
En 1989 hacían falta docentes deseosos de trabajar en zonas indígenas, por ser estas de difícil acceso. Sin embargo, Ana Cecilia Vásquez Carvajal dio un paso al frente y se presentó como aspirante para laborar ahí.
Ese compromiso con la educación indígena que sintió entonces, se ha mantenido en el tiempo, y es por eso que esta mujer de 50 años y vecina de Buenos Aires, Puntarenas recibió este martes 12 de diciembre, el Premio Nacional de Educación 2017 Mauro Fernández Acuña.
Vásquez aprovechó un convenio entre la Universidad Nacional (UNA) y el Ministerio de Educación Pública (MEP) y fue así como comenzó a formarse.
“Empecé a estudiar y trabajar, eso hizo que me fuera enamorando cada día más de las aulas”, aseguró.
La mujer también contó que cuenta con un bachillerato en educación indígena, porque "uno tiene que sensibilizarse (para atender) a las comunidades. Es una cultura diferente, con su propia cosmovisión”, dijo sonriente.
La docente también cuenta con una maestría en Educación Rural Centroamericana.

De sus 28 años de trayectoria en el sistema educativo, primero fue bibliotecóloga, luego maestra y finalmente directora de la escuela indígena de Ujarrás, en la zona sur del país, la cual se ubica a siete kilómetros al norte del cantón de Buenos Aires, Puntarenas.
Vásquez aseguró que en su labor ha procurado el rescate de las tradiciones autóctonas y el respeto por la naturaleza entre sus alumnos, sin dejar de lado la labor innovadora, el entusiasmo y la creatividad que deben imprimir los maestros de escuelas rurales.
Mérito al esfuerzo
En Ujarrás, donde se ubica la escuela que Vásquez dirige, el 71% de la población tiene dominio del cabécar y su actividad económica principal es la agricultura.
Aunque se comunica con sus estudiantes en español, pues casi no habla cabécar, la maestra no dudó en iniciar su discurso en ese idioma, en la ceremonia de premiación que se llevó a cabo en el auditorio de Casa Presidencial, en Zapote, en presencia de la ministra de Educación, Sonia Marta Mora y del presidente de la República, Luis Guillermo Solís.
Según afirmó, este reconocimiento para ella es “un regalo de Sibú, de Dios, al esfuerzo que yo he realizado. Al amor, a la entrega; a veces uno no se cree apto para un premio de estos y en educación. Realmente no hay palabras para expresar lo que significa”, aseguró visiblemente emocionada.
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Entre las memorias que atesora está haber sido la maestra de un estudiante en primer grado y años después ver a ese mismo alumno siendo docente de escuela, también de primer grado. Asimismo, la emociona recordar las caritas que llegan “todas tímidas” al kinder y luego darles el título cuando ya están en sexto grado.
Su entrega también ha sido reconocida por el Consejo Local de Educación Indígena (CLEI), instancia que en conjunto con el MEP decide quienes pueden impartir lecciones, para preservar la cultura de los pueblos indígenas.
“Yo tengo el apoyo de ellos, son muchos años ahí. Ellos me han aceptado a pesar de que yo no soy indígena”, manifestó.
Sacrificio y alegría familiar
El reconocimiento de la educadora fue celebrado por su familia, compuesta por su esposo Óscar Madrigal, de 50 años y sus cuatro hijos.
“Yo realmente creo que se lo merece, ha trabajado, ha luchado y porque se esmera en lo que hace. Este es un momento muy especial”, comentó Madrigal, quien reconoce en su esposa desde 30 años, a una persona que tiene mucha entrega y que ama lo que hace.

La pasión de Vásquez por su trabajo ha significado también sacrificio, por eso este es un triunfo de todos los integrantes de la familia.
“Desde que estamos juntos, ella comenzó a trabajar en el MEP. Eso significó semanas enteras solo, mientras ella estaba en la escuela y se quedaba en territorio porque no podía viajar todos los días”, aseguró el cónyuge de la educadora.
Madrigal debió lidiar con la preocupación de no saber de ella. “No estábamos como hoy con la tecnología y los teléfonos en la mano. Había que esperar dos o tres días para saber cómo estaba (ella). Eso fue difícil, incluso con nuestros propios hijos, porque ellos permanecían en la casa mientras ella trabajaba”, recordó.
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A pesar de considerar que aquellos fueron tiempos “difíciles, pero también bonitos”, Madrigal aseguró que todo valió la pena pues “hoy vemos la recompensa”.
El Premio Nacional de Educación se entrega desde 1986 a docentes destacados del sistema educativo. El mecanismo para escoger al ganador es el siguiente: primero se hace una selección regional. Posteriormente, un jurado nacional, integrado por autoridades del Ministerio de Educación Pública, la Asamblea Legislativa y el Magisterio Nacional, es el encargado de seleccionar al profesor que merece el reconocimiento.
El premio para Vásquez será un año sabático, una medalla de oro y remuneración equivalente a un salario.
Durante ese año, se dedicará a aprender inglés y además, colaborará con la construcción de un albergue en la comunidad donde se ubica la escuela de Ujarrás, pues la localidad se vio muy afectada tras el paso de la tormenta Nate.
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