Laura Rodríguez Amador recuerda sus domingos de infancia, cuando don Manuel Antonio y doña Anabelle, sus papás, la llevaban a las retretas en el parque de Turrialba. Era una rutina semanal que se repetía los miércoles por la noche. Sin falta, cada miércoles y domingo, la familia se sentaba a escuchar música junto a los vecinos del barrio.
Manuel Antonio, que en paz descanse, le inculcó a la futura directora de la Biblioteca Nacional, su pasión por la música, particularmente, la ópera. Anabelle, maestra de oficio, abonó el terreno con múltiples lecturas que fue dejando caer en manos de su primogénita apenas la niña aprendió a leer: Marcos Ramírez, Heidy, Mujercitas, Mi Madrina...
Medio siglo después, los ojos de Laura Rodríguez brillan al recordar esos momentos tan lejanos en el tiempo pero muy próximos a su corazón, mientras afuera, en pleno centro de la capital, se escucha la pitoreta del tren a su arribo a la estación del ferrocarril al Atlántico, vecina de la benemérita Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano.
En el edificio inaugurado en setiembre de 1971, Rodríguez Amador tiene su despacho como directora hace un poquito más de una década.
En una de las paredes de su oficina tiene una pintura de la hermosa edificación que albergó a la primera Biblioteca Nacional, entre 1907 y 1971. Poco después, aquel sitio, que merecía sobrevivir al paso del tiempo, lamentablemente se transformó en uno de tantos parqueos josefinos.
Esas raíces turrialbeñas alimentaron en Laura la pasión y el compromiso que hoy caracterizan su gestión frente a la Biblioteca Nacional como repositorio de la memoria histórica de Costa Rica.
Más de 200 años de historia están ahí guardados en alrededor de tres millones de documentos: periódicos costarricenses desde 1833, revistas que datan de 1864 y libros publicados en Costa Rica desde 1836, solo para citar algunas de las invaluables colecciones.
Al igual que muchos turrialbeños, Laura Rodríguez salió muy joven de su comunidad para estudiar y trabajar. “Viví muchísimos años ahí. ¡Amo Turrialba! Es cuna de grandes poetas como Jorge Debravo, Laureano Albán, Marco Aguilar, y de pintores y grandes intelectuales y científicos.
“Tuve la oportunidad de formarme en un lugar pequeño, porque esa Turrialba era mucho más pequeña y tranquila. Mi barrio era San Cayetano.
“Estudié en la Escuela que hoy es la Genaro Bonilla, pero cuando estudié se llamaba John D. Rockefeller. Fui al Clodomiro Picado, y en la sede de la Universidad de Costa Rica (UCR), en Turrialba, hice Estudios Generales. Luego salí para estudiar Bibliotecología en la sede de Montes de Oca”, resume.
Una Biblioteca Nacional para todos
Bajo la gestión de Laura Rodríguez y con apoyo de un personal que considera su mano derecha para lograr proyectos, la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano es más que la edificación forrada de ventanales que da al Parque Nacional.
Rodríguez es una enamorada de su trabajo y de la cultura. “Siento un gran compromiso con mi país, con la misión que tiene la Biblioteca Nacional de recopilar, conservar y difundir ese patrimonio documental, que es nuestra memoria e identidad como costarricenses. Un gran compromiso para llevarlo a toda nuestra ciudadanía y fuera de nuestras fronteras”, afirma quien ha convertido a la Biblioteca en centro de actividades para todas las personas, sin distingo de edad o condición social.
Cuando se inició en la dirección, en el 2014, la Biblioteca Nacional realizaba apenas unas 40 actividades diferentes para el público a lo largo del año. Actualmente, superan las 500. Son gratuitas, abiertas a todo público, la mayoría se transmite en vivo y quedan en redes, para llegar a todos los rincones del país y más allá.
