Una noche de luna, despejada y fresca, se convirtió en el preámbulo perfecto para que cientos de romeros cumplieran en Cartago sus promesas de caminar hasta el santuario de la Negrita, cargados de agradecimiento y nuevos motivos para alimentar su devoción en la patrona de Costa Rica.
En las últimas semanas, las calles se han llenado de fe y esperanza en los rostros de incontables caminantes provenientes de todo el país. Las últimas horas antes del 2 de agosto, el día de celebración oficial, han estado repletas de historias en cada uno de los pasos hacia la basílica.
Desde Tilarán, en Guanacaste, ese cantón donde los vientos elevan las plegarias al cielo, viajaron cientos de romeros. En uno de los grupos iba una madre agradecida, y llorosa aún por al recordar el motivo que la impulsaba a comerse decenas de kilómetros de carretera hacia la Vieja Metrópoli.
Esa madre es Ledis Molina Barrantes, una que pidió tanto que aún lo recuerda con lágrimas. ¿El motivo? Ever Tomás, su primer hijo.
Cuando un hijo enferma, dice, el amor de una mamá es tan grande que hace todo por él y su fe crece aún más cuando va de la mano de Dios y de la Virgen María.
Su llanto por Ever fue escuchado. Este viernes, viajó desde Tilarán, en Guanacaste, para pagar su promesa por la sanación de su pequeño.
La mujer caminó junto a su esposo, Carlos Ramírez Marín. Empezó la caminata el 26 de julio, con jornadas extenuantes de 12 horas cada día.
Esta fue su primera vez en romería hacia Cartago. Valió la pena agradecer a la Virgen de los Ángeles el milagro de su hijo.
“Vinimos por el pago de una promesa. Cuando él nació tuvo problemas cardíacos, que se complicaron con una sobredosis de un medicamento que le alteró el ritmo de su corazoncito.
“Lo iban a trasladar en avioneta al hospital de Liberia, pero se complicó y lo mandaron al Hospital de Niños. Estuvo tres días en Cuidados Intensivos. Fui a la capilla y se lo entregué a la virgencita. Le dije que no quería ese sufrimiento para él, que ella también había sido madre y que si era si voluntad se lo llevara o me lo devolviera sano”, comentó la mujer visiblemente emocionada.
La historia de esta familia de Tilarán tiene un final feliz. El hijo de Ledis Molina no solo se curó. La familia también creció, pues ella quedó embarazada de su otra hija.
Actualmente, su primogénito es un excelente estudiante, y sus papás, agradecidos, viajaron decenas de kilómetros a pie para agradecer por su vida.
Caminata en familia
María Picado Martínez caminó este viernes desde León XIII, en San José. Salió en compañía de su hijo, una hermana y la sobrina desde las 5 a. m., por aquello del sol.
“Nos ha costado llegar por mi enfermedad, que es fibromialgia. Llevamos diez horas caminando porque tengo que venir despacito. Hemos parado varias veces. A pesar de mi enfermedad (que le produce gran cansancio y dolor corporal) vengo todos los años.
“Gracias a la Virgen he estado estable. Le agradezco que mi hijo salió bien de la operación de una hernia; otro de mis hijos tuvo un accidente, fue operado, salió bien y está con vida”, comentó Picado, sin dejar de agradecer desde su corazón por estos milagros.
Con tan solo 16 años, Nayali Sofía Gómez Solano inició su recorrido desde Tres Ríos al lado de su papá, José Manuel Gómez Ulloa.
Los vecinos de Oreamuno de Cartago llevaban más de 2 horas de caminata y, a la altura de Taras, aún iban con bastante energía a pesar de llevar ampollas en sus pies. La joven caminaba descalza.
“Lo hago por una promesa. Esta es la segunda vez que camino la romería así y la fe y el amor me permiten llegar hasta la basílica”, dijo la joven, sin perder el entusiasmo a pesar del dolor que debe sentirse al caminar sobre el asfalto caliente, sin zapatos para proteger sus pies.
Su padre agregó: “Yo joven hacía la romería descalzo desde la catedral (en San José) y ella aprendió esa tradición. Ahora estoy operado de las caderas, pero ella sigue”.
Alejandro Calderón Rivas, de 61 años, es vecino de Curridabat. Tuvo un accidente en enero. Su vida normal se vio alterada por el percance, que lo obligó a pensionarse y a usar bordón.
“Me di una caída en un paseo y tuve fractura de cadera. Me operaron, estuve en cama tres meses y recibí rehabilitación. Al principio, usaba andadera y ahora bordón. Gracias a la virgencita me he podido ir recuperando”, comentó.
Yolanda Pérez Quirós, su esposo y sus dos hijos salieron de Tres Ríos. Son de una comunidad que se llama La Alegría.
“Le damos gracias a la virgencita por cada bendición que ella nos da. Cuando mi hijo menor estaba recién nacido, le dio bronconeumonía.
“La virgencita lo sanó, mi tía hizo la romería con él y entró con él de rodillas y se sanó. Ella falleció hace dos meses y en su memoria trae una camiseta con su foto”, compartió Pérez, emocionada con el recuerdo de la pariente que ya no está pero que los acompaña en su memoria.