José Adrián Vargas Victor, de 36 años, fue diagnosticado con insuficiencia cardíaca, una serie de patologías del corazón que dificultan la llegada de sangre y oxígeno a los diferentes órganos del cuerpo.
Se trata de una enfermedad grave. Cerca de la mitad de quienes la padecen mueren en cuestión de cinco años. La primera opción para estos pacientes es un trasplante, pero en el caso de Vargas, el asunto no era tan fácil.
“Era el primer donante en la lista de espera, pero no es tan fácil encontrar donante. Estamos hablando de un hombre joven, alto, de unos 85 o 90 kilos. No puede recibir cualquier corazón. El tiempo de espera puede ser mayor”, indicó José Arturo Ramírez, uno de los cirujanos encargados.
Este vecino de Calle Blancos, quien se desempeñaba como salonero, indica que su situación era más grave de lo que él mismo imaginó.
“Yo llegué por primera vez a Emergencias el 30 de diciembre, hace casi un año. Yo sentía que me faltaba el aire, y hasta mal de estómago tenía. Aquí me dijeron que no estaba mal, más bien me estaba muriendo. El corazón me estaba funcionando al 10%”, mencionó este padre de tres hijos de 14, 10 y 9 años.
La solución vino de la mano de un dispositivo que no se había colocado antes en Centroamérica. Este aparato ayuda a sustituir el ventrículo izquierdo, cámara del corazón que le permite enviar sangre y oxígeno al resto de los órganos. La cirugía fue realizada el pasado 28 de noviembre y tuvo una duración de ocho horas.
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“No podíamos dar mucho tiempo. Ya otros órganos como el hígado y riñones le estaban fallando. Estuvo durante mes y medio conectado a una máquina, pero la idea era buscarle algo que le permitiera llevar una vida normal”, expresó Asdrubal Alfaro, coordinador del equipo de cirugía cardíaca del Calderón Guardia.
Para Vargas, su vida es otra desde que tiene este aparato.
“Estoy sumamente agradecido con Dios, con la ciencia, con los doctores y todo el personal del hospital. Yo bromeaba con que yo era el ‘conejillo de indias’, y la verdad es que no le dije que no a nada. Ya hoy siento que volví a la vida. Soy otra persona”, destacó el hombre, quien dice que ya está ilusionado con la posibilidad de regresar a casa.
“Pasar tiempo con mi familia y llevar una vida más normal es algo que realmente quiero hacer”, añadió.
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¿Qué hace este dispositivo? No es un corazón artificial, tampoco es una “bomba” que ayudar a “pompear” la sangre. Es una centrífuga que permite que la sangre circule y se distribuya al resto del cuerpo.
“Lo que se busca es asistir al ventrículo que falla –en este caso, el izquierdo– y que la circulación de la sangre y oxígeno sean normales y lleguen a todo el cuerpo”, afirmó Ramírez.
De esta forma el corazón puede seguir funcionando hasta que aparezca el donante indóneo y se tenga un corazón compatible. De acuerdo con los especialistas, la vida útil del dispositivo es de 30 años.
‘Sustituto’ para el ventrículo
Este aparato se utiliza como un "puente" en lo que una persona espera un corazón para trasplante, o, también ser la opción final, si la paciente se siente cómoda con ella.
FUENTE: JORGE ARTURO RAMÍREZ, CIRUJANO; ABBOTT . || w. s. / LA NACIÓN.
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Antes de tener este aparato, Vargas estuvo internado mes y medio conectado a otra máquina mayor. Esto permitió que su sangre circulara nuevamente y se revirtió el daño a los riñones e hígado. Ahora funcionan de forma normal.
“Ese aparato le permitió a él recuperar muchas funciones, pero para tenerlo debía estar aquí todo el tiempo. La idea es que tenga una vida lo más normal posible, por eso pensamos en esta otra opción, para que también pudiera hacer sus actividades, estar en su casa, compartir con su familia, salir a caminar, a trotar, a andar en bicicleta”, señaló Ramírez.
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Poco a poco
Pese a los deseos de Vargas de regresar a casa y estar con su familia eso tomará su tiempo, pues debe adaptar su vida al hecho de tener ahora un dispositivo.
“Requiere cambiar su estilo de vida. Hay que aprender a vivir con el dispositivo. Por ejemplo, de su abdomen sale un cable eléctrico, por lo que no puede sumergirse en piscinas o ríos, ni nadar. Puede ducharse, pero para eso hay bolsos impermeables, para cubrir el aparato", aseveró Alfaro.
Y añadió: “hemos tenido reuniones con la Cruz Roja, con los trabajadores de la clínica que tendrían que atenderlo. Ellos deben saber las condiciones de él. También hemos tenido reuniones con Fuerza y Luz, en el caso de él, necesita tener las baterías bien cargadas, ¿qué pasa si hay un apagón de muchas horas? él y su familia deben saber esto para tomar medidas”.
Dentro de las adaptaciones que deberían conocer los profesionales de salud que lo atiendan es que, por las características de la centrífuga, la sangre no tiene pulsaciones como las conocemos normalmente, por lo que es posible que no le sientan pulso al paciente. Por otra parte, la presión arterial no es igual y por ello no debe medirse de la misma forma.
Una vez que se adapte podrá llevar una vida normal.
“Sabemos de pacientes que hacen carreras de cinco kilómetros, que andan en bicicleta, que viajan dentro y fuera de sus países. Hay un paciente que lleva 16 años con un dispositivo como estos y no ha tenido problema”, dijo Ramírez.
¿Cuándo aparecerá un corazón? Eso es incierto, pero Ramírez también fue enfático en otra cosa: el paciente puede tomar la decisión de si someterse a un trasplante o no.
“A nadie se le puede obligar a trasplantarse. Si cuando llega el momento la persona ya se adaptó a su vida con el dispositivo y quiere seguir así, puede hacerlo. Tendrá la posibilidad de escoger. Un trasplante le permitirá no cargar con el dispositivo y las baterías, pero también es una cirugía mayor y tendría que tomar inmunosupresores para evitar el rechazo del órgano, eso también le bajaría las defensas. Llegado el momento, eso se conversará”, expresó Ramírez.
Mientras tanto, Vargas asegura que desde ya está disfrutando de esta nueva oportunidad de vida.
“Volví a nacer, ya soy el mismo charlatán de siempre, el que pasa muerto de risa y haciendo bromas”, concluyó.