Si decisiones trascendentales no se hubieran tomado, posiblemente hoy Carlos Araya Leandro trabajaría dignamente como agricultor en Turrialba. No obstante, su mamá, un ama de casa visionaria, decidió que seguiría estudiando y se convirtió en el único escolar de su generación en ir al colegio: por eso hoy, el rector de una de las universidades más importantes de Latinoamérica asegura estar comprometido para que más personas tengan oportunidades como las suyas.
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Es imposible hablar con Carlos Araya Leandro, la persona y no el rector de la Universidad de Costa Rica (UCR), sin que mencione a la UCR o sus propósitos ahora que la dirige.
La Universidad es uno de sus grandes amores. En ella ha marcado diferentes hitos, como ser el primer rector que proviene de una sede regional.
Claro, hay un amor más grande, Andrés, su único hijo y quien lo convirtió en tenista. Su plan era que su hijo practicara un deporte –lo considera vital para los jóvenes– y durante el proceso de involucrarlo en alguno, terminó inmerso en esta práctica. Hoy comparten la pasión.
Mientras conversamos sobre su vida e historia, Carlos Araya Leandro atiende una llamada: es Andrés. Luego de darle un par de consejos, el rector cuenta para qué lo buscó su hijo y sin hacer mención sobre su vínculo, deja muy clara la relación que hay entre padre e hijo; va más allá del lazo de sangre, es de confianza. Uno es el consejero de otro.
Andrés es estudiante de Estadística en la UCR y un tenista que ha ganado campeonatos nacionales gracias a su técnica y capacidad de juego.
“Mi papá es la persona más importante de mi vida, junto a mi mamá, me ha ayudado en todo. Siempre lo he visto como un gran papá que siempre ha estado para lo que he necesitado”, contó Andrés, de 20 años, antes de jugar un partido de tenis con don Carlos.
Para el padre, Andrés es el centro de sus sentimientos y su vida y confiesa que es un placer cocinarle. Su sueño es verlo realizado, no solamente como profesional, sino como una persona de bien para la sociedad.
Cuando Carlos Araya no trabaja como rector de la UCR, está leyendo, caminando, paseando a sus perros, haciendo algún deporte que incluya raquetas o preparando algún platillo. En el campo culinario cuenta que las delicias españolas le quedan muy bien luego de haber pasado una temporada en España, donde cursó el doctorado en Economía, Control y Gestión de Entidades y Políticas Públicas.
Además, es bachiller, licenciado y máster en Administración de Empresas, carrera que empezó en su natal Turrialba, la tierra que visita cada vez que puede y en la que un ama de casa, su madre, empezó a soñar con que sus ocho hijos podrían convertirse en profesionales.
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El golpe más fuerte de su vida
En su discurso de juramentación, el 10 de diciembre del 2024, el rector de la Universidad de Costa Rica habló de sus orígenes porque él llegó hasta donde está hoy no solo gracias a su esfuerzo como estudiante y profesional, sino también a la visión de María Teresa Leandro.
Fue ella quien cambió el destino de su hijo Carlos cuando decidió que él tenía que ir al colegio; su esposo, Juan José Araya, no objetó y en lugar de mandar al adolescente a trabajar al campo, como lo hacía él, lo envió al colegio.
“Mi madre era una señora con visión de otra época, me enseñó a lavar, planchar, cocinar y a quebrar maíz para que ella hiciera tortillas. Somos cinco hombres y tres mujeres y nos educó a todos por igual. Yo hacía todo igual que el resto, agradezco mucho eso de mi madre”, comentó.
Carlos Araya rememora siempre los valores de responsabilidad y humildad que le enseñaron sus padres.
En el 2009 y con cuatro meses de diferencia, Carlos Araya Leandro perdió a sus padres. En ese tiempo él estaba haciendo su doctorado en Granada, España. Esas muertes han sido de los momentos más dolorosos de su vida.
De su mamá pudo despedirse en vida y después de que él regresara a sus estudios internacionales, ella partió debido a una enfermedad. Su papá, un hombre sano, murió poco después, pero debido a las giras de estudio que debía realizar a Centroamérica, Araya pudo estar con su padre en sus últimos días.
Cuando llegó a encontrarse con él, un pedido de don Juan José extrañó a Carlos; finalmente fueron juntos al lugar que el señor quería, aunque no de la manera que su hijo esperaba.
“Cuando mi madre fallece yo estaba en Granada, eran las 3 a. m. de España y las 5 p. m. hora de Costa Rica. Era imposible poder llegar y asumí el duelo a la distancia. Luego, mi padre cayó enfermo, a los tres meses logré generar un espacio para venirlo a ver.
“Parecía que la fase crítica había pasado. Llegué un viernes y lo primero que me dice es ‘te estaba esperando a que me llevés al cementerio’. Él quería ver la fosa de mi mamá. Eso fue un viernes, el domingo cayó enfermo, una semana después falleció y me tocó llevarlo al cementerio, no de la forma que hubiésemos esperado. Fue durísimo y es el golpe más fuerte de mi vida”, confió el rector.
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Un rector que no aspiraba a serlo
Carlos Araya Leandro, de 55 años, creció entre las montañas y ríos de Turrialba, comunidad a la que acude los fines de semana y donde saluda a sus compañeros de trabajo.
Uno de ellos es un guarda de seguridad que en una espontánea conversación contó que “don Carlos es un hombre sencillo que saluda cuando compra pan en Turrialba o cuando uno se lo topa en el campus universitario de San Pedro”.
En su niñez, Carlos estaba convencido de que quería ser como su hermano mayor, que estudió Derecho y trabajaba en el Poder Judicial.
“Me imaginaba trabajando en una oficina gubernamental o en una empresa. Nunca me imaginaba tener formación profesional. Bajo la mano y seguimiento de mi madre, los pasos que debía seguir se daban en automático, como ir a hacer examen de admisión. Ella me preguntaba qué quería estudiar, quería Ingeniería Civil originalmente, pero en aquellos años pensar en venirme de Pavones a San Pedro era un reto que veía mayúsculo”, recuerda.
Finalmente, un joven Carlos eligió estudiar Administración de Empresas en la sede de Turrialba, se vinculó con la universidad y se enamoró de ella. Ha desarrollado toda su vida profesional en la UCR y hoy que es su rector, cuenta que nunca se imaginó en ese puesto.
“Es un privilegio extraordinario. Nunca en mi vida lo pensé. Nunca en mi vida pensé que podía llegar a ser ni director de la sede, ni vicerrector, ni miembro del Consejo Universitario, ni rector (de transición en el 2020 durante el inicio de la pandemia). Nunca estuvo en mis expectativas”, dijo y reconoció que la vida lo ha sorprendido, pues cuando le habían hecho propuestas para estos cargos, se negaba.
Al hablar del presente y de sus aspiraciones, Carlos Araya Leandro pasa de lo personal a lo profesional, y es que, coincide con que la UCR es inherente a su vida. Comenta que hoy lo inspira trabajar para que el país les garantice condiciones adecuadas a aquellos niños y jóvenes que, así como él, llegan al mundo con limitaciones económicas.
“Si no hubiera tenido la oportunidad de formarme en primaria y secundaria, sería un agricultor más de la zona rural de Turrialba. Por esas oportunidades que tuve me veo en responsabilidad de luchar para que futuras generaciones sigan teniendo esas oportunidades”, comentó Araya, quien tras terminar su jornada como rector, se vistió con ropa deportiva para ir a encontrarse con su hijo Andrés.
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