
¿Afecta el cambio climático al planeta? De acuerdo con un informe del Programa del Estado de la Nación, ya para el 2017, ocho de cada diez costarricenses pensaban que sí y que la situación era atribuida a la acción humana.
Sin embargo, la pregunta es: ¿cuántos de ellos están claros de que esta realidad es cada vez más visible en nuestro país?
Como las imágenes hablan por sí solas, La Nación hizo una selección de fotografías que retratan, en parte, cómo la crisis climática ha golpeado la naturaleza de Costa Rica. También consultó especialistas y revisó estudios sobre el tema.
De acuerdo con el biólogo de Mar Viva, Gustavo Arias, entre las afectaciones más evidentes está lo que sucede con la subida del nivel del mar en algunas zonas costeras y lo que se proyecta para ciertos puntos de continuar la tendencia.
¿Por qué sucede esto? En síntesis, la razón es que los gases de efecto invernadero que se acumulan en la atmósfera, producto de la combustión de hidrocarburos y otras fuentes, aumentan la temperatura superficial del agua e incrementan el nivel del mar debido al deshielo de los polos.

“Hay estudios que indican que para finales de siglo, sectores de Puntarenas, como la parte del estero, por ejemplo, podrían desaparecer, debido a la subida del mar. En Caldera también hemos visto grandes oleajes que impactan la infraestructura y hay playas afectadas por la erosión, como en Paquera”, comentó Arias, quien advirtió que, con los años, habrá un mayor número de zonas proclives a inundaciones.
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Investigadores del Centro de Investigación en Ciencias del Mar y Limnología de la Universidad de Costa Rica, vienen explicado, desde hace algunos años, que debido a la concatenación de una serie de fenómenos derivados del cambio climático, la avanzada erosión de sitios costeros se nota en el 40% de las playas de Punaterenas, Limón y Guanacaste, en lugares como Moín, Cahuita, Bahía Ballena, El Coco, Sámara, Esterillos y otros.
Asimismo, debido a estos procesos de erosión y a la salinización, algunos humedales y acuíferos pueden dañarse, comprometiendo la disponibilidad de agua dulce.
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Corales, delfines, ballenas y tortugas
Según el biólogo Arias, otra muestra del impacto del cambio climático está en el daño de los corales. El llamado Fenómeno del Niño, pero también el calentamiento global que modifica la alcalinidad del mar (este se vuelve más ácido) han lesionado algunos de estos ecosistemas, tanto en el Pacífico como en el Caribe.
De igual manera, con el aumento en la temperatura de la atmósfera y del océano, los científicos muestran angustia porque muchas especies de seres vivos, menos tolerantes a las variaciones, se están desplazando, poco a poco, a zonas más templadas.
En un reportaje de La Nación, publicado en setiembre del 2018, personeros de la Fundación Keto, explicaron el riesgo que corren los delfines que se alimentan de peces, usualmente disponibles en aguas menores a los 28°C.
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Si la temperatura aumenta, los peces van a movilizarse a aguas más frías y más lejanas de la costa y con ellos, se irán los delfines.
Las ballenas también prefieren aguas templadas para reproducirse y tener a sus crías. No obstante, si la temperatura aumenta, es probable que busquen otras zonas; algo que angustia a los habitantes de Bahía Ballena, en el Pacífico Sur, cantón de Osa, Puntarenas, donde el avistamiento de estos cetáceos es una actividad por excelencia.

Ahora, veamos el caso de las tortugas. Muchas se alimentan de medusas (llamadas hilos de oro) que por lo general se encuentran en aguas templadas o frías. Ellas también podrían verse afectadas.
Trabajos realizados en Playa Grande, en el pacífico, por Leatherback Trust (una organización dedicada a proteger a la tortuga baula), muestran que las altas temperaturas inciden en que se produzcan más nacimientos de tortugas hembras, lo cual plantea un problema a futuro. Así lo dio a conocer un artículo publicado por el medio costarricense Ojo al Clima, en abril del 2018.
Estos animales definen su sexo a partir de la temperatura que recibieron los huevos en la arena y, a mayor calor, menos probabilidades de que nazcan machos.

Páramos e insectos
En setiembre pasado, en un artículo publicado La Nación, los investigadores Bert Kohlmann, profesor de la Universidad EARTH, Ángel Solís, entomólogo del Museo Nacional de Costa Rica y el geólogo Guillermo Alvarado, advirtieron que los páramos costarricenses podrían llegar a desaparecer por causa del cambio climático.
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Los resultados de las proyecciones y estudios que se han hecho, son alarmantes, dijeron. “Se cree que los páramos volcánicos en el Irazú y Turrialba desaparecerán al 2100 y el resto se reducirá de manera ostentosa; pasará a solo unas 639 hectáreas, lo que condenaría a gran cantidad de especies a su extinción”, puntualizaron.
Mencionaron el peligro que corren insectos como el escarabajo Ateuchus alutacius que vive en la Fila Costeña (montañas que se elevan entre la península de Osa y la cordillera de Talamanca, y se extienden entre Quepos y la frontera con Panamá). Este animal, al poseer alas reducidas, es incapaz de volar y llegar a zonas más favorables para contrarrestar el calentamiento global.
Mientras tanto, en el mariposario de la Universidad de Costa Rica, ubicado dentro de la reserva Leonelo Ovido, los biólogos, preocupados por la situación climática, estudian el comportamiento de las mariposas, insectos considerados como bioindicadores, ya que son muy sensibles a los cambios en su hábitat.
Modificaciones en los patrones de humedad, sol y lluvia, entre otros, pueden afectar la longevididad y ciclo de vida de estos vistosos insectos.
La bióloga y entomóloga Carmen Rojas, explicó que durante la presente época lluviosa, que se caracterizó por tener más sombras que precipitaciones, han notado que algunas de las mariposas analizadas murieron más rápido y no pudieron desarrollarse adecuadamente.
Una mariposa conocida como “espejito” (Greta morgane) , que efectúa migraciones altitudinales en Costa Rica, inquieta al biólogo Ricardo Murillo, pues durante la estación seca, esta especie necesita de las quebradas para llegar a lugares altos. Al haber más sequía, no logran completar su trayecto, contó a La Nación.
En esta reserva de la UCR, Murillo, de igual manera, analiza el comportamiento de otros bioindicadores, como musgos, líquenes y hongos, sensibles a la falta de humedad. Aunque no hay estudios para establecer una relación directa con el cambio climático, lo cierto es que estos organismos también se han enfrentado a una reducción en sus poblaciones, debido al déficit de lluvias, algo típico durante el Fenómeno del Niño.
***Colaboraron en esta información: Mayela López, fotoperiodista de La Nación y Marvin Caravaca, editor gráfico de Grupo Nación