A mediados de los sesentas, Alexis Sagot González tenía 10 años, vivía en Calle Blancos, Goicoechea, y todos los días, después de la escuela, debía caminar hasta las oficinas de La Nación, en el centro de San José, para llevarle comida a su papá, Rogelio Sagot Salazar.
“Mi papá trabajaba como formador en los talleres del periódico y había que llevarle la comida a las seis o siete de la noche, yo me venía a pie desde Calle Blancos.Yo llegaba a esa hora y los linotipistas me mandaban con sus botellas de vidrio, porque no había plásticas en ese momento, a traerles café.
“Yo recogía las botellas en una bolsa e iba apuntando en un papel todos los pedidos: ‘A mí medio café con leche’, ‘a mí medio café con leche y una empanada’. Ellos me daban la platilla y yo iba a la avenida central, que en aquel entonces no era un bulevar, como es ahora, era una calle y había negocios que vendía comidas”, relató Sagot González, de 66 años en la actualidad.
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Sus periplos entre Calle Blancos y San José en medio paisajes dominados por cafetales, y su lista de pedidos de café, refrescos y empanadas, son los primeros recuerdos que tiene Sagot González del periódico, pero desde entonces muchos más se fueron sumando.
Al cumplir 15 años, el joven Alexis fue contratado por la empresa para hacer mandados. Recuerda que le pagaban ¢44 por mes. “Yo hacía los mismos mandados que antes, pero ahora pagado por la empresa. Era como una especie de servicio del patrón a sus empleados, igual los compañeros me daban algunas propinas”.
Tanto tiempo pasó Alexis Sagot entre los pasillos del periódico que aún puede describir el proceso para imprimir los ejemplares en aquella época.
“En aquel tiempo, el jefe de taller recibía lo que se tenía que imprimir y le decía a mi tata: ‘Mañana vamos con tanto número de páginas’. Entonces, mi tata tenía que acomodar las columnas de comentarios que enviaban los redactores y la parte comercial, ahí se hacían los fotograbados, se colocaban en unas grandes planchas metálicas y se llevaban a aprobación de los correctores”, describió.
También recuerda a periodistas destacados de La Nación como Guido Fernández y Ricardo Castro Beeche.
Alexis siguió en el puesto hasta que comenzó sus estudios de Ingeniería Mecánica en la Universidad de Costa Rica, pero su papá si continuó en el diario hasta pensionarse. Don Rogelio laboró para La Nación más de 40 años. Para entonces, el muchacho cursaba una maestría en la Universidad de Moscú, Rusia.
“Yo y todos mis hermanos y hermanas pudimos estudiar gracias al trabajo de mi papá en La Nación (...) El periódico para mí es un gran árbol, de ese gran árbol recibimos mucha sombra en mi familia, de allí mi familia se pudo educar y vivir”.
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Para el ingeniero, La Nación es un referente del periodismo costarricense y defiende los valores democráticos en el país.