Al utilizar una caña verde y calamares plásticos, pescadores del sector palangrero demuestran que, a veces, la solución más simple resulta ser efectiva y sostenible con el ambiente.
Un total de 25 barcos emplean la técnica conocida como caña verde, la cual dirige la pesca hacia el atún aleta amarilla y reduce la captura de otras especies, como delfines y tortugas.
Este arte de pesca consiste en una caña que se coloca en el techo del barco. De esta pende una línea falsa que, a su vez, va sujeta a un palangre (línea de pesca) con ocho anzuelos.
Lo que hace la caña y la línea falsa es llevar los anzuelos suspendidos en el aire para que, con el movimiento del barco, estos golpeen la superficie del agua.
Cada anzuelo lleva adherido un calamar plástico. El golpeteo de la falsa carnada en el agua genera vibraciones, lo cual hace creer a los atunes que andan peces voladores, una de sus presas.
Cuando el atún muerde el anzuelo, la fuerza del animal y la velocidad del barco hace que se zafe la línea falsa, y eso permite a los pescadores subirlo a cubierta.
“Hay otros peces que podrían verse atraídos por las vibraciones, como el dorado y el marlin. Por eso dirigimos la técnica solo a la mancha (cardumen) de atunes. No es común ver dorado y marlin en esas manchas”, explicó Roberto Nunes, propietario de barcos que emplean el método.
Como se va pescando de ocho en ocho (un atún por anzuelo, en el mejor de los casos), eso les permite liberar con rapidez cuando, accidentalmente, se captura un marlin o vela, dijo Nunes.
Con respecto a los delfines, usuales víctimas de la pesca incidental (la captura de especies que no son objetivo), este arte reduce su captura a cero. Así lo destacó Mauricio González, de la Federación Nacional del Sector Pesquero (Fenapes).
Esto, porque los delfines tienden a irse a la proa (frente) del barco, mientras que la mancha de atunes se queda en popa (atrás).
“No nos pega ni uno. El calamar de plástico va en el aire y el atún sale a cazarlo. En cambio, el delfín sale del agua para respirar”, comentó González.
“El delfín es muy inteligente. Él sabe que el calamar es plástico. No se le puede engañar; es impresionante lo inteligente que es”, agregó Nunes.
Ventajas. Esta técnica no es nueva. De hecho, los pescadores ticos la conocen desde hace 10 años, pero no la utilizaban porque no contaban con un área que les permitiera trabajarla sin interactuar con los barcos atuneros de cerco.
Eso cambió en noviembre del 2014, cuando se promulgó el decreto de ordenamiento para el aprovechamiento de atún y especies afines, que estableció zonas diferenciadas por tipo de pesca.
De esta forma, palangreros y cerqueros ya no comparten área de pesca, y eso posibilitó experimentar con este arte de pesca.
Con apenas seis meses de utilizarlo, ya empezaron a ver los resultados. En un viaje de 15 días capturan, en promedio, 100 atunes con un peso de entre 25 y 40 kilos. Antes, esa cantidad les tomaba cerca de 30 días.
“El pescador sale de 15 días a un mes, navega menos millas náuticas, con un menor costo de operación, y consigue un producto de alta calidad y mejor precio. Del atún que capturamos, entre el 20 y 25% es lomo para consumo local y un 75% es carne de exportación de primera, que se cotiza muy bien en el mercado extranjero”, manifestó Nunes.
Para el dueño de barcos, la calidad de la carne se da porque el atún está menos estresado.
Algunos cerqueros utilizan dinamita para agrupar el cardumen y el ruido de las lanchas rápidas aturde a los animales.
“El animal actúa en relación con su ambiente. Ahora se está viendo la diferencia de comportamiento. La mancha es más mansa”, comentó Nunes, quien agregó: “En un atún que sale bravo o estresado, su carne se quema y ya no se vende igual”.
“Nosotros no trabajamos por volumen, sino por calidad. Con un viaje de 100 atunes, ya salimos contentos. Un cerquero, en cambio, tiene que traer 1.000 toneladas para que les vaya bien”, comentó González.
Asimismo, el representante de Fenapes añadió: “Mientras ellos (cerqueros) venden a $3.000 la tonelada (unos ¢1.620 el kilo), nosotros vendemos a ¢4.000 el kilo. Vendemos calidad de exportación, atún para sushi ”.
Transición. Según González, la idea es que la mayoría de las lanchas de palangre migren hacia el uso de la caña verde. “Esa es una inversión grande para muchos pescadores. Ahí es donde se necesita ayuda, para que los pescadores puedan dar ese paso”, dijo.
Aparte de la caña verde, se requiere más equipo. El costo ronda los $5.000 (unos ¢2,7 millones). A eso hay que sumar el costo del radar, el cual se usa para divisar las manchas de atún a una distancia de 15 millas náuticas (27 km).
“Un radar nuevo anda entre $12.000 y $14.000 (¢6,4 y ¢7,5 millones). Así que, más o menos, la inversión total sale en unos $20.000 (¢10,8 millones) por lancha”, detalló Nunes.