Hay talleres artísticos, sobre tecnologías, idiomas y emprendedurismo. “Una gran cantidad de temáticas que permiten a muchísimas personas mejorar sus habilidades y destrezas, incorporarse al mercado laboral, o disfrutar toda la información en los contenidos digitales y gratuitos”, expresa orgullosa Rodríguez; sobre todo, cuando recuerda que muchas personas han vuelto a agradecer que lograron superarse o encontrar trabajo gracias a estas actividades.
Además de bibliotecóloga, Laura Rodríguez es informática. Estudió una maestría en el Instituto Tecnológico de Costa Rica (TEC): “Cuando hice esta maestría, hace ya muchos años, era porque yo veía la oportunidad de optimizar el papel de las bibliotecas”.
Sus primeros pasos en la Biblioteca Nacional los dio hace más de 17 años, desde la jefatura de referencia. Ahí, propuso crear el portal del Sistema Nacional de Bibliotecas (Sinabi) y una biblioteca digital.
“Yo ingresé en el 2007 y me encuentro varias cosas en la Biblioteca Nacional: una riqueza que no hay palabras para describirla, pero vemos dos situaciones con esas colecciones: una, que se están deteriorando por la antigüedad; y otra, que es importante poner esto en manos de toda la gente, digitalizar por lo menos las colecciones más importantes. Ahí es donde empezamos”, cuenta.
Fue así como empezaron la biblioteca digital con 600 documentos. Actualmente, hay 240.000 documentos digitalizados.
“El cambio de la tecnología nos ha permitido mejorar e incorporar nuevas funcionalidades y contenidos. Esto nos ha permitido llevar y poner en manos de todos este patrimonio. Creo en la democratización del acceso a la información para que todos podamos tener la oportunidad”, afirma.
Biblioteca del futuro
Aunque le quedan tres años para pensionarse, Laura Rodríguez no aminora su velocidad de trabajo. Al contrario. Junto a su equipo de 26 personas, la directora de la Biblioteca Nacional trabaja para fortalecer una biblioteca que esté donde el usuario la necesita, no solo en el edificio.
“Apostamos por nuestra biblioteca digital, las exposiciones virtuales, el uso intensivo de las redes como plataformas de servicio de información y difusión patrimonial, la producción de programas que hacemos con el apoyo de otras instituciones o personas”, destacó.
Entre esos programas está Páginas Vivas, que realiza con el apoyo del periodista Roberto García. Ya superaron los 110 programas y van por más conversaciones con invitados en diferentes áreas: deporte, cultura, ciencia, medicina.
El experto en literatura, Leonardo Sancho, colabora con Al pie de la letra, otro espacio sobre crítica literaria que acumula 15 ediciones. Además, está Pioneros de la crítica, que echa mano de las críticas publicadas en los diarios nacionales durante décadas.
También está Navegando con la lectura, donde un autor presenta su obra en diez minutos. Todos estos contenidos se distribuyen por las plataformas que la Biblioteca Nacional tiene en Facebook, Instagram, Youtube y, más recientemente, TikTok y Spotify.
Casada con un vecino de La Suiza de Turrialba, doctor en cambio climático, Johnny Montenegro, Laura Rodríguez es mamá de dos muchachos: Felipe, médico, y Ricardo, gerente y administrador de proyectos.
Con ellos vivió entre 2002 y 2007 en Alberta, Canadá, adonde Montenegro estudió su doctorado. Ella aprovechó para especializarse en E-learning, conocimientos que hoy le están ayudando en su gestión como directora de la Biblioteca Nacional.
“Confío en que la Biblioteca siga adelante”, afirma quien considera necesario avanzar en dos proyectos que le inyectarán vida a la Biblioteca Nacional. El primero, es la instalación de un sistema contra incendios.
Según contó, el ministro de Cultura, Jorge Rodríguez Vives, está apoyando y se está incluyendo en el banco de proyectos de Mideplán. El segundo, es un proyecto de ley para traer a tiempos actuales la ley que creó a la Biblioteca Nacional, en 1888.