
A los 11 años, Diojane Bentas notó una hinchazón y rigidez en su pierna izquierda. Sin dolor ni otros síntomas visibles, su familia la llevó a diferentes médicos en su ciudad natal en Santa Catarina, Brasil. Sin embargo, el diagnóstico correcto tardó cuatro años en llegar.
Durante ese tiempo, la hinchazón aumentó progresivamente. La adolescente pasó por numerosos exámenes de laboratorio e imagen, intervenciones quirúrgicas y restricciones en sus actividades físicas, como la imposibilidad de participar en clases de educación física. Incluso escuchó que debía amputar la pierna debido a la sospecha de un tumor.
A los 14 años, la familia de Bentas realizó un viaje en automóvil hasta São Paulo, buscando atención especializada en un hospital dedicado al tratamiento de cáncer. Fue allí donde un médico identificó que la joven padecía linfedema, una enfermedad que no tiene cura y puede agravarse sin el cuidado adecuado.
Qué es el linfedema y en qué se diferencia del lipedema
El linfedema se caracteriza por el acúmulo anormal de líquido linfático en los tejidos, causando inflamación en brazos o piernas.
Según la Sociedad Brasileña de Angiología y Cirugía Vascular, esta condición afecta más a mujeres, principalmente tras intervenciones relacionadas con el cáncer de mama, como la extracción de ganglios linfáticos o la radioterapia. Factores hormonales, anatómicos y genéticos también aumentan el riesgo.
Es importante no confundir linfedema con lipedema. Aunque ambos provocan aumento de volumen en las extremidades, el lipedema está relacionado con depósitos anómalos de grasa y no con fallos del sistema linfático. En algunos casos, ambas condiciones pueden coexistir, dificultando el diagnóstico y tratamiento.

El desafío de ser madre con linfedema
Después de recibir el diagnóstico, Bentas escuchó de un médico local que no podría embarazarse. La noticia la afectó profundamente. A los 18 años, motivada por el consejo de otro especialista que le advirtió sobre la progresión natural de la enfermedad, decidió ser madre.
Durante el embarazo, controló el edema mediante drenajes linfáticos diarios, reposo y medicamentos para mejorar la circulación sanguínea. Sin embargo, después del parto, el cuadro se agravó. Desde entonces, abandonó los cuidados médicos y solo continuó utilizando medias de compresión.
La falta de seguimiento provocó que el linfedema se intensificara. La pierna llegó a triplicar su tamaño. La rigidez era tal que ya no podía doblarla y debía arrastrarla para caminar. Además, ninguna ropa ni calzado le quedaba.
A los 31 años, un fuerte dolor al apoyar el pie en el suelo la obligó a buscar atención médica. Fue hospitalizada con un cuadro de infección generalizada, provocado por una bacteria que penetró el tejido afectado. Pasó un mes en cuidados intensivos y recibió un pronóstico reservado, aunque finalmente fue dada de alta.
Tras el alta médica, continuó sin realizar tratamiento. Un año después, una nueva infección grave la llevó nuevamente a internamiento hospitalario. Esa experiencia le hizo tomar conciencia de la gravedad del linfedema. Hasta la fecha ha enfrentado seis episodios de erisipela.
Al enterarse de que un primo lejano también padecía linfedema, reconoció la influencia genética en su enfermedad. Por medio de este familiar conoció a una fisioterapeuta donde aprendió el método de vendado compresivo multicapa.
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Desde entonces, implementó un protocolo riguroso. Mantiene la pierna vendada casi 24 horas al día, realiza drenajes linfáticos mecánicos diarios con bota neumática, drenajes manuales semanales y practica musculación. Gracias a esta rutina, su pierna ha disminuido notablemente de tamaño.
Un nuevo capítulo: la vida después del linfedema
Hoy, Diojane Bentas comparte su experiencia diaria en las redes sociales, particularmente en su perfil de Instagram @diojana.dhy. El objetivo inicial era dar a conocer su historia en su comunidad y recaudar fondos para una cirugía de lipoaspiración en la pierna afectada.
Ahora, Bentas afirma que ha recuperado su autoestima y su calidad de vida. Luego de muchos años, volvió a usar faldas y a vivir plenamente, dejando atrás la vergüenza que la acompañó desde la adolescencia.
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