
“Un mundo de partículas invisibles está ahora a nuestro alcance, gracias a uno de los inventos más revolucionarios del siglo XX: el microscopio electrónico”, reportó La Nación el 27 de noviembre de 1975.
“Un pequeño pedazo de un pelo humano puede convertirse en un maravilloso paisaje a través de este aparato. Una superficie áspera, con claras y profundas estrías, llena de amplias rugosidades que nos hace evocar -por su semejanza- los paisajes lunares o las imponentes formaciones geográficas del Gran Cañón del Colorado”, describió el periódico.
De esta forma se explica el potencial del único microscopio electrónico en Centroamérica, el cual está ubicado en la Universidad de Costa Rica, gracias a una donación del Gobierno japonés.
Este delicado y costoso aparato ha permitido que la ciencia médica avance en el estudio de incontables enfermedades y virus que atacan a la humanidad, entre ellas el cáncer.
El poder de aumento de los cristales de superficie convexa se empezó a conocer en Europa hasta la Edad Media, cuando algunos viajeros dieron a conocer el empleo de las gafas en China.
Como sucede algunas veces, no se ha podido determinar con exactitud quién fue el inventor del microscopio, aunque la mayoría de pensadores asegura que se creó en Holanda y lo atribuyen al fabricante de gafas Zacharias Janssen en el siglo XVI.
Otro fechan el invento en 1610 y lo consideran obra del mecánico Cornelis Drebbel, y también se cree que Anton van Leeuwenhoek fue el primero en mostrar cómo unos simples lentes podían revelar secretos de la naturaleza antes nunca sospechados.
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