Allison Granados Ruiz creció en un entorno desolador. El maltrato y el dolor eran constantes, pero por medio del estudio ella buscaba pintar de colores su vida. Recuerda que siendo una pequeña escolar se alistaba sola para ir a las clases. Durante toda la primaria fue alumna de honor, aunque la hazaña pasaba desapercibida en su hogar. Aun sin saber lo que hacía, la niña siempre persistió.
Durante toda su trayectoría educativa continuó siendo una alumna destacada, un embarazo a los 13 años y episodios depresivos no la alejaron de su escape: la educación.
Hoy, Allison es Ingeniera en Bioprocesos Industriales en la Universidad Nacional (UNA) y aunque el éxito académico es una medalla dorada en la maratón de su vida, hay algo más allá que esta muchacha aprecia: la felicidad de vivir en paz.
“Ser profesional me motivaba, siempre quise tener mi título, terminar mis estudios. Tener mi trabajito y mi casa y tener paz. Estar en paz. Cuando uno es criado en una vida inestable nunca siente tranquilidad, no sabe cómo va a estar mañana o si el otro mes va a comer. Hoy me siento feliz y en paz”, contó la muchacha quien recientemente fue reconocida en la UNA por su resiliencia.
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“El estudio fue mi impulso para distraerme”
Allison creció en un pueblo a dos horas de Cariari de Pococí, en Limón. Nació cuando su mamá tenía apenas 15 años, entonces la niña fuecirada por su abuela. A los siete años, se fue a vivir con su progenitora y la pareja de ella y entonces empezó un ciclo de violencia debido a que los adultos consumían sustancias y alcohol. Durante tres años, la pequeña también sufrió abuso sexual.
“A pesar de todo lo que vivía yo fui alumna de honor la mayoría de años de escuela, me levantaba y me preparaba sola y me iba a la escuela. Tuve reconocimientos desde primero a sexto. A mi mamá le agradezco que siempre me buscó becas para que yo estudiara”, confió la joven.
Cuando tenía 12 años, Allison regresó con su mamá a vivir con su abuela. En ese tiempo conoció a un muchacho de 17 o 18 años y tras empezar un noviazgo, la niña quedó embarazada. A los 13 años dio a luz.
“Por todas las situaciones que tenía en la casa buscaba que me prestaran atención. Entonces salí embarazada (...)”, contó.
Cuando la bebé nació se enfermó por intolerancias y tuvo una infección en la carita, a Allison le dio mastitis y por primera vez en el Hospital Nacional de Niños, cuenta, tuvieron internadas a madre e hija.
El proceso, rememora, fue duro, pues se quedaba dormida con la recien nacida en brazos. En una oportunidad, un médico escuchó como la joven fue maltratada por teléfono, entonces denunció y tras intervención del Patronato Nacional de la Infancia (PANI) la custodia de Allison y de su hija quedó en manos de la abuela.
En esa época y producto de las difíciles experiencias que enfrentó desde su niñez, Allison empezó a tener episodios depresivos y a autolesionarse. Supo que querían enviarla a un albergue, entonces buscó otro lugar para vivir y continuó yendo al colegio. Tiempo después regresó con su familia.
Cuando llegó a noveno, la depresión continuó. Entonces la sacaron del colegio. La muchacha intentó dejar este mundo, entonces la internaron en el hospital de Salud Mental.
“Me dijeron que se me desarrolló depresión crónica por el trauma”, musitó.
Al año siguiente regresó al colegio y dejó su casa: fue alumna de honor en noveno, décimo y undécimo año. Se unió a las Olimpiadas de Matemáticas y por su buen desempeño empezó a estudiar principios básicos en la Universidad de Costa Rica (UCR). Cuando se graduó de quinto año lo hizo con un promedio de 97,63.
“El estudio fue mi impulso para distraerme”, comentó.
Tiempo después, Allison logró entrar a estudiar a la UNA y se mudó a Heredia. Tras pedir una recalificación de su beca, le dieron el apoyo completo y así lo mantuvo durante toda la carrera.
“La UNA otorga solamente seis años de beca, cuatro años de bachillerato y dos de licenciatura, a mí me dieron un año más. Me atrasé porque en el 2018 tuve otro intento de suicidio por las mismas situaciones, me internaron, perdí cursos, en ese tiempo también me operaron la vesícula.
“Para mí fue difícil, pero seguí insistiendo, no soy una persona que se rinde. Estando en la U tuve tres internamientos psiquiátricos, pero no me di por vencida, perdía un curso, pero luego lo ganaba con buena nota”.

Actualmente, Allison se encuentra muy bien, la medicación, la comprensión de sus profesores y el apoyo de sus compañeros, quienes la ayudaron a que nunca le faltara alimentación y hasta le dieron una computadora, fueron parte de lo que ayudó a la hoy ingeniera a seguir adelante. Considera que en la universidad encontró a su familia.
“Siempre busqué ayuda y me apoyaron en orientación, psicología y trabajo social”, contó.
Allison se graduó de la UNA con un promedio final de 9,54 y suma 10 meses en un trabajo que le abrió las puertas cuando era estudiante. Su plan es cursar una maestría en Biomateriales o en Ingeniería biomédica; y también empezar a estudiar derecho.
“Hoy me siento orgullosa, aunque me cuesta ver los logros, este reconocimiento me demostró de que sí valió toda la lucha, me siento feliz por eso. Me pongo sentimental. Fue muy difícil, pero ahora todo está tranquilo, todo pasó”.
Allison cuenta su historia porque piensa que con ella demuestra que sí se puede. Que es posible salir de ciclos de violencia familiar y de maltrato y que por más inalcanzables que parezcan, los sueños se cumplen. Hoy además de ser una profesional exitosa, es una mujer que vive en paz.