En el 2014, el Buró Federal de Investigaciones de Estados Unidos (FBI) decomisó en Indiana 7.000 piezas arqueológicas al reconocido coleccionista Don C. Miller, ingeniero fallecido en el 2015, que recolectó más de 42.000 objetos, incluyendo unos 500 conjuntos de restos humanos.
11 años después, tras un extenso análisis, las autoridades estadounidenses enviaron 13 de esas piezas arqueológicas precolombinas a Costa Rica, uno de varios países de donde fueron tomadas.
Las piezas fueron presentadas este martes en la sede José Fabio Góngora, del Museo Nacional, en Pavas, San José, donde la institución custodia todos los bienes arqueológicos en su poder.
La mayoría son hachas de piedra, usadas como instrumentos de agricultura, principalmente para preparar terrenos para la siembra o para quitar maleza, aunque también hay una ocarina de arcilla creada para personas zurdas, por la posición en que tiene los orificios.
Cleria Ruiz, arqueóloga del Museo Nacional, explicó que la ocarina tiene colores y un diseño que revela que era de la zona sur del país, y fue creada entre los años 800 al 1500 d. C.
Por su parte, se determinó que algunas de las hachas eran de Guanacaste, por la forma y el material que se utilizó. En ellas se aprecian golpes por uso, lo que quiere decir que fueron utilizadas por los indígenas de esa época, y la tecnología utilizada para crearlas indica que datan de aproximadamente el año 300 d. C.
¿Por qué tardaron tantos años en regresar? Los objetos incautados en aquel momento provenían de todo el mundo: todo el continente americano, Asia y el Indo Pacífico, sitios recorridos durante décadas por Miller.
Más bien, Costa Rica es de los primeros países en recibir sus piezas, pues solo el 15% de las mismas han sido devueltas a sus respectivos países, tribus o instituciones de origen.
“Este logro no hubiera sido posible sin la cooperación internacional. La operación del FBI en 2014, considerada la más grande en la historia de esta institución para la recuperación de bienes culturales, abrió el camino para que hoy podamos devolver lo que nos pertenece”, declaró la directora del Museo Nacional, Grettel Monge.
Monge afirmó que el tráfico ilícito de bienes culturales “es una amenaza real que afecta la identidad de los pueblos (...). Hoy estas piezas regresan a su casa, pero no a su hogar, porque fueron saqueadas hace muchos años”.
Por su parte, la encargada de Negocios de la Embajada de Estados Unidos en Costa Rica, Jennifer Savage, explicó que el proceso específico con nuestro país empezó en el 2022, cuando el FBI alertó sobre el hallazgo de las piezas precolombinas en Indiana, pues algunas de ellas fueron marcadas sobre su superficie, con el nombre del país, por el dueño de la colección.
El Departamento de Antropología e Historia del Museo Nacional analizó las fotografías y confirmaron que varias pertenecían a Costa Rica.
“Proteger el patrimonio cultural es un deber legal, así como una responsabilidad ética hacia las generaciones futuras, interrumpir el comercio ilícito de artefactos culturales es parte de un esfuerzo más amplio, al desmantelar redes criminales que muchas veces también están vinculadas con el tráfico de personas, armas y droga”, manifestó Savage.
