Diego Bosque G.
Es muy fácil percibir el brillo en los ojos de Jairo Maroto cuando habla sobre su trabajo como educador en escuelas indígenas.

Jairo, joven cabécar de 25 años, tuvo que viajar desde Finca Vesta, en Valle La Estrella, hasta la sede de la Universidad de Costa Rica (UCR), en Turrialba, para estudiar la carrera de Educación en I y II Ciclos, impartida por el Consejo Nacional de Rectores (Conare) a aquellos estudiantes de zonas indígenas.
Quizás los sacrificios hechos para concluir su carrera explican ese brillo en sus ojos; es orgullo por superar distancias, problemas de acceso y limitaciones tecnólogicas.
Para llegar a clases, Jairo tenía que salir de su casa, en Finca Vesta, desde el viernes en la mañana para llegar al primer curso, el cual empezaba a las 6 p. m.
Un aventón en moto o en carro era el primer medio de transporte de Jairo en su largo viaje hasta Turrialba.
“Para ir y venir tenía que tomar transporte público desde Valle La Estrella hasta Limón y de ahí hasta Siquirres y otro bus más hasta Turrialba. Fue muy cansado”, comentó Maroto.
Jairo arrancó con 25 compañeros y solo terminaron 12.
Actualmente, tiene dos años de haberse graduado e imparte clases a 16 niños en la Escuela de Kalbäli, en Talamanca.
“Si uno pone amor en lo que hace, va a tener siempre un buen producto, pero con la ayuda de la Universidad usted va a poder enseñar mejor”, dijo.
“Es muy importante la formación universitaria porque a la hora de implementar las clases, uno tiene más herramientas, más dinamismo, no como cuando yo empecé”, concluyó Maroto.