
Hace 360 millones de años, un pez de aspecto imponente dominaba los mares que cubrían la región donde hoy se ubica Cleveland, en Estados Unidos. Se trataba del Dunkleosteus terrelli, un depredador blindado de más de cuatro metros que ocupó la cima de la cadena alimentaria en el Devoniano Superior.
Este animal formó parte del grupo de los artrodíros, peces con armadura ósea y mandíbulas articuladas. Su cráneo macizo y sus láminas afiladas en lugar de dientes lo convirtieron en una figura emblemática de los museos de historia natural. Sin embargo, desde 1932, casi ningún estudio regresó a sus fósiles para examinar en detalle su estructura.
Un nuevo estudio dirigido por la Case Western Reserve University acaba de cerrar esa brecha científica. El trabajo, publicado el 20 de noviembre en la revista The Anatomical Record, aplicó técnicas modernas sobre decenas de ejemplares conservados en el Museo de Historia Natural de Cleveland.
Una estructura más compleja de lo esperado
Los científicos descubrieron que casi la mitad del cráneo del D. terrelli estaba compuesto por cartílago, una proporción mucho mayor a lo estimado. Esta condición sugiere que su mandíbula era más flexible y compleja en términos biomecánicos.
También detectaron un gran canal óseo asociado a músculos faciales parecidos a los de tiburones y rayas modernas, un rasgo raro en peces del periodo Devoniano. Este hallazgo convierte al “Dunk”, como lo llaman los investigadores, en una de las pruebas más claras de convergencia evolutiva con especies actuales.
Un linaje con evolución distinta
Otra revelación del estudio es que las láminas óseas del D. terrelli, utilizadas para capturar presas, no eran equivalentes a dientes reales. A diferencia de otros artrodíros que conservaban dentaduras verdaderas, esta especie y sus parientes perdieron los dientes en su evolución. En cambio, desarrollaron estas estructuras óseas de forma independiente como una adaptación a la caza de peces grandes.
Este detalle sugiere que los artrodíros no fueron un grupo primitivo y homogéneo. Por el contrario, evolucionaron hacia roles ecológicos variados, con soluciones anatómicas únicas. En ese contexto, el D. terrelli aparece como un depredador más especializado de lo que se pensaba, perfectamente adaptado a su entorno marino.
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