París. De las afueras de París al corazón de la Borgoña, del Pacífico Sur a Bretaña, millones de franceses se movilizaron este domingo para cumplir su “deber” cívico o incluso “evitar una guerra civil”. Otros, desilusionados, prefirieron ignorar las urnas.
Casi 49 millones de electores están llamados a escoger entre el mandatario centrista, Emmanuel Macron, y la ultraderechista Marine Le Pen en el balotaje de la elección presidencial, en plenas vacaciones escolares en Francia.
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En la escuela Trégain, en un barrio sensible de Rennes (oeste), la jornada electoral comenzó “más tranquila que hace dos semanas”, cuando “no hicieron ninguna pausa”, explicó Fabien Toulemonde, de 47 años y secretario del colegio electoral 151.
Yolande Yédagni, una desempleada de 57 años, consideró “un deber ir a votar” y se dice tranquila sobre el resultado de la votación, al contrario que Bernard Maugier, de 76 años. Este jubilado con gorra “NY” aseguró que votó “para evitar una guerra civil”.
“Entre la peste y el cólera, debemos tomar la decisión correcta”, dijo Pierre Charollais, un jubilado de 67 años, abogando por un “voto responsable” en un contexto “particular” por la guerra en Ucrania y la presidencia francesa de la Unión Europea (UE).
‘Ninguna esperanza’
Al sureste de París, en el pequeño centro de votación instalado en una escuela infantil de Maisons—Alfort hay poca afluencia. “La gente vino a votar pronto, hacia las 8 a.m., para marcharse de vacaciones a continuación”, explicó una apoderada.
Los electores acuden con cuentagotas en la mañana. En la fila, Anny Platroze, de 76 años, quien “por primera vez” en su vida no supo por qué candidato votar en la primera vuelta, ya no guarda “ninguna esperanza”. Pero votó, como Katia, una vendedora de 27 años, que lo hizo “sin ninguna convicción, un poco harta” y por “miedo a lo que ocurrirá, según el resultado”. “La gente que se queja y no vota solo puede cerrar la boca”, sentenció Cédric, un ingeniero de 46 años.
Al suroeste de Francia, en los Pirineos, Jean Lassalle, candidato derrotado en la primera vuelta de la presidencial, finalmente decidió abstenerse ante la urna en su colegio electoral de Lourdios—Ichère, constató una fotógrafa de la AFP.
El candidato ruralista, que obtuvo un 3,13% de votos el 10 de abril, anunció en un primer momento que votaría en blanco, pero finalmente decidió que ese sufragio “ya no estaba a la altura” ante una situación “preocupante”, aseguró a la AFP. A miles de kilómetros, en la isla de la Reunión, en el océano Índico, decenas de fieles salen de misa en La Possession, antes de montar directamente en sus vehículos estacionados a pocos metros del colegio electoral.
“Sinceramente, no tengo ganas de meter una papeleta en la urna, no veo el interés. Prefiero pasar tranquilamente mi domingo en familia”, aseguró Emmeline Picard, una joven desempleada de 28 años, que tampoco votó en la primera vuelta.
‘La calle decide’
En Nueva Caledonia, donde dos de cada tres electores no votaron en la primera vuelta, el balotaje se anuncia similar, algo que no sorprende a Steeve Lauret, ya que los independentistas llamaron a abstenerse. Pero el empleado municipal en este territorio francés en el Pacífico Sur consideró que “es el deber de todos interesarse a la vida política del país, de lo contrario no deberían quejarse”.
En Dijon (este), en la región de los vinos de Borgoña, Lucien Chameroy, de 80 años, acudió a votar sin dudarlo. “La gente no se da cuenta. Si no votan y la calle decide, serán las minorías quienes tomen el poder”, aseguró.
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En el colegio electoral 28, situado en barrio modesto en el que el izquierdista Jean—Luc Mélenchon se impuso en la primera vuelta con casi un 30% de votos, Charley Grolleau, de 41 años, reconoció que votó por “un candidato que no es perfecto”. “Pero he votado por convicción”, agregó el hombre, lamentando no obstante una “campaña poco habitual por Ucrania y la covid, que dejó de lado algunos asuntos como la ecología”.