Sus nombres de pila son distintos: Giancarlo, Alfonso, Juan Luis, Juan Miguel, José Miguel, pero durante Semana Santa, todos son Jesús.
En el país, dentro de la tradición católica, cada vez hay más procesiones con intérpretes de carne y hueso en lugar de aquellas en las que las imágenes estáticas son las protagonistas.
Algunos fervientes participantes dicen que las que involucran actuaciones jalan más gente, resultan más atractivas y logran representar la fe con mayor éxito.
Estos son algunos de los costarricenses que, durante una semana, por unas horas o, por un ratito, se pondrán en las sandalias de Jesús.
San Pablo de Heredia
Jesús se rehúsa a dejar de ser Jesús. Tiene 46 años de serlo. Suma 63 de edad.
Alfonso Zúñiga Quesada vive en San Miguel de Tres Ríos pero desde hace 15 años se presenta en las procesiones de San Pablo de Heredia junto al Grupo de Teatro Bíblico.
Ser Jesús es lo mejor que le pasa cada año, dice este pensionado que tiene una pequeña empresa de lavado de vehículos a domicilio.
Le encanta hacer deporte, le satisface ser “amo de llaves” de su casa durante el día, en la ausencia de su esposa y único hijo, pero lo que más disfruta es ser Jesús.
La primera vez que lo hizo tenía solo 14 años; la barba ni se le asomaba. Ahora se la deja desde enero, con miras a abril.
Él tiene la convicción de que cuando debutó en el papel de redentor no había nadie más que lo hiciera en el país. Dice que él tampoco tenía conocimiento en la materia, y por eso se dejó poner una barba falsa de yeso que “pesaba no sabe cuánto”; además, usó la peluca y el vestuario del nazareno de la iglesia de su pueblo.
Lleva una cruz por dos kilómetros de recorrido, la misma que, según un doctor, le dejó una escápula “saltada”, por hacer reiteradamente un esfuerzo desmedido.
“Esta época, esta interpretación, es lo más importante de todo el año. Lo vivo tan intensamente que, a pesar de que dura unas horas, para mí es lo mejor que me ha pasado en la vida. Me transformo cuado me visten. No soy yo, es alguien que me lleva, que va conmigo.
”La crucifixión es la parte del año en la que estoy más cerca de Dios. Me transporto a otra dimensión donde veo muchísimo con los ojos del alma”, explica el hombre que en algún momento era capaz de mantenerse atado a una cruz hasta por tres horas.
Ahora, porque la edad no le permite más, se queda “solo” por media hora.
Solo eso cambia, pues el paso de los años no lo ha desmotivado. Asegura mantener todavía el entusiasmo y el carisma para representar un papel que cataloga de incomparable en importancia.
Por eso, a pesar de haber sido Jesús más tiempo de los que viviera el mismo Jesús, no piensa en el retiro, ni se cree capaz de capacitar a alguien para que lo suplante: “Tendría que ser un actor profesional, porque a un aficionado…, no se puede”.
No le asusta el futuro, pero sí que las representaciones bíblicas se conviertan en un show : “Hay que evitarlo y no es nada fácil por el tipo de público; hay muchos que llegan solo por turistear, por tomar fotos. Hay que saber llegarle a la gente; hay que saber hacer el papel más en el plano espiritual que físico.
”Yo, por dicha, hasta tengo el testimonio de un ateo que sintió la conversión gracias a una transmisión de televisión de una procesión en la que yo salía”.
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Por segundo año consecutivo, José Miguel Carvajal interpretará a Jesús en San José de la Montaña. Se niega, como otras personas, a ver la Semana Santa como una época de vacación. (albert marin)
San José de la Montaña
Jesús vive en calle El Gallito, y trabaja a unos 25 metros de la esquina suroeste; mide 1,85 metros de altura y tiene 19 años.
Este será el segundo año en que José Miguel Carvajal Espinoza haga las del redentor de los cristianos.
Desde que en su pueblo incluyeron las dramatizaciones en las procesiones ha ocupado varios papeles, entre ellos el de romano.
“Siempre somos los mismos, pero cambiamos de roles”, comenta.
El año pasado, él fue Jesús solo el Domingo de Ramos y el jueves de la última cena, cuando entró a sustituir al titular, quien, aunque ya estaba un poco cansado de hacer el papel, cumplió con el trabajo el viernes.
El día en que se tomaron las fotografías para esta publicación, José Miguel supo cuánto pesa la cruz que deberá llevar sobre los hombros a lo largo de los 500 o 700 metros del recorrido del día de la pasión. “Me estoy empezando a arrepentir”, dijo en tono de broma, con la cruz de madera apoyada sobre un hombro.
Ni siquiera en el Autoservicio El Mío, donde labora como cajero y acomodador, ha tenido que alzar una carga tan pesada.
