Su nombre, poco común, Dyalá, lo lleva como homenaje a la hermana mayor de su papá, quien se llamaba así. Fue una decisión de sus padres, asegura. Sobre el significado, recuerda que su papá le decía que es “regalo de Dios”, pero tras investigar, ella descubrió que en árabe significa “pradera o lugar muy verde”.
“El origen es más afectivo que por un significado”, señala. Comenta que su nombre le ha generado problemas debido a la dificultad para escribirlo y pronunciarlo. “Cuando tenía nueve años, quería cambiarme el nombre”, menciona, la opción era llamarse Andrea. Señala que la razón fue porque su Dyalá le causaba inconformidad en la escuela, ya que era muy tímida, recuerda. “Me decían Diana, Dylan, Dayla”, rememora. La respuesta de su mamá fue que podría tomar la decisión cuando cumpliera 18 años. Llegó a esa edad, pero la idea ya estaba descartada.
Dyalá Jiménez Figueres nació en el Hospital México en marzo de 1972, durante el último mandato de su abuelo, José Figueres Ferrer, como presidente de la República. En ese entonces, su papá, Danilo Jiménez Veiga, era ministro de Trabajo. Es la mayor de dos hermanos. “En mi casa se desayunaba, almorzaba y cenaba política”, refiere.
Comenta que su mamá, Muni Figueres Boggs, es 24 años menor que su papá, quien falleció en 1996. Creció en Barrio Otoya, cerca de la línea del tren, por lo que con sus amigos solían “competir” con la velocidad del ferrocarril. “Tuve una vida absolutamente de barrio”, asegura.
Destaca que disfrutó esa etapa, calificándola como una “infancia feliz”. “Mi vida de barrio fue muy alegre”, dice, refiriéndose a los tres niños y tres niñas que componían su “pandilla”, con quienes jugaba kickball, se subían a los árboles de corcho y vendían las frutas que recogían de los árboles de su casa. “Yo salía con una canasta”, recuerda.
Rememora que en esa etapa su papá era “sumamente estricto”, muy exigente con la disciplina y austero en cuanto al consumo de ella y su hermano José Martí, nacido el día de Navidad de 1973. Por otro lado, su mamá era “muy amorosa”, pero aclara que “no era alcahueta para nada”, ya que tenía un estilo diferente, basado en incentivos y el ejemplo, no en castigos.
Dyalá tiene además dos medios hermanos mayores, Carlos Danilo y Anarela, del primer matrimonio de su papá, quienes actualmente viven en Perú. También menciona a David Gutiérrez, un primo segundo al que considera como un hermano.
Aprendió sus primeras letras en el Liceo Francés. Durante el primer grado, su familia se trasladó a México, donde su papá había conseguido un cargo en una de las instancias de las Naciones Unidas. Ahí continuó aprendiendo francés y vivió dos años. Por la ascendencia estadounidense de su mamá, pasaron un par de meses en Estados Unidos perfeccionando su inglés. Al regresar a Costa Rica, ingresó al Colegio Lincoln desde cuarto grado.
En su adolescencia, comenzó a salir con su círculo de amigos de colegio hacia barrios cercanos como Escalante y la zona de Guadalupe. “Íbamos en bus y caminábamos; las salidas eran al cine o a comer”. A pesar de su cómoda situación económica, Dyala aclara que usaban buses por indicación de su papá.
“Mi hermano y yo íbamos en el bus de la escuela. Ya los fines de semana teníamos mucha libertad, pero no teníamos chofer ni carro, no sabíamos manejar. Era otra época, tenía compañeros con mucho dinero, pero mi situación era distinta, mis papás eran funcionarios, no teníamos esas oportunidades”.
En 1988, mientras cursaba el cuarto año de secundaria, su papá fue nombrado embajador en Estados Unidos por el expresidente Óscar Arias. A los 16 años, continuó sus estudios en una escuela pública de Maryland, donde se graduó. “Mis papás no podían pagar y no querían una escuela privada. Fui a una excelente escuela”.
