
Más allá de su papel esencial en la salud ósea, la vitamina D cumple funciones determinantes en la regulación del sistema inmunológico y en la defensa contra infecciones.
Su impacto va desde la modulación de respuestas celulares hasta la activación de mecanismos antimicrobianos que ayudan a combatir bacterias y virus.
La doctora Silvia Sánchez-Ramón, jefa del Servicio de Inmunología Clínica del Hospital Clínico San Carlos y del Hospital Ruber Internacional de Madrid, destaca que esta hormona contribuye a mantener el equilibrio del sistema inmune y a mitigar los efectos del estrés celular.
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Además, su influencia se extiende al eje cerebro-intestino, un componente clave en la respuesta inmunitaria del organismo.
Un refuerzo natural contra virus y bacterias
Uno de sus principales beneficios es su capacidad antimicrobiana, ya que favorece la producción de proteínas como la catelicidina y la beta-defensina, eficaces contra una amplia variedad de patógenos.
Estas sustancias no solo eliminan microorganismos, sino que también activan células del sistema inmune como neutrófilos y macrófagos, lo que mejora la eliminación de infecciones y refuerza la respuesta inflamatoria del cuerpo.
En el ámbito de la inmunidad innata, se ha comprobado que la vitamina D potencia la acción de células inmunológicas, especialmente los macrófagos, permitiéndoles combatir con mayor eficacia los patógenos presentes en el organismo.
También fortalece la respuesta antiviral, facilitando la reprogramación epigenética y metabólica de estas células.
Este efecto protector se debe, en parte, a su influencia sobre los receptores de reconocimiento de patrones y a la liberación de péptidos antimicrobianos, como la catelicidina, que tiene una acción antiviral directa.
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Impacto en enfermedades autoinmunes
La vitamina D no solo refuerza la respuesta inmune, sino que también ayuda a prevenir la sobreactivación del sistema inmunológico, un fenómeno que puede derivar en inflamación crónica y en el desarrollo de enfermedades autoinmunes.
Se ha observado que su presencia en niveles adecuados contribuye a reducir la frecuencia de brotes en enfermedades como el lupus eritematoso sistémico y la enfermedad inflamatoria intestinal.

No obstante, en el caso de la esclerosis múltiple, los estudios aún no han arrojado conclusiones definitivas sobre su efectividad.
El mecanismo detrás de estos efectos se basa en la capacidad de la vitamina D para generar un entorno más tolerogénico, reduciendo la inflamación y promoviendo respuestas reguladoras en lugar de reacciones proinflamatorias.
Déficit de vitamina D y suplementación
Es común que las personas con trastornos inmunitarios presenten niveles bajos de vitamina D, lo que puede estar relacionado con una menor exposición al sol y con factores genéticos que afectan su metabolismo.
Por esta razón, los especialistas recomiendan evaluar los niveles basales de 25-hidroxivitamina D en cada paciente antes de iniciar cualquier suplementación.
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Ajustar la dosis de forma individualizada permite maximizar los beneficios inmunomoduladores de esta vitamina sin exceder los niveles que podrían causar efectos adversos.
En poblaciones con deficiencia o insuficiencia de vitamina D, la suplementación puede ser clave para fortalecer el sistema inmunológico y prevenir diversas enfermedades. Sin embargo, es fundamental que esta estrategia se lleve a cabo bajo supervisión médica, considerando factores como las comorbilidades y la respuesta individual de cada persona.
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