
En solo dos días, Costa Rica vivió dos amenazas de ataque armado que encendieron las alarmas en centros educativos y obligaron a evacuar a miles de personas.
La primera ocurrió en la Universidad de Costa Rica (UCR). Un día después, otro hecho similar sucedió en el Liceo de Santo Domingo, en Heredia. Y, es probable que este tipo de situaciones sigan ocurriendo en el país.
En este Explicador conversamos con Thais Fonseca, directora de Criminología en la Universidad Libre de Costa Rica (Ulicori), para conocer cuáles son las señales ante un posible ataque armado, el papel que deben asumir las instituciones y cómo puede estar alerta la ciudadanía.
Identificar la amenaza
Identificar la veracidad de una amenaza de ataque armado es un proceso complejo. Según Fonseca, la línea entre distinguir si un mensaje es real o una simulación es, por ahora, muy difícil de establecer.
Esto ocurre porque las amenazas pueden adoptar distintas formas: correos electrónicos, mensajes en redes sociales o publicaciones anónimas, lo que complica rastrear su procedencia o verificar su veracidad.
Aunque existen mecanismos técnicos para intentar determinar su origen, estos procedimientos requieren tiempo y coordinación con autoridades especializadas. Ante este escenario, lo recomendable es que la institución no se arriesgue y dude sobre si es una amenaza falsa o no.
“No se puede jugar con la posibilidad de que sea una broma. Lo importante no es comprobar si la amenaza es real o no, sino tener un protocolo claro de atención”, señaló.
La especialista advierte que, muchas veces, la respuesta inmediata ha sido evacuar los edificios, pero esa medida no siempre es la más segura.
“Si la persona que emitió la amenaza se encuentra dentro de la institución, una evacuación desordenada puede generar más caos o poner a la gente en riesgo”, explicó.
Fonseca insistió en que, más que identificar señales, la clave es que las instituciones cuenten con protocolos coordinados con cuerpos como la Fuerza Pública, la Policía de Tránsito y las policías municipales, para que la atención sea ordenada, rápida y segura.
Estos planes deben contemplar diferentes escenarios, no solo evacuaciones; entre ellos, la restricción temporal de ingreso, la verificación de objetos sospechosos o la activación de equipos de evaluación de riesgo internos.
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Perfil del atacante activo
Fonseca advierte que el perfil de quienes emiten amenazas o cometen ataques es un tema delicado, ya que no todos los casos responden al mismo patrón.
Aun así, existen características comunes que permiten entender el contexto del llamado “atacante activo”:
1. Aislamiento y frustración.
La criminóloga explica que estas conductas suelen presentarse en población joven, especialmente adolescentes o adultos jóvenes que han estado aislados o con poca interacción social.
Este comportamiento se relaciona con la teoría de la tensión y la frustración sociológica, que plantea que las personas experimentan frustración cuando no logran cumplir las metas que la sociedad espera de ellas, como estudiar, tener un empleo estable o formar una familia.
2. Exposición constante a la violencia.
Fonseca señala que el incremento de homicidios y delitos en el país ha generado un entorno donde la violencia se asimila como parte de la vida cotidiana.
Esta exposición puede hacer que algunas personas interioricen patrones violentos en respuesta a la frustración o al desarraigo social.
3. Búsqueda de poder y control.
Quienes cometen estas amenazas o actos suelen tener como objetivo generar caos colectivo. Buscan ejercer poder de manera oculta a través del miedo, y exponer la vulnerabilidad de las instituciones.
“Entre más caos se genere, más se alimenta el ego de quien cometió el hecho. Ese caos colectivo estimula y fomenta que el evento se repita en varias ocasiones”, explicó Fonseca.
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Señales de alerta
Expertos indican que las señales de alerta de un posible ataque armado incluyen comportamientos, preparativos o circunstancias inusuales que pueden anticipar la intención de violencia.
Entre las características identificadas destacan:
- Personas que hablan de cometer ataques o hacen amenazas, incluso en tono de broma.
- Interés repentino por armas o materiales peligrosos.
- Cambios drásticos de conducta: aislamiento, agresividad o resentimiento hacia grupos o instituciones.
- Búsqueda de reconocimiento o martirio, expresada en mensajes o publicaciones con tintes extremistas o de victimización
Imitación y caos
Según la criminóloga, detrás de las recientes amenazas de ataques armados hay un fenómeno de imitación. Una vez que ocurre un evento de este tipo, como el de la UCR, es esperable que se reproduzca en otros escenarios.
Este fenómeno ocurre porque, los supuestos atacantes observan el caos y el miedo que se generaron, y buscan replicar ese impacto.
Es por ello que el perfil del atacante es diferente en cada caso, ya que algunas amenazas pueden originarse por esa imitación, más que por una motivación personal.
Este comportamiento se vincula con el concepto de atacante activo, una figura que nació en Estados Unidos con la idea del “tirador activo” y que, con el tiempo, se ha “tropicalizado” en Costa Rica.
Ahora no solo se habla de armas de fuego, sino también de cuchillos u otras armas blancas, adaptando la conducta al contexto local.
Esta situación es impulsada en las personas por la alta exposición a la violencia, la criminalidad y el aislamiento social.
Alerta comunitaria
Debido a que resulta difícil determinar si una amenaza es real o no, la criminóloga recalca que la respuesta debe centrarse en la vigilancia activa y en un manejo responsable del entorno social.
Por eso, dijo, se debe:
1. Mantener la calma.
El primer paso es evitar el caos colectivo. Reaccionar con pánico o difundir información sin confirmar puede amplificar el miedo y alimentar el ego del perpetrador, fomentando la repetición del evento.
2. Fortalecer la vigilancia y comunicación vecinal.
Las redes comunales o vecinales son la herramienta más eficaz para reaccionar ante una posible amenaza. Mantener una comunicación constante permite compartir observaciones sobre situaciones inusuales y alertar si se detecta la presencia de una persona desconocida o un comportamiento extraño en la zona.
3. Notificar a las autoridades.
Ante cualquier señal de riesgo, la acción correcta es alertar de inmediato a las autoridades. Esto incluye contactar a la policía municipal o a la Fuerza Pública para que verifiquen la situación.
4. Realizar pruebas de señal.
Fonseca también recomienda que las comunidades realicen simulacros o pruebas de señalización para saber cómo actuar ante una emergencia real. Esto ayuda a coordinar respuestas más rápidas y a mantener la calma en momentos de crisis.
