
Gabriela Dornelas vivió un episodio inesperado el 14 de julio. Ese día, tras una intensa rutina de ejercicios, sintió una punzada en el pecho que atribuyó a la ansiedad. Horas después, supo que había sufrido un infarto agudo de miocardio.
La mujer, de 33 años y residente en São Paulo, regresó de la academia cuando percibió una dolorosa presión en el pecho. Pensó que se trataba de una crisis emocional. Se sentó en el suelo de la ducha, respiró profundo, pero el malestar no cedió. Decidió entonces acudir al hospital.
El diagnóstico que nadie esperaba
En el centro médico, explicó que sentía una dolor intensa y extraña. Comentó que acudió más por precaución que por sospecha de algo grave. Durante la valoración, presentó presión arterial elevada, una condición que, aunque controlada, ya era parte de su historial clínico.
Tras un electrocardiograma y una radiografía que no mostraron alteraciones, le realizaron un examen de sangre con marcadores cardíacos. El resultado confirmó lo que parecía improbable: un infarto. Fue trasladada de inmediato a la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI).
Una tomografía con contraste confirmó la presencia de dos arterias con más de 85% de obstrucción.
La intervención y el inicio de una nueva rutina
Al día siguiente, Gabriela fue sometida a dos angioplastias coronarias para colocar stents y remover un coágulo en el corazón. Estas estructuras metálicas, similares a un resorte, se implantan para restaurar el flujo sanguíneo y facilitar la cicatrización arterial mediante la liberación de fármacos.
Tras recibir el alta, los médicos destacaron que mantenía buenos hábitos, pero debía perder peso con mayor rapidez, ya que la obesidad representa un factor de riesgo.
Un proceso psicológico difícil
Los especialistas optaron por introducir medicamentos para apoyar el control del peso. No obstante, Gabriela, quien vivió por años con un trastorno alimentario, expresó temor de que este proceso la hiciera recaer. Durante una década, fue bulímica.
Ante ese riesgo, su equipo médico intensificó el acompañamiento psicológico. A pesar de ello, enfrentó complicaciones emocionales adicionales. El inicio del tratamiento con anticoagulantes provocó moretones visibles, lo que generó episodios de ansiedad intensa.
Gabriela confesó sentir temor constante de morir o volver a infartarse. Según explicó, la etapa posterior al evento cardíaco resultó más angustiante que el propio infarto.
Actualmente, la gerente se mantiene alejada de su trabajo. Los médicos recomendaron que se enfocara en su recuperación emocional antes de retomar sus actividades cotidianas.
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*La creación de este contenido contó con la asistencia de inteligencia artificial. La fuente de esta información es de un medio del Grupo de Diarios América (GDA) y revisada por un editor para asegurar su precisión. El contenido no se generó automáticamente.