
En Lima, capital del Perú, un espacio ceremonial de más de 1.600 años de antigüedad sobrevivió a la expansión urbana. Se trata de la Huaca Pucllana, un antiguo centro religioso preincaico donde se realizaban sacrificios humanos y animales. El sitio estuvo al borde de desaparecer por completo antes de que se delimitaran sus fronteras oficiales en 2001.
Durante siglos, este lugar fue considerado sagrado por sus habitantes. Allí se realizaron rituales de sacrificio de mujeres, lhamas y tiburones para honrar al mar, la Tierra y otros dioses. La etnohistoriadora María Rostworowski rescató el nombre original de este lugar en documentos coloniales del siglo XVI, donde los nativos lo describían como un “lugar sagrado para jugar”.
Una pirámide entre calles y edificios
La pirámide de Huaca Pucllana, ubicada en el moderno barrio de Miraflores, mide hoy 25 metros de altura, aunque originalmente alcanzaba 36 metros. Según explicó Bianca Mariela, guía del Museo de Sitio Pucllana, su forma recordaba a un gran pastel rectangular de siete niveles. No tenía escaleras, solo rampas, ya que los líderes religiosos eran transportados sin caminar.
La construcción utilizó la “técnica del apilado”, que consistía en moldear a mano adobes con forma de libros, apilándolos de forma horizontal para resistir los frecuentes terremotos.
Desde la parte alta de la pirámide era posible observar el mar. Hoy, los edificios tapan la vista, aunque en días despejados todavía se percibe una franja azul en el horizonte, a 2 kilómetros de distancia.
Ritos sangrientos para honrar a los dioses
Entre los años 400 y 700 d. C., se practicaron sacrificios humanos. Cerca del 90% de las víctimas fueron mujeres de entre 16 y 25 años que ya habían tenido hijos. Según la guía Mariela, se cree que esto tenía relación con la fertilidad y la abundancia, aunque no existen escrituras de esa época que lo confirmen.
Las excavaciones revelaron plataformas ceremoniales, una antesala ritual, un área de ofrendas y un cementerio adaptado con el tiempo. En una sola zona de irrigación se hallaron ocho cuerpos relacionados con rituales, y en total se han identificado 30 osamentas femeninas.
Los tiburones, símbolo de valentía y poder marino, también fueron sacrificados. Sus dientes y vértebras se encontraron dentro de vasijas junto a otras ofrendas. La revista especializada Galileu informó que las especies identificadas fueron tiburón azul, tiburón cobre y tiburón blanco, este último inusual en la costa peruana.
Las culturas de la época veneraban el mar como una fuerza viva. Primero fueron pescadores y luego agricultores. El mar era fuente de vida, pero también un peligro. Era común que lo adoraran como a un dios. En la última etapa de ocupación del sitio, los rituales se dirigieron a Pacha Kamaq, deidad de los terremotos. Para calmarlo, se ofrecían elementos como algodón, hojas de coca, cerámicas, restos de llamas y alpacas.
Entre motos, bicicletas y cemento
Tras su abandono en el siglo XV, la Huaca Pucllana fue cubierta por tierra y vegetación. En los años 1960, el lugar se convirtió en pista de motocross y bicicross, sin que muchos supieran de su valor histórico. La guía Mariela recordó que vecinos actuales aún relatan cómo jugaban en esa colina durante su infancia, sin saber que se trataba de un sitio arqueológico.
Cuando comenzaron las excavaciones en 1981, el terreno era propiedad de una empresa privada con planes de construir avenidas y edificios. Para ese momento, ya se había perdido dos tercios del terreno original. De las 18 hectáreas iniciales, solo se conservaron 6 hectáreas.
Partes del Parque Kennedy y las calles circundantes también formaban parte del antiguo centro ceremonial. Algunos residentes afirman que sus abuelos encontraron cerámicas y tejidos al construir viviendas en la zona.
Excavaciones abiertas al público
El Museo de Sitio Pucllana, inaugurado en 1984, alberga los hallazgos arqueológicos y coordina las excavaciones. En el lugar hay un salón de exposiciones, una área administrativa, un parque de flora y fauna nativas y un restaurante desde donde se pueden observar las ruinas mientras se disfruta la gastronomía peruana.
Las excavaciones continúan cada año entre abril y noviembre, con pausa durante el verano por el intenso calor. Galileu reportó que participan arqueólogos de diversas partes del mundo, incluso especialistas de Egipto. Además, entre agosto y la primera quincena de setiembre, personas no profesionales pueden sumarse a las tareas de excavación bajo supervisión.
Mariela destacó que todo el conocimiento sobre la Huaca Pucllana proviene de los objetos encontrados, ya que las culturas que habitaron la zona no dejaron registros escritos.
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