
Aunque durante décadas se creyó que las cucarachas podrían resistir un apocalipsis nuclear, la ciencia desmintió ese mito. Expertos concluyeron que estos insectos tendrían más probabilidades de sobrevivir que los seres humanos, pero no lograrían mantenerse vivos por mucho tiempo.
El mito surgió en 1945, tras los bombardeos atómicos de Hiroshima y Nagasaki. Se difundieron rumores sobre cucarachas que vivían entre los escombros. Sin embargo, el investigador Tilman Ruff, de la Escuela de Población y Salud Global, aseguró que no existen pruebas documentadas de que eso ocurriera.
Indicó que había observado imágenes con insectos volando cerca de personas heridas, pero aclaró que eso no demuestra que las cucarachas resistieran sin daños.
Resistentes, pero no las más fuertes
Estudios científicos revelaron que las cucarachas toleran entre seis y quince veces más radiación que los humanos. Aun así, las moscas de la fruta las superan. Ese dato muestra que no basta con ser resistente. También importa cómo cada especie se adapta y se relaciona con su entorno.
En el planeta existen más de 4.000 especies de cucarachas, desde las comunes que habitan cocinas hasta las australianas, con patrones coloridos. Estos insectos se reproducen con rapidez y cuentan con protección genética. Su cuerpo plano les permite esconderse fácilmente, y cuando alguien intenta aplastarlas, emiten un olor desagradable que sirve como defensa.
Sin alimento, ninguna especie sobrevive
Pese a sus cualidades, el hambre sería su mayor amenaza. Las cucarachas se alimentan de desechos y materia en descomposición. En un mundo postapocalíptico podrían subsistir por un tiempo comiendo cadáveres, pero tarde o temprano se quedarían sin recursos.
Expertos afirman que, tras una gran catástrofe nuclear, muy pocas formas de vida lograrían sobrevivir, por lo que no importaría si se trata de un humano o una cucaracha.
La ciencia desmintió el mito en un experimento
El programa estadounidense Mythbusters expuso cucarachas a materiales radioactivos. Los resultados confirmaron que no sobrevivieron, aunque tardaron más en morir que los humanos.
El investigador Mark Elgar cuestionó el enfoque del experimento, pues solo se evaluó el tiempo de vida tras la exposición y no se analizó la capacidad de reproducción.
La radiación ionizante daña el ADN de los seres vivos. Exposiciones prolongadas y en bajas dosis aumentan el riesgo de cáncer y enfermedades cardiovasculares. Dosis altas pueden destruir células de forma directa.
LEA MÁS: Joaquinraptor: el dinosaurio carnívoro que murió con un hueso de cocodrilo atrapado en la boca
*La creación de este contenido contó con la asistencia de inteligencia artificial. La fuente de esta información es de un medio del Grupo de Diarios América (GDA) y revisada por un editor para asegurar su precisión. El contenido no se generó automáticamente.