Sus habilidades deportivas
Dice que en la secundaria practicó baloncesto, aunque no destacó. “Era muy querida y disciplinada, pero malísima”, comenta entre risas. “El entrenador me dijo, entre líneas, que la razón por la que estaba era porque tenía buen espíritu de equipo; siempre estaba en la banca”. Luego ingresó al equipo de atletismo, donde le fue mejor en las carreras de relevo. Dejó de correr recientemente, “porque me duele todo”. Su inclinación por el deporte vino por influencia de su papá.
“En la adolescencia nos acercamos mucho. Mi papá era genial, un hombre extraordinario, muy completo”. Lo recuerda como una persona dedicada a la justicia social, que veía la formación profesional como una herramienta fundamental.
Al graduarse, regresó con su hermano a Costa Rica en 1990. Decidió estudiar Derecho en la Universidad de Costa Rica (UCR). Tuvo la oportunidad de estudiar en Francia, pero la universidad en ese país la intimidó durante su primer viaje familiar a Europa.
En ese momento, sus padres se quedaron en Estados Unidos y acordaron con su tío José María Figueres Olsen, expresidente de la República (1994-1998), que se trasladara a la casa del Barrio Otoya “con los hijos adentro”.
Dyalá relata que su tío buscaba un sitio céntrico para sus actividades políticas. Posteriormente fue el cuartel central de la campaña electoral. Tiempo después se enteró que sus padres optaron por quedarse en Estados Unidos debido a que su papá fue diagnosticado con leucemia.
Durante sus años universitarios empezó a trabajar medio tiempo. Al graduarse, su primer empleo fue como asesora del vicepresidente de la República, Rodrigo Oreamuno. Luego regresó a Estados Unidos para estudiar una maestría en Derecho Internacional. En 1998, consiguió trabajo como pasante en un bufete de abogados en Francia, en el área de Arbitraje Internacional.
Entre sus pasatiempos destaca el cine. “Me iba al Variedades (en San José), sola, y en París también lo hacía, además de correr y trabajar hasta la madrugada”. Posteriormente, trabajó en la Cámara de Comercio Internacional (CCI) en el equipo de Arbitraje Internacional con sede en París.
En ese tiempo conoció a su esposo, el español Roberto Álvarez, quien trabajaba en la empresa Peugeot. Se casaron en 2003 en Francia y la luna de miel fue en Costa Rica. Tras el matrimonio, se trasladaron a Chile por el trabajo de su esposo, donde nacieron sus hijos Daniel (2005) y Adrian (2007). En Chile, Dyalá inauguró la oficina de la CCI para América Latina y fue profesora universitaria.
Su ‘adicción’ por el trabajo
Se declara adicta al trabajo. “Me gusta mi trabajo y hacerlo bien; es cansado y creo que a veces se me va la mano”. Con el embarazo avanzado de su segundo hijo, decidió regresar al Derecho aplicado, trabajando en un bufete en Chile. Posteriormente, se independizó y en 2011 fundó DJ Arbitraje, una oficina especializada en Arbitraje Internacional, ahora establecida en Escazú.
Por razones afectivas, regresaron a Costa Rica en 2013. Comenzó a trabajar como asesora del entonces ministro de Hacienda, Édgar Ayales (fallecido), y más tarde tuvo una breve incursión en el Partido Liberación Nacional (PLN) antes de volver al sector privado.
En 2018, fue nombrada ministra de Comercio Exterior (Comex), cargo que había ejercido su mamá en 1986, cuando se creó esta cartera. “Fue chiripa”, menciona. Entre las prioridades de su progenitora cita la inserción de Costa Rica y la región en la economía global.
Su designación en Comex fue parte de un acuerdo de concertación política al inicio del gobierno del expresidente Carlos Alvarado y coincidió con el proceso de adhesión del país a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), en el que estuvo involucrada. Renunció dos años después por diferencias conceptuales en la política pública.
Dice que una de sus “religiones” es la naturaleza, por lo que decidió regresar a Costa Rica. Es aficionada a la lectura, especialmente del género de novela de no ficción y la literatura clásica. También se declara apasionada por el baile.
Aclara que nunca participó en concursos de belleza. “No soy muy alta, ni se me ocurría (risas). Además, en mi entorno de los años ochenta había un prejuicio horrible contra las mujeres bonitas, a quienes se consideraba que no podían ser inteligentes; se encasillaba a la gente”.