Al escuchar el nombre de José María Castro Madriz, probablemente se piensa en el primer presidente de la República de Costa Rica, allá por 1848. Sin embargo, en la actualidad existe un costarricense con ese mismo nombre, responsable de diseñar varias de las monedas coleccionables que el Banco Central de Costa Rica (BCCR) lanzó en los últimos años para conmemorar hitos de la historia patria.
Su nombre no es una casualidad. Su padre lo llamó así en honor a su abuelo, Ricardo Castro Meléndez, profesor de la Universidad Santo Tomás, quien valoraba profundamente al expresidente pues eran primos segundos. Además, por parte de su madre, el actual José María Castro Madriz sería primo quinto del expresidente.
El José María Castro Madriz contemporáneo diseñó las monedas coleccionables para celebrar el Bicentenario de la Independencia, el 175 aniversario de la República (fundada por su homónimo), y los 200 años de la Anexión del Partido de Nicoya. Este diseñador gráfico, quien también es profesor en la Universidad de Costa Rica (UCR), recuerda que todo se inició como un proyecto de tesis de licenciatura, el cual comenzó en 2011.
Lo que nació como una idea se materializó en 2020, cuando el entonces presidente del BCCR, Rodrigo Cubero, le solicitó diseñar las monedas para la celebración de los 200 años de Independencia patria. Castro comenta que el proceso de diseño duró más de un año y agradece que Cubero incluyera el mar patrimonial en el mapa de Costa Rica que aparece en las monedas, lo que permitió la inclusión de la Isla del Coco.
Aclara que en las monedas que diseñó nunca fue lo económico lo que prevaleció, ya que cada contrato se firmó por un monto simbólico de ¢1.000.
El nombre que heredó sigue siendo motivo de confusión y anécdotas en su vida cotidiana. “Cuando hablo por teléfono y doy mi nombre, piensan que los estoy molestando. A veces, incluso, he tenido que mostrar mi cédula para que me crean. No es algo que yo haya escogido, pero es parte de mi historia”, comenta con humor.
La misión encomendada por ‘Don Pepe’
Era el año 1988, cuando Castro Madriz se graduaba de sexto grado en la Escuela Porfirio Brenes, en Moravia. Entre los familiares de los estudiantes se encontraba el expresidente José Figueres Ferrer, quien notó la presencia de un niño con el mismo nombre de otro expresidente.
El artista plástico recuerda que ese día, “don Pepe” le encomendó una misión importante: “Usted tiene un gran nombre y una responsabilidad muy grande con él”, le dijo. Desde ese momento, el joven Castro Madriz comenzó a comprender el peso simbólico de su nombre.
“Fue como una mezcla de bendición y maldición”, comenta. “Tenía una presión extra que mis compañeros no tenían. Un profesor de música, incluso, me dijo que era mi obligación conocer todos los himnos patrios, por mi nombre. Ahí entendí que era algo diferente, algo que solo yo debía llevar”, evoca de su infancia.
Esos recuerdos forjaron la personalidad que hoy posee. Al hablar con Castro Madriz, es fácil notar su cariño por la patria y la historia de Costa Rica, aunque esto no definió por completo el destino que lo llevó a convertirse en diseñador numismático. Desde antes de graduarse en la escuela, ya sentía afición por el dibujo.
Relata que unió su gusto por la historia y el arte para elegir su carrera universitaria y, posteriormente, diseñar las monedas que conmemoran algunos de los hitos más importantes de Costa Rica. Aunque le preocupaba cómo recibiría la gente su trabajo, se sintió gratamente sorprendido con la acogida.
“No pensé que un diseño mío pudiera causar ese impacto. Me llena de orgullo que la gente valore tanto las monedas; muchas personas ni siquiera las pusieron en circulación porque las guardaron como recuerdo. Eso me halaga”, confiesa.
Aunque la experiencia ha sido en gran parte positiva, Castro Madriz percibe una “parte negativa” en el mercado secundario que se ha generado alrededor de las monedas coleccionables que diseño.
“Me genera sentimientos muy negativos ver cómo algunas personas acaparan las monedas y las revenden hasta nueve veces su valor original. Para mí, estas piezas no deberían ser un negocio; si yo no hago negocio con esto, creo que, por ética, otros tampoco deberían aprovecharse de la gente”, lamenta.
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También le entristece que el Banco Central no haya establecido un departamento dedicado al diseño numismático, considerando el evidente éxito de estas piezas. Piensa que, a partir de la moneda del Bicentenario, se formó una fuerte comunidad de coleccionistas. Castro Madriz es miembro de la Asociación Numismática Costarricense, que actualmente tiene unos 250 integrantes de todas las edades.
Tras el último lanzamiento de una moneda de colección —la del Bicentenario de la Anexión del Partido de Nicoya—, Castro Madriz admite que para él se cierra una etapa, pues no ha recibido ninguna otra propuesta para diseñar otra moneda. Sin embargo, aún no cierra las puertas a seguir haciendo diseños en caso de que el Banco Central lo vuelva a llamar, porque lo ve como un “deber con la patria”, aunque de momento no ve eso como una posibilidad real.
“Para mí se cierra un ciclo, una luz inmensa. Porque si bien me llamo José María Castro Madriz, no soy José María Castro Madriz. Es como si no tuviera nombre propio, pero el diseño de las monedas fue mi forma de hacer un homenaje”, concluyó el artista.