
Gaza. En medio de una ofensiva cada vez más intensa por parte de Israel en la Franja de Gaza, la población civil enfrenta una crisis humanitaria sin precedentes, con escasa ayuda internacional y un número de víctimas que sigue en aumento.
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Este jueves, la Defensa Civil de Gaza reportó al menos 52 muertos en bombardeos israelíes, mientras que el ejército israelí emitió alertas de evacuación para 14 barrios del norte del enclave, advirtiendo sobre “operaciones militares de gran intensidad” contra “organizaciones terroristas”.
La nueva escalada ocurre pese a la creciente presión internacional —incluso de aliados clave como Estados Unidos— para que Israel reduzca su ofensiva y facilite el ingreso de ayuda humanitaria.
A principios de semana, el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, declaró estar dispuesto a considerar un alto el fuego temporal y permitir el ingreso limitado de suministros, aunque reiteró que Israel tomará el control total del territorio.
Después de más de dos meses de bloqueo total, Naciones Unidas logró despachar recientemente unos 90 camiones de ayuda humanitaria desde el paso de Kerem Shalom hacia Gaza.
No obstante, el volumen de asistencia sigue siendo muy inferior a las necesidades: antes del conflicto, el enclave de 2,4 millones de habitantes recibía diariamente unos 500 camiones con suministros.

“Temo más al hambre y a las enfermedades que a los bombardeos de Israel”, dice Hosam Abu Aida, un desplazado de Beit Lahia que sobrevive junto a sus hijos en un campamento improvisado.
Cada vez que se anuncia la llegada de ayuda humanitaria, acude a los centros de distribución con la esperanza de recibir algo, pero a menudo regresa con las manos vacías. “El hambre nos está destrozando”, lamenta.
Um Talal al Masri, una mujer de 53 años residente en Ciudad de Gaza, comparte la misma angustia: “Desde hace dos días escuchamos hablar de la ayuda, pero hasta ahora no ha llegado nada. Solamente palabras vacías”.
En los centros de distribución, los comedores populares y las calles de barrios devastados como Al Rimal y Nuseirat, escenas de desesperación se repiten: niños con platos vacíos, personas escarbando las ollas hasta la última cucharada y familias enteras esperando bajo el sol por una bolsa de harina.
“Mis hijos se duermen con hambre todos los días. No queremos más promesas, queremos vivir”, suplica Omar Salem desde un campamento de desplazados en Jan Yunis, en el sur del territorio.
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La ONU insiste en que la ayuda que ha logrado ingresar es “una gota de agua en el océano” de necesidades. Además, denuncia obstáculos por parte de Israel para permitir el paso fluido de los convoyes humanitarios.

Según testigos, cientos de camiones cargados con alimentos, medicinas y productos de emergencia siguen esperando en el lado egipcio de la frontera.
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Mientras tanto, los ataques continúan. El 9 de mayo, la Defensa Civil de Gaza acusó a las fuerzas israelíes de bombardear un centro de distribución de alimentos de la UNRWA en el campo de Jabaliya, matando a cuatro personas.
Israel, por su parte, acusa a Hamás de desviar la ayuda destinada a la población civil, mientras el movimiento islamista asegura que el Estado israelí utiliza “el hambre como arma de guerra”.
Desde el inicio del conflicto, el 7 de octubre de 2023 —tras el ataque de Hamás en territorio israelí que dejó 1.218 muertos y 251 secuestrados, según cifras oficiales—, la ofensiva israelí ha dejado más de 53.000 muertos en Gaza, según el Ministerio de Salud del gobierno de Hamás, datos considerados fiables por la ONU.
Como resume Al Masri: “No es un lujo, es una emergencia. Necesitamos de todo: comida, medicinas, agua potable, productos de higiene. Solo queremos sobrevivir”.