
La periodista palestina Mariam Abu Dagga, de 33 años, murió este lunes en un bombardeo israelí contra el hospital Nasser, en el sur de la Franja de Gaza. Antes de fallecer, dejó una carta a su hijo en la que escribió: “Eres mi amor, mi corazón, mi alma”.
El mensaje, escrito en plena cobertura del conflicto, se ha convertido en un símbolo del costo humano que enfrentan los periodistas en la zona de guerra.
Abu Dagga trabajaba como periodista visual independiente para la agencia Associated Press desde el inicio del conflicto.
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La carta a su hijo refleja su conciencia de los riesgos diarios que implicaba su labor. Más que una nota íntima, el texto transmite el dilema de quienes ejercen el periodismo en Gaza: cumplir con la misión de informar sabiendo que pueden no sobrevivir.
Su muerte ocurrió durante un ataque que dejó al menos 20 víctimas en el hospital Nasser, entre ellas otros cuatro periodistas, médicos, pacientes y trabajadores de rescate.
Las imágenes del segundo impacto fueron registradas por la televisión egipcia Al Ghad mientras varios reporteros transmitían desde el lugar.
Con 33 años, Abu Dagga formaba parte de una generación de periodistas locales que, ante la ausencia de corresponsales extranjeros en Gaza, han asumido la tarea de documentar la guerra desde dentro.
Su labor, como la de muchos colegas, se realizaba en condiciones sin garantías de seguridad, bajo ataques constantes y restricciones al trabajo de la prensa.
La carta como símbolo
El mensaje que dejó a su hijo no solo muestra la dimensión personal de su pérdida, sino que también evidencia la fragilidad en la que se ejerce el periodismo en Gaza.
Según Reporteros Sin Fronteras y el Comité para la Protección de los Periodistas, los ataques contra profesionales de la información en el enclave no son hechos aislados, sino parte de una tendencia de violencia sostenida.
La carta de Abu Dagga se suma a la memoria de más de 200 periodistas que han perdido la vida desde el inicio del conflicto, y subraya que, detrás de cada estadística, hay historias personales marcadas por el amor, el deber y la pérdida.
El bombardeo israelí impactó dos veces en el último nivel de la escalera de incendios del edificio Al Yassine, dentro del complejo del hospital Nasser, donde periodistas solían grabar transmisiones en directo.
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Según las autoridades sanitarias gazatíes, el ataque dejó 20 muertos, entre ellos cinco periodistas, además de médicos, pacientes y miembros de la Defensa Civil.
Entre los reporteros fallecidos figuran Hossam Al Masri (Reuters), Mohamed Salama (Al Jazeera), Mariam Abu Dagga (Associated Press), Moaz Abu Taha (NBC) y Ahmed Abu Aziz (Quds Feed). Además murieron un estudiante de Medicina, un trabajador de seguridad del hospital y un bombero de Defensa Civil.
Al menos siete rescatistas resultaron heridos.
El Ministerio de Sanidad de Gaza calificó el ataque de “horrible crimen”, señalando que el Nasser era el único hospital público operativo en el sur del enclave. Reportó que las operaciones quirúrgicas se interrumpieron y que decenas de heridos quedaron sin atención inmediata.
Reporteros Sin Fronteras (RSF) condenó el ataque y exigió el fin de la impunidad.
Thibaut Bruttin, director general de la organización, cuestionó: “¿Hasta dónde irán las fuerzas armadas israelíes en su acción de eliminación progresiva de la información en Gaza?”.
La ONU ha contabilizado 247 periodistas muertos desde el inicio de la guerra en 2023, mientras que el Comité para la Protección de los Periodistas (CPJ) registra 197. Ambas cifras superan la suma de periodistas fallecidos en la Primera y Segunda Guerra Mundial, Vietnam, Camboya, la ex Yugoslavia y Afganistán.
Según Artur Romeu, director de RSF para América Latina, los ataques no son casos aislados sino parte de un patrón que incluye la destrucción de redacciones y restricciones a la entrada de corresponsales extranjeros.
“En este momento, en la Franja de Gaza solo hay periodistas independientes; ningún medio de comunicación importante ha tenido su propio reportero en territorio palestino desde el comienzo de la guerra”, advirtió.