
Ocurrió una revelación científica sobre la relación directa entre estrés y caída de cabello. Investigadores de Estados Unidos detectaron el mecanismo que une episodios de tensión extrema con la pérdida acelerada de folículos. El hallazgo apareció el 26 de junio en la revista Cell y abrió la puerta a nuevas terapias.
El estudio mostró que el estrés agudo afecta estructuras llamadas células de amplificación transitoria del folículo piloso. Estas células sostienen la fase anágena, que es el periodo en que el cabello crece. Su ritmo acelerado de reproducción las convirtió en un blanco sensible ante cambios fisiológicos bruscos.
El equipo usó un modelo de estrés agudo en ratones. Aplicó resiniferatoxina para activar el sistema nervioso simpático. En 24 horas los animales perdieron folículos de forma marcada. Las zonas dañadas mostraron alta presencia de fibras nerviosas simpáticas. Cuando el equipo bloqueó esa comunicación, la caída no se presentó.
El mecanismo central ocurrió por acción de la norepinefrina, un neurotransmisor relacionado con la reacción de alerta. Esta sustancia ingresó a los receptores de las células HF-TACs y generó una sobrecarga de calcio en las mitocondrias. La alteración energética produjo necrosis celular. Esa muerte no corresponde con el ciclo normal del folículo.
La necrosis provocó una respuesta inflamatoria intensa. Los investigadores observaron aumento de células inmunológicas en los ganglios linfáticos. Entre ellas aparecieron linfocitos T autorreactivos. Estas células reconocieron estructuras del folículo como amenazas. Después las atacaron.
El trabajo también permitió explicar por qué algunas personas presentan episodios repetidos de caída mucho tiempo después del estrés inicial. Cuando los folículos regresaron a su crecimiento normal, un estímulo inflamatorio posterior reactivó los linfocitos T autorreactivos. Esto causó un nuevo episodio de pérdida. En los ratones que nunca estuvieron expuestos al estrés inicial, ese mismo estímulo no produjo daño.
La coautora del estudio, Ya-Chieh Hsu, señaló que esta dinámica ayuda a comprender casos recurrentes de alopecia areata y episodios de eflúvio telógeno. Indicó que la programación del tejido podría explicar cuadros leves que no alcanzan diagnóstico inmediato.
Los autores plantearon que el estrés agudo causa un daño directo y deja una memoria biológica. Esa memoria hace que el folículo responda de forma exagerada ante futuras inflamaciones. Aunque el estudio se realizó en roedores, identificó posibles rutas terapéuticas. Entre ellas destaca el bloqueo de señales simpáticas y la protección mitocondrial. El equipo señaló que se requieren más investigaciones para avanzar hacia tratamientos para caída de cabello asociada al estrés.
*La creación de este contenido contó con la asistencia de inteligencia artificial. La fuente de esta información es de un medio del Grupo de Diarios América (GDA) y revisada por un editor para asegurar su precisión. El contenido no se generó automáticamente.
