Salir a dar una caminata y captar lo que se encuentra con su cámara o celular podría nutrir el conocimiento científico de la NASA. Suena a ciencia ficción, pero no lo es. Ese es justamente el propósito de la aplicación de ciencia ciudadana y ciencia comunitaria Globe Observer, creada por el programa Observación Global para el Beneficio del Ambiente (Globe, por sus siglas en inglés), adscrito a la NASA.
Hay cuatro tipos de información que las personas pueden agregar a la aplicación: las nubes, los árboles, la corteza terrestre y los mosquitos. Justamente esta cuarta herramienta es la que trajo a la científica climática Rusty Low a Costa Rica. Ella es la subdirectora de la Oficina de Implementación del programa Globe.
“Todo ciudadano costarricense puede utilizar esta app, es gratuita. Pueden utilizar la app para identificar dónde hay colonias de mosquitos, pueden tomar fotos de mosquitos y estas fotografías pueden usarse para determinar cuáles mosquitos están ahí y si una comunidad está en riesgo o no”, explicó Low a La Nación.
Esta aplicación está disponible en las principales tiendas de aplicaciones en los teléfonos inteligentes.
Low estuvo de visita en Costa Rica para reunirse con dirigentes del Ministerio de Educación Pública (MEP) y del Ministerio de Salud. La idea es que esta pueda ser una herramienta para la alfabetización científica de los estudiantes, pero también, que los funcionarios de control de vectores lleven la pista de cómo están las poblaciones de mosquitos que eventualmente podrían generar brotes de alguna enfermedad.
“Es una herramienta comunitaria de salud poderosa. Es una herramienta poderosa para la ciencia. Y es una gran forma en la cual la gente puede aprender sobre el ambiente, especialmente la juventud. Pero, además, todos esos datos pueden ser utilizados por los departamentos de salud pública y control de vectores, todos los datos están abiertos y disponibles para su análisis“, puntualizó la científica.
De proyecto para niños a ‘app’ para todos
La plataforma Globe comenzó en 1995, pero su enfoque era principalmente para niños de escuela. Era una forma de alertar de que el cambio climático estaba pasando y que como sociedad debíamos ser resilientes, tener un mundo sostenible y generar investigación.
Se necesitaba no solo que las personas lo supieran, también que los niños entendieran a profundidad a lo que nos enfrentamos como especie.
Los dirigentes del programa viajaban a diferentes países y enseñaban a los escolares a realizar más de 40 mediciones que incluyen temperatura, humedad, corteza terrestre. Se trabajaba con cuatro componentes: tierra, aire, agua y vida.
Ahí también se comenzó la investigación de mosquitos.
“Los niños salían a los jardines e identificaban los mosquitos que veían. Trataban de ayudar a sus comunidades para trabajar con las enfermedades vectoriales. Esto fue muy interesante y muy, muy productivo”, recordó la científica.
Con los años y la tecnología que fue llegando, vieron cómo personas de todas las edades en todo el mundo podían aportar y facilitar a los analistas de datos la información para conocer la situación. Esto puede ayudar a los países a tomar decisiones fundamentadas.
‘App’ ayudó a identificar riesgo de malaria en Madagascar
Esta aplicación de ciencia colaborativa ciudadana ya rindió sus primeros frutos. Low narró cómo una fotografía de un ciudadano que usó el Globe Observer dio origen a una campaña de salud pública en Madagascar.
El mosquito en cuestión se llama Anopheles stephensi. Las distintas especies del género Anopheles se caracterizan por ser transmisoras de malaria. Pero el stephensi tiene características que lo hacen más preocupante.
Normalmente los Anopheles pican de noche, esta es una razón por las cuales en las zonas maláricas se duerme con mosquiteros. Sin embargo, el stephensi tiene la habilidad de picar a cualquier hora del día. Otra característica que lo hace peligroso es que no solo se adapta a la ruralidad, también vive en sitios urbanos.
“Esto es preocupante, un mosquito en zonas urbanas, donde hay mayor población, puede generar mayores brotes. Entre más gente, más riesgo de transmisión”, explicó Low.
Esta especie se vio por primera vez en Yibuti en 2012, y luego se extendió a otros países, como Etiopía (2016), Sudán (2016), Sri Lanka (2017) y Somalia (2019).
En 2020, Low revisó la base de datos de la aplicación y vio la fotografía tomada por aquel ciudadano y reconoció un Anopheles, pero algo en su aspecto físico le extrañó. Entonces envió la fotografía a la Universidad de Florida del Sur.
“Ahí está un científico, el doctor Ryan Carney, que trabaja con otro científico. Ellos acababan de desarrollar un algoritmo de identificación con inteligencia artificial que puede tomar una foto de un mosquito y decirnos cuál es. Entonces tomamos ese mosquito de Madagascar, lo pasamos por el algoritmo y vimos que sí, era un stephensi. Sí, era de hecho un mosquito macho”, rememoró.
En aquel entonces se desconocía la agresividad del Anopheles stephensi. Sin embargo, inmediatamente se comunicaron con las autoridades de salud de Madagascar para informarles que, por primera vez en esas tierras, se había detectado el insecto.
“Ahora la población trabaja para eliminar todos los hábitats, porque no quiere que este mosquito se naturalice de la misma forma en la que se han naturalizado el Aedes aegypti y el Aedes albopictus en Costa Rica y en América”, enfatizó la científica.
Low indicó que les gustaría hacer lo mismo para los Aedes y así ayudar con el control del dengue.
“Las fotografías tomadas por los ciudadanos alimentan la base de conocimientos de la NASA y los algoritmos de inteligencia artificial. Eso en unos años puede ser muy útil para el combate de enfermedades”, concluyó.