
En las paredes de peñascos del desierto de Nefud, al norte de Arabia Saudita, arqueólogos encontraron grabados rupestres de camellos, íbices, asnos salvajes, gazelas y auroques, algunos de ellos de tamaño real y con una antigüedad aproximada de 12.000 años.
Estas figuras, talladas en rocas ubicadas incluso a 39 metros de altura, apuntan a un importante valor simbólico y posiblemente funcional, al indicar la ubicación de fuentes de agua durante una etapa más húmeda de la región.
Este hallazgo forma parte del proyecto internacional Green Arabia, que investiga los efectos de los cambios climáticos y los desplazamientos humanos en la Península Arábiga, especialmente durante el periodo entre 10.000 y 6.000 años atrás, cuando el actual desierto contenía pastizales y lagos estacionales.
El equipo científico identificó 176 grabados distribuidos en 60 paneles ubicados en tres áreas inexploradas: Jebel Arnaan, Jebel Mleiha y Jebel Misma.
Según el estudio publicado el 30 de setiembre en la revista Nature Communications, la expedición documentó que 130 de esas figuras representaban animales de tamaño natural.
Entre los hallazgos más notables está un panel de camellos sobrepuestos, lo que indica una intención de destacar su presencia en espacios visualmente desafiantes. La altura del grabado también refuerza su importancia simbólica para las comunidades que habitaron la zona.
En capas arqueológicas situadas directamente debajo de estos grabados, los investigadores localizaron una herramienta de piedra utilizada para su elaboración. La datación por luminescencia, que determina cuándo un sedimento fue expuesto por última vez a la luz solar, confirmó que la herramienta se depositó hace unos 12.000 años.
Agua en medio del desierto
Los grabados rupestres revelan una reocupación del desierto arábigo tras un periodo de sequía extrema ocurrido al finalizar la última era glacial. Durante esa reactivación ecológica, surgieron nuevamente lagos estacionales, que facilitaron la presencia humana en zonas áridas.
Los investigadores señalan que estas representaciones servían como referencias visuales para marcar la ubicación de fuentes de agua, fundamentales para los primeros desplazamientos humanos hacia el interior del desierto.
Aunque se desconoce con certeza por qué los artistas eligieron representar específicamente camellos y otros animales, las figuras evidencian una forma de comunicación visual adaptada al entorno hostil.
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