De todas formas no se queja: José Miguel Carvajal Espinoza se ve fornido.
El joven de talante serio, mejenguero fiebre y estudiante de Geografía en la Universidad de Costa Rica está muy involucrado con la iglesia local, al igual que otros jóvenes del distrito. Por eso, en San José de la Montaña, Poncio Pilato y Caifás tienen la misma edad que Jesús y, además, son vecinos.
Dice que la Semana Santa es más para colaborar que para juntar las manos y ponerse a rezar, pero todo esto lo hace porque, por si fuera poco, está cumpliendo con un sueño que tenía desde pequeño.
“Desde niño, cuando iba a las procesiones, yo veía la imagen y pensaba en lo bonito de representar a alguien tan grande como Jesús frente a la comunidad (…). La interpretación ha influido en mí porque, a veces, cuando uno está en la misa tal vez no pone tanta atención, pero cuando uno tiene que aprenderse lo que Jesús dijo, finalmente uno analiza mejor las palabras”.
José Miguel tiene barba y voz gruesa que le ayudarán a interpretar mejor el papel de un hombre de 33 años, pero además se ayudará con dos recomendaciones que le dieron: hable con autoridad y mueva mucho las manos. También, por iniciativa propia, experimentó con recetas para crear sangre falsa.
Después de varias pruebas, logró un resultado que lo satisfizo. Se pintó una herida a la altura de las costillas –donde a Jesús lo atravesaría la lanza de Longino–, se la enseñó a su hermana, le dijo que lo habían apuñalado y ella le creyó. Repitió la broma con unas cuantas personas más y así comprobó que el maquillaje era creíble.
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Giancarlo Valverde trabaja en animación 3D y es locutor en un programa juvenil de una radio católica. (Albert Marín)
Oreamuno de Cartago
Jesús es animador digital, fiebre de los videojuegos y amante del cine animado y de superhéroes.
Giancarlo Valverde, de 22 años, encarnará al hijo de un carpintero en una obra teatral el Jueves Santo a las 7 p. m. Lo hará con el grupo teatral Sangre de Cristo.
A diferencia de otros colegas, no le tocará cargar una gran cruz ni caminar con ella a cuestas por varias manzanas. Lo que sí hará es usar una corona especial, hecha con espinas reales, la cual probará por primera vez el día de la presentación.
Por segundo año consecutivo será Jesús únicamente por dos horas, pero cree que este es tiempo suficiente para darle vida al papel más retador que se le viene a la cabeza.
“Es importante meterle vida, sentimiento, amor...”, cuenta el joven que en el 2014 se asustó cuando los organizadores de la actividad pensaron en él para interpretar el papel protagónico de la obra religiosa, el principal, el que sale en todas las escenas, el que le da el ritmo al montaje, el que tiene más líneas… ¡Ay, Jesús!
“Al principio lo pensé un poco porque sabía que implicaba muchísimo empeño, y el resultado final no podría quedar más o menos. Por dicha, por llevar siete años en el grupo, me sabía muchos diálogos de memoria”, dice. El resto de líneas las practica mientras viaja en bus.
Para este año está más preparado que nunca. Ya no es el hombre tímido que temía hablar en público, pues el tiempo y unas clases de locución lo han dotado de extraversión. En su currículo suma también varias actuaciones en comedias y espectáculos de diferentes géneros. Además se acostumbró a hablarle a otros gracias a un espacio juvenil de una radioemisora católica en Cartago.
A los 22 años cuenta con un buen registro de latigazos. El año pasado, en un ensayo para la obra, sintió por primera vez lo que duele ser azotado con flagelo de cuero. Fue un accidente que lo dejó con unos moretes visibles que este año, probablemente, volverá a obtener.
“Cuando estoy en eso, solo me pongo a pensar en las palabras de Jesús cuando dijo: ‘Al que te dé una bofetada en la mejilla derecha, vuélvele también la otra’”, comenta al referirse a la escena en la que lo azotan con látigo, sin clemencia, sin efectos especiales.
Es sobre ese tema del que más le preguntan: “¿No le duelen mucho los latigazos?”.
También ha recibido comentarios negativos, de aquellos que se burlan por terminar en un escenario casi desnudo cubierto solo por una pequeña manta. Le dicen que Jesús no era tan flaco, que Jesús no era tan gordo… que los sacrificios que él está haciendo no valen para nada.
Otros, en cambio, alaban el realismo de la presentación del grupo. Dice Giancarlo que eso ayuda a que otras personas se involucren con el teatro: “Un acto así puede cambiar el pensamiento de una persona e incluso dejarla marcada”.
En este caso, Giancarlo no se refiere a los moretes.
San Pablo de León Cortés
Jesús es alto, de brazos velludos y barba oscura. En algún momento fue parte de una comparsa que les daba sabor y color a las fiestas locales, pero ahora se dedica exclusivamente a impartir clases de artes plásticas para escolares.
