
Una mujer en Países Bajos vivió décadas viendo rostros transformados en dragones. Este fenómeno, extremadamente raro, fue causado por un trastorno neurológico llamado prosopometamorfopsia (PMO), según un informe publicado en la revista The Lancet.
El caso recibió atención mundial por su singularidad. Según una revisión médica de 2021 en la revista Cortex, solo 81 casos similares se han documentado en el mundo durante los últimos 100 años.
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La paciente empezó a experimentar las alucinaciones desde la infancia. Sin embargo, buscó ayuda médica a los 52 años, cuando las distorsiones faciales se volvieron más intensas. Indicó que, aunque podía reconocer los rostros inicialmente, estos comenzaban a oscurecerse con el tiempo.
Luego de unos minutos, las personas adquirían rasgos de dragón: orejas largas, hocico prominente y ojos brillantes en tonos verdes, rojos, azules o amarillos. Las figuras también aparecían en objetos como paredes, pantallas y enchufes, incluso en ausencia de personas.
Las visiones afectaron su vida diaria. Evitar el contacto humano se volvió necesario para ella. No pudo mantener relaciones afectivas ni laborales estables.
El equipo médico liderado por Jan Dirk Blom, del Instituto de Psiquiatría Parnassia, realizó pruebas neurológicas, de sangre y EEG. No encontró anomalías hasta que una resonancia magnética reveló lesiones en la materia blanca cerebral, cerca del núcleo lentiforme, una zona clave para la atención y la memoria.
Los especialistas sospecharon que la actividad eléctrica en el córtex occipitotemporal ventral causaba las visiones. Esta área procesa rostros y colores.
Al principio, consideraron el diagnóstico de síndrome de Alicia en el país de las maravillas, pero finalmente lo clasificaron como un caso extremo de PMO. La intensidad y duración (de más de 40 años) hicieron de este un episodio sin precedentes.
Para tratarla, se recetó ácido valproico, un anticonvulsivo. Las alucinaciones visuales desaparecieron, pero aparecieron alucinaciones auditivas. Luego se incorporó rivastigmina, medicamento usado para síntomas de demencia.
Después de tres años de tratamiento, las distorsiones se redujeron de forma significativa. La paciente recuperó su vida social y retomó su trabajo.
Este caso permitió comprender mejor cómo el cerebro reconoce rostros y colores. Los médicos concluyeron que las lesiones cerebrales congénitas, combinadas con actividad eléctrica atípica, pueden producir percepciones profundamente arraigadas, sin afectar otras funciones cognitivas.
*La creación de este contenido contó con la asistencia de inteligencia artificial. La fuente de esta información es de un medio del Grupo de Diarios América (GDA) y revisada por un editor para asegurar su precisión. El contenido no se generó automáticamente.