
La conservación de documentos con más de dos siglos de história en Costa Rica es una batalla constante contra el clima tropical y los factores internos del papel y la tinta. El Archivo Nacional y la UCR se unieron para crear un “expediente médico” que ralentiza el deterioro de documentos como el Acta de la Independencia.
“Como el cuerpo humano se degrada con los años, el papel también”, ejemplificó David Arrieta Gamboa, jefe de conservación del Archivo Nacional, entidad que tiene a cargo el resguardo de estos documentos patrios. “En Costa Rica, al ser el papel de celulosa, al encontrarnos en una zona tropical, tenemos temperaturas y humedad elevadas, y tenemos un riesgo alto”.
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¿Cómo han afectado esas condiciones y el paso del tiempo al Acta de la Independencia, al Acta de los Nublados del Día y al Pacto Social Fundamental Interino de Costa Rica (o Pacto de Concordia, nuestra primera Constitución)? ¿Qué tipo de monitoreo y restauración se les debe dar para que se preserven por más tiempo?
Volviendo a la analogía del con el cuerpo humano, Arrieta indicó que los papeles también necesitan “doctores” que receten los “medicamentos” adecuados a cada “enfermedad”. Precisamente desde 2019 varios grupos de investigación de la Universidad de Costa Rica (UCR) se unieron con los especialistas en conservación del Archivo Nacional para hacer un diagnóstico, un manual de conservación y así preservar esto por más tiempo.
“Requeríamos ese conocimiento para entender mejor cómo preservarlos para las futuras generaciones. El riesgo de deterioro nunca será cero, pero con el monitoreo hacemos lo posible para ralentizarlo y que el impacto sea menor”, expresó el especialista.
Los análisis comenzaron como preparación para el Bicentenario en 2021, pero continúan dando réditos en análisis y formas de preservar estos y otros documentos antiguos, como el Acta de la Anexión del Partido de Nicoya a Costa Rica.
Los científicos realizaron dos tipos principales de estudios, uno sobre hongos y microorganismos que pudieran haber “colonizado” estas joyas patrimoniales y otro sobre la caracterización físico-química del papel y la tinta que se utilizó para escribir en él. Estas pesquisas dieron pie no solo a manuales de conservación, sino también a publicaciones científicas.
Paola Agüero Gamboa, una de las investigadoras y que realizó este estudio como parte de su tesis en Química, explicó que el deterioro de un documento histórico tiene dos tipos de componentes: externos e internos.
Los factores externos serían condiciones ambientales: temperatura, humedad, radiación UV y cuánto han cambiado a través del tiempo. Los factores internos se refieren al tipo de papel y a la tinta, principalmente.
Mavis Montero Villalobos, también química investigadora, detalló que el principal deterioro no es en la actualidad, cuando se encuentra en condiciones controladas de temperatura, humedad y luz, sino en las que tuvo durante el primer siglo y medio.
“Por muchas décadas estuvo en condiciones inapropiadas. No se sabía cómo debía preservarse, no había lugares con las características para hacerlo. Entonces durante muchos años no se le dio esa preservación. No teníamos información de los documentos y sobre cómo ha sido tratado o si alguien intervino”, destacó.
El análisis físico-químico del Acta de la Independencia

El proyecto estuvo a cargo del Laboratorio de Conservación de Patrimonio Cultural (LABCultura) del Centro de Investigación en Ciencia e Ingeniería de Materiales (Cicima) de la UCR, el cual es dirigido por Montero.
Para comenzar el diagnóstico, se tomaron imágenes de infrarrojas y con fluorescencia ultravioleta. El trabajo de campo se realizó durante 2020, tiempo en que la UCR estaba cerrada por pandemia, pero las investigadoras llevaron equipos portátiles para realizar el trabajo en el Archivo Nacional.
En aquel momento el Acta de Independencia estaba en un libro compuesto por los folios de las Actas del Ayuntamiento de Cartago de 1821, y tenía diferentes condiciones que los otros dos.
“Se determinó que, de los tres documentos de 1821, el Acta de Independencia era la que tenía mayor deterioro. Esto se atribuyó a su nivel de ácido de pH, alto contenido de zinc y mayor exposición a la luz, en comparación con los otros dos documentos”, cita el artículo científico publicado en noviembre de 2024 en la revista Journal of Cultural Heritage.
Montero comentó que del Acta de Los Nublados del Día había dos copias disponibles. Una de ellas había sido intervenida décadas atrás con una capa de celulosa para protegerla. Sin embargo, se determinó que esa estaba más deteriorada que la que no había recibido intervención.
¿Qué se sabe del papel y de la tinta?

