En la mesa había seis cajas. En el suelo, otras 14. Cada una resguardaba piezas precolombinas originarias de diferentes partes del país. Vasijas, esculturas, estatuillas, objetos domésticos, piezas utilizadas para ceremonias. Artefactos de piedra o de cerámica de periodos tan antiguos como 300 a. C. o cercanos a la colonia.
Estas cajas provenían de un decomiso realizado en 1978 en San José a personas que las obtuvieron, comercializaron o distribuyeron de manera ilícita. Diferentes procesos judiciales habían impedido su apertura para fines diferentes a los de volverlos a almacenar de manera correcta, pero este 25 de agosto los objetos vieron la luz pública por primera vez.
Especialistas del Museo Nacional de Costa Rica (MNCR) abrieron estas cajas sin tener la menor idea de su contenido. Solo sabían cómo habían llegado hasta ahí, y que habían sido reempacadas después para garantizar su conservación. No estaban inventariadas, no estaban estudiadas ni mucho menos habían sido expuestas.
En total, estas 20 cajas reunían 144 objetos, 124 de cerámica y 20 líticos (de piedra). Todas fueron decomisadas en San José, pero los objetos provenían de todo el país y habían sido acumuladas por la persona o personas a quienes se les decomisó.
Este lunes se abrieron y mostraron ante decenas de personas reunidas en la sede del MNCR en Pavas.
“Son el eco de nuestros pueblos originarios. Esto nos ayudará a estudiar, comprendir y compartir los hallazgos para así proteger, investigar y difundir”, destacó Jorge Rodríguez Vives, ministro de Cultura.
Estas son las primeras de un grupo de 1.073 cajas y de 772 bultos en condiciones similares. Los bultos son objetos monolíticos, obras de gran tamaño hechos de una sola piedra que por sus dimensiones no pueden guardarse en caja.
“Fueron procesos más tardados porque debía analizarse todo el expediente: qué se le decomisó, a quién se le decomisó, en qué condiciones, si había procesos judiciales. Es un trabajo más lento y que también requiere de otras unidades del Museo, como las legales”, manifestó Grettel Monge Muñoz, directora del MNCR.
¿Qué piezas precolombinas encontraron en las cajas?
La arqueóloga Cleria Ruiz Torres guió el proceso de extracción de cada caja y explicaba lo que iba saliendo.
Lo primero en salir fue un instrumento utilizado para trabajar con piedra, seguido de una escultura que podía datar de los años entre 800 y 1200 d. C.
Había piezas de diferentes animales, como venados, cangrejos, langostas y felinos. Había vasijas cuyas patas eran sonajeros y producían sonidos.
También había otras miniaturas, tan pequeñas que varias cabrían en la palma de una mano.
De las piezas, una llamó la atención por su rareza en el patrimono arqueológico costarricense: la escultura de una embarcación. Es la cuarta que se ha visto en Costa Rica. Esta procede de Guanacaste y en ella no hay mayores decoraciones, pero en la parte lateral se ve un parteaguas, lo que lleva a la arqueóloga a pensar que se trataba de una imagen de una barca para el mar y no para el río.
Los estados de conservación eran variados. Ruiz adviritió que muchas de las piezas que se veían enteras no lo estaban cuando fueron descubiertas por huaqueros. En aquella época para los huaqueros era más fácil vender las piezas reconstruidas y por ellas podían cobrar más, aunque para ello hacían mezclas de elementos de diferentes épocas y los pegaban sin mayor conocimiento histórico o de las comunidades indígenas.
“Hay gente que dice que los arqueólogos encontramos fragmentos y los huaqueros piezas completas, pero es porque nosotros los dejamos en su estado y los huaqueros hacían combinaciones de piezas para, según ellos, completarlas y luego venderlas. (...) A veces es fácil reconocer cuando hay reconstrucciones, porque pesan más, por el uso del yeso para dejarlas completas”, explicó la arquéologa.
Cuando comenzaron a llegar a las casas de los coleccionistas o personas que los compraban los usos cambiaron una vez más y desvirtuaron los legados. Ruiz mostró piezas que fueron lavadas, limpiadas y con ello se fueron despitando las obras pictóricas de los indígenas.
Otro ejemplo encontrado fue lo que originalmente fue la tapa de una vasija de cerámica, que fue reparada, pintada, barnizada y le pusieron un hilo para colgarla en la pared como si fuera un cuadro.
¿Cómo se guardaron estas piezas para resistir el paso del tiempo?
Ruiz explicó que el Museo Nacional fue la sede del Depósito de Decomisos, porque estas piezas no podían dejarse con otra clase de objetos decomisados. Aunque las cajas debían permanecer cerradas incluso por décadas, necesitaban las mismas condiciones de conservación de un Museo, preservarse de la luz y de la humedad.
Las cajas originales sí se abrieron en la década de 1980, pero para colocarse en las cajas de resguardo del Museo y embalar cada obra de manera que no se quebrara o rompiera. Por ello, hay cajas en las que solo hay piedra o solo hay cerámica.
De esta forma las piezas decomisadas desde la década de 1970 tenían garantizada una mayor preservación que en en otras bodegas judiciales.
Monge indicó que la Ley Sobre Patrimonio Nacional Arqueológico, que data de 1982, hizo más fuerte e intensa la recuperación de estos objetos.
Sin embargo, desde antes era delito apropiarse de bienes arqueológicos y trasegarlos; también era delito tenerlas en un lugar privado sin requisito. por lo que en muchas ocasiones eran decomisados por la Policía y entregados al MNCR sin mayores registros. En otros, se abrían procesos judiciales a coleccionistas que no habían registrado los bienes. Estos son los casos de las cajas abiertas este lunes, que fueron decomisadas en 1978.
¿Qué sigue?
Monge explicó que el primer paso consiste en estudiar cuáles resoluciones judiciales ya están cerradas para registrarlas a nivel público y el Museo Nacional pueda asumir la custodia como dicta la ley.
Después viene un proceso minucioso de estudio. Lo primero es determinar si efectivamente es una pieza precolombina o si más bien se trata de una falsificación o imitación.
Los artefactos que logren determinarse como auténticos ingresarán al Registro Público del Patrimonio Nacional Arqueológico.
Para ello, llevarán un proceso, primero de identificación, en el que se pondrá el origen y cómo fue encontrado, el tamaño, peso, forma y material del que fue hecho. También se incluirá un diagnóstico de su estado de conservación.
Después se estudiarán más a fondo para entenderlos en el contexto de la época y lugar al que pertenecieron y los usos que pudo dárseles. Así, se sabrá más de los pueblos que alguna vez habitaron esas zonas.
Este proceso podría demorar varios meses y años para llegar a la totalidad de las 1.073 cajas. La idea es que después de que estén identificadas y estudiadas en su contexto puedan llegar en exhibiciones a diferentes partes del país.