A sus 31 años, Juan Miguel Blanco sumará su cuarta aparición como Jesucristo. Su padre, Miguel Ángel, fue el primero en ocupar el puesto en San Pablo de León Cortés. Otros familiares maquillan, hacen vestuario e, incluso, un sobrino de cuatro años debutará como soldado en el 2015.
Es evidente que Jesús se hace presente en la casa.
El artista entra en el personaje con solo ponerse encima la toga blanca y una estola de rojo vivo, la peluca y la corona: “Jesús es complejo porque tiene muchas facetas; requiere compasión, a veces deja que lo humillen y en otros momentos muestra un poco de furia”, explica.
Se dice que en San Pablo de León Cortes las procesiones resultan tan atractivas que logran disminuir la emigración durante Semana Santa. Son casi 100 personas las involucradas en la organización de las actividades.
Por casi tres décadas, el pueblo ha visto las actividades en vivo a cargo de sus vecinos, lo cual es una tradición inquebrantable. En el 2010, sin embargo, no hubo actividades y se escucharon airados reclamos.
“Las procesiones actuadas atraen a la gente y les permite acercarse más a todo este tema. A mí, un año me pasó que se me vinieron las lágrimas en la procesión del encuentro. Lloraba y lloraba desconsolado; sentí el dolor que seguro sintió Jesús”, cuenta, mientras que agrega que ha recibido testimonios de algunos vecinos que, con su actuación, también se conmocionan.
Para hacer más impactante su representación, anteriormente le ha pedido a los centinelas que lo azoten fuertemente. Su tío Héctor Blanco Meza también contribuye con el realismo: su trabajo es maquillarlo con óleos para simular las heridas. Le pone rojo, amarillo y morado, y en cuestión de segundos, este Jesús tiene las dos mejillas “rotas”, y una visible herida en una rodilla.
Desde hace 30 años, la comunidad de San Pablo de León Cortés organiza, religiosamente, las procesiones actuadas. Son tres las familias más involucradas: los Quesada, los Blanco y los Picado.
Entre ellas se reparten no solo las actuaciones, sino también la construcción de altares, la fabricación de vestuarios, maquillaje, divulgación, alimentación y otras labores ligadas íntimamente con la ocasión.
“San Pablo es un pueblo muy pelotero, nos metemos con los carnavales, la Semana Santa, Corpus Cristi… y otras celebraciones”, cuenta Rónald Quesada Calvo, quien actualmente trabaja como constructor en San Marcos de Tarrazú, al igual que su hermano Juan Luis.
“Participamos con devoción y, aunque muchas personas no son tan practicantes, se involucran e identifican con las procesiones”, agrega.
En la familia de los Quesada Calvo son siete hermanos que siempre han participan de forma muy activa.
Rónald puede pavonearse de haber hecho de Barrabás, Judas, Pedro, Juan y hasta del bufón de Herodes. Este abril será Caifás.
Tiene 45 años y en otra ocasión –como centurión– se encargó de azotar a Juan Luis, de 40 años, quien en esa oportunidad fue Jesús. “Me saqué el clavo”, bromea.
Este otro hermano ha ocupado ese rol en siete ocasiones. Este año –por el contrario– hará del discípulo Judas Iscariote, y le corresponderá traicionar a su amigo Juan Miguel Blanco, o más bien, a Jesús.
Dentro de la tradición local, la rotación es una regla de oro. Se busca que las personas no sean relacionadas directamente con sus papeles. Por eso, como un nuevo reto, Juan Luis debutará como Judas este año, a quien sabe que deberá interpretar con evidente avaricia y deseo de poder.
A Jesús ya aprendió a caracterizarlo muy bien: “Había que tratar de proyectar esperanza, mucha fe y amor, pero lo más difícil era cuando tenía que llamarle la atención a los apóstoles que se habían dormido en el Monte de los Olivos. ¿Cómo reprende uno con compasión?”.
Además de aquel reto, hay otro hecho que recuerda con cariño particular.
Debutó como Jesús gracias a una promesa que hizo, en honor de su amigo Yanuario Picado quien, por un accidente, se encontraba en estado de coma. Fue ese mismo año en que, en el pueblo, hicieron por primera vez la representación de la resurrección de Lázaro.
Cuenta: “Ese día iba con tantísima fe… Cuando me hinqué para hacer la oración, grité ‘Lázaro, levántate y anda’ y le juro que algo pasó en mi cuerpo, una fuerza tan grande que sentí que le estaba hablando a mi amigo.
”Ese mismo día, después de la representación, nos avisaron que Yanuario había despertado del coma. Lógicamente no fui yo, pero siento que lo hice con tanta fe que, quien quita un quite…”.