Agüero comentó que estos documentos fueron escritos en papeles hechos a partir de algodón, que son muy resistentes. No se parecen al papel que vemos actualmente, se puede comparar más con una tela, semejante en grosor a algunos lienzos utilizados para pintar.
“Por eso siguen vivos hasta hoy, son muy resistentes”, resumió.
El problema propiamente es la tinta. Estas actas fueron escritas con tintas llamadas ferrogálicas, muy utilizadas entre la colonia e inicios del siglo XX. Están compuestas por hierro y una serie de ácidos orgánicos provenientes de los árboles. Son resistentes al agua y no se borran, pero representan un problema si las condiciones de acidez, propias de papeles antiguos, no se controlan.
“Cuando las condiciones no están controladas, la tinta ‘se come’ al papel. Es como si el mensaje se autodestruyera y se comiera al papel, uno ve los huecos alrededor”, expresó Agüero.

El análisis microbiológico
El análisis de los microorganismos que estaban en estas actas tuvo participación de otros científicos. Sus resultados se publicaron en 2023 en la revista Plos One.
Estos investigadores también analizaron otros tipos de papel y otros archivos. Uno de ellos era la Constitución Política de 1949, cuyo papel, más moderno, estaba hecho de celulosa y no de algodón, pero fue el que mayor cantidad de hongos presentó.
“Esto sugiere que el papel de celulosa posee características más adecuadas para la colonización de hongos que los papeles más viejos, a base de algodón”, indica la publicación.
Agüero, quien no participó en ese otro estudio, pero sí estudió el papel, lo encuentra lógico: “el tipo de papel con base en algodón no hay invasión de microorganismos. Se preserva de los microorganismos de forma más fácil que con papeles actuales”.
Conservación

Las investigaciones científicas dieron pie a la restauración con la que el Acta de Independencia celebró su Bicentenario, pero también para la conservación que se usa hoy en los documentos históricos.
Se conservan en un depósito con condiciones microclimáticas: espacios acondicionados con temperatura, humedad relativa y luz. Se conservan carpetas que se colocan en contenedores. El acceso es sumamente restringido.
Cada cierto tiempo (un par de años, aproximadamente), los documentos ven la luz para un análisis de parte del departamento de conservación.
“Se elabora algo muy similar a un expediente médico que es una ficha clínica del documento: los deterioros y su estado, y así se define el procedimiento que se utilizará, porque no a todos se les tratará. Si tengo un documento con alto grado de acidez, tengo que aplicar un procedimiento, si tiene hongos, será otro tratamiento”, destacó Arrieta.
Agüero complementó: lo más importante es controlar la acidez. Estas tintas ferrogálicas pueden terminar comiéndose al papel por los metales que tienen. Estos metales oxidan al papel y se lo van comiendo. Una línea de pensamiento puede ser ‘tenemos que proteger el papel de estos metales’ y es importante tener sustancias que protejan estos metales".
“Pero los metales no se pueden comer el papel si no hay acidez. Las tintas ferrogálicas no van a ser un riesgo para el papel si se protege de la acidez. Entonces se le agrega una reserva alcalina que lo proteja del paso del tiempo”, añadió.

La tecnología de la conservación
La tecnología que se utiliza hoy para conservar los documentos no es la misma que en la década de 1990, cuando se inauguró el edificio del Archivo Nacional.
Pero también la tecnología viaja muy rápido. En otros países ya se utiliza la inteligencia artificial como aliada, en Costa Rica todavía no porque los recursos son menores, pero se estudian las posibles opciones.
“El deterioro es inevitable, pero nos encargamos de ralentizarlo, de hacerlo mucho menor y de restaurar lo que se deteriora”, concluyó Arrieta.