
En todo cónclave hay un elemento trascendental para dar a conocer si en cada ronda de votación alguien obtuvo los dos tercios de votos necesarios para ser nombrado Papa: el humo o la fumata.
Al terminar cada jornada de votación, en la mañana o en la tarde, la Iglesia le avisa a la feligresía y al mundo el resultado de un modo tradicional. La chimenea en la capilla Sixtina, que da justo a la Plaza de San Pedro, es la protagonista, el humo que despide comunica si hay nuevo Papa o si el cónclave prosigue.
Si el humo es negro, nadie habrá obtenido los votos necesarios y el cónclave prosigue.
Si el humo es blanco significa que sí se obtuvo y el nuevo Papa pronto saldrá a saludar.
El humo proviene de las papeletas. Al terminar cada ronda de votación, estas se colocan en una estufa y se queman.
Se queman en la misma estufa y el humo sale de la misma chimenea, ¿cómo se logra que se dé un determinado color según el resultado?
Explicamos la ciencia detrás de cada color.
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La fumata negra

Para generar el humo negro, se queman las papeletas con perclorato de potasio, antraceno y azufre.
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Esta mezcla da como resultado un humo denso y oscuro.
La fumata blanca

La fumata blanca es símbolo de celebración, por lo que quienes la emiten deben cerciorarse de que se distinga que sea blanca y no se confunda con otro color.
Para lograrlo las papeletas se queman con una mezcla de clorato de potasio, lactosa y colofonia (resina de pino). Así se produce un humo claro y blanquecino.
Desde 2005, cónclave que eligió a Benedicto XVI, también se tocan las campanas del Vaticano, para así confirmar la elección de un nuevo Papa y que las personas estén atentas para escuchar el tradicional Habemus Papam.
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Al oír esta frase, la congregación sabe que está a minutos de conocerlo, saber el nombre que escogió y recibir la primera bendición Urbi et orbi (a la ciudad y al mundo).