a. m. Luego de 15 minutos de acomodo, se pusieron manos a la obra.
Una logística como estas tiene la facilidad de que las personas que trabajan desde casa puedan programar su día y acomodar la mejor hora para llegar, aunque para los censistas tiene la desventaja de que se depende de la voluntad de los inquilinos.
Sin embargo, la llegada de vecinos se mantuvo constante, poco a poco, con cuentagotas. Con dos o tres vecinos a la vez, sin filas, pero de forma constante.
“Vine a esta hora que me quedaba bien, justo antes de irme a la escuela por mi hija”, comentó una de las vecinas que llegó cerca de las 2 p. m.
Mi vecino del frente más bien me comentaba que, como está recién pensionado, fue de los primeros en llegar, con la consigna de que si veía mucha fila simplemente dejaba pasar a quien necesitara el lugar.
“Hasta un libro me llevé, y ya hasta me había imaginado un lugar donde sentarme, pero la verdad es que ni fila hice. Todo muy rápido. No conté el tiempo, pero sentí que no pasaron ni 15 minutos”, me dijo.
Las personas que no pudieron llegar por motivos de trabajo o algún otro saben que, como cualquier otra persona del país, pueden llenar sus datos en el formulario de Internet. Una tecnología de la que los censos anteriores no echaron tanta mano, pero que las circunstancias actuales permiten aprovechar.
¿Qué sucede con las calcomanías si los censistas no pueden llegar a las ventanas de las viviendas? Cada vecino es libre de llevarse su calcomanía o no. Son pocos los que se la llevan, según me dijeron. Creo que a mí me vieron muy emocionada al decir que sí, porque me dieron dos.
“Una para que tenga de recuerdo también”, me dijo Marco, el muchacho que me censó.
:quality(70)/cloudfront-us-east-1.images.arcpublishing.com/gruponacion/5Z6U5PSSRZGKDKES3XBP4QC7GA.jpeg)
Son pocos los vecinos que se llevan las calcomanías del censo. Yo más bien me traje dos. "Para el recuerdo", me dijo el censista. Fotografía: Irene Rodríguez
LEA MÁS: Censo 2022 se inicia con 14.500 encuestadores en las calles y algunos contratiempos