Tener una casa propia se ha convertido en una tarea más difícil con el paso del tiempo y esto, como es esperable, afecta principalmente a las generaciones más jóvenes.
Este es un fenómeno que se ha estudiado internacionalmente y que responde a múltiples factores; entre ellos, el estancamiento de las remuneraciones por los avances tecnológicos, el encarecimiento de los suelos por una mayor demanda y una menor oferta de los mismos (aparejada con el crecimiento de la población) y por la falta de políticas públicas más ambiciosas.
En Costa Rica existen mediciones sobre la tenencia de vivienda por edad y parecen confirmar que el sueño de la casa propia ya no es una realidad para la mayoría de quienes son menores de 40 años. ¿Qué nos dicen específicamente?
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Nota técnica: Antes de analizar los datos, vale la pena aclarar de dónde provienen. El Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC) los obtiene todos los años como parte de la Encuesta Nacional de Hogares (Enaho) y, para este artículo, utilizaremos el análisis más reciente de los mismos que alaboró el Centro de Estudios del Negocio Financiero e Inmobiliario (Cenfi).
Los datos
Los datos sobre la tenencia de vivienda en Costa Rica nos dibujan un panorama claro: los jóvenes están subrepresentados como tenedores de vivienda, tienen una menor cantidad de casas propias, son más dependientes de terceros y optan en mayor medida por alquilar.
Existen cuatro datos, principalmente, que respaldan todas esas afirmaciones:
— El primero, las personas jefas de hogar con edades de entre 15 y 39 años son solo un 20% del total: este es un número relativamente bajo, si se toma en cuenta que la población de 15 a 39 años representa un 35% de la población total del país.
— El segundo, solo un 46% de los jefes de hogar con edades de entre 15 y 39 años dicen poseer una vivienda propia (totalmente pagada o en trámite de pago a plazos): otro número relativamente bajo, si se compara con los registros de tenedores mayores de 60 años (88%) o de entre 40 y 59 años (73%).
— El tercero, que hasta un 11% de los jefes de hogar con edades de entre 15 y 39 años dicen que su vivienda es cedida o prestada por otros: un porcentaje más alto que el de personas mayores de 60 años (4,5%) o de entre 40 y 59 años (6,7%).
— Y el cuarto y último, que dos de cada cinco jefes de hogar con edades de entre 15 y 39 años dicen alquilar su vivienda: el doble de la cifra general en el país.
En términos generales, los jefes de hogar (que viven en una vivienda por cuenta propia) de entre 15 y 39 años son apenas 366.000.
Pero, de ese gran total, solo 144.000 viven en casas propias totalmente pagadas y 25.000 en casas propias en trámite de pago; mientras que 152.000 los hacen en viviendas alquiladas (casi la mitad del mercado del alquiler en el país) y 40.000 en viviendas cedidas o prestadas por terceros.
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Las explicaciones
Según Melizandro Quirós, director ejecutivo del Cenfi, sí existen suficientes indicios para decir que “era más fácil comprar vivienda o lote en el pasado”.
En ese sentido, argumentó cuatro razones clave:
— Demanda poblacional: “La población y la demanda por la tierra en el pasado, hace 25 o 50 años, no era tan fuerte como hoy, cuando la población se ha duplicado”.
— Oferta urbana: “La mayor demanda por vivienda en el tiempo, atendida de forma privada y pública (a través de vivienda social), ha provocado en el tiempo una reducción acelerada del suelo urbano disponible”.
— Costos de la construcción: “El modelo constructivo costarricense tiene un alto componente importado, lo cual ha hecho que el costo de construcción se vea impactado por los costos internacionales”.
— Acceso a financiamiento y la política pública: “El acceso al financiamiento o crédito en el pasado estuvo muy influenciado por políticas públicas que estimularon el crédito habitacional. Además, el sistema de evaluación de crédito en los últimos 20 años cambió e hizo que la posibilidad de calificar como un deudor de vivienda se complique, especialmente a los más jóvenes”.
No obstante, no solo estos fenómenos explican los cambios relacionados con la tenencia de vivienda entre generaciones. También hay que tomar en cuenta cambios de patrones en otras áreas.
Por ejemplo, cada vez es menos común que personas jóvenes se mantengan por tiempos especialmente largos en los mismos puestos de trabajo, lo cual genera menores condiciones de arraigo a lugares específicos y de estabilidad para el compromiso con el pago de vivienda a largo plazo.

¿Y por qué debería de importarnos este tema?
Si bien muchas de las viviendas en poder de personas mayores usualmente terminan pasando a manos de personas más jóvenes, en forma de herencia, la dificultad que enfrentan las poblaciones más jóvenes para acceder a casa propia es una limitación económica relevante y que reduce su capacidad de consumo.
Asimismo, también ha sido ampliamente estudiado que la mayor dependencia de las herencias como mecanismo de adquisición de vivienda perpetúa la desigualdad social, en contra de quienes no tienen acceso a esos bienes familiares.