
Un fragmento de cerámica de 2,5 centímetros reveló información clave sobre las relaciones políticas y fiscales en el antiguo Oriente Próximo. El hallazgo se realizó en Jerusalén, cerca del Monte del Templo, y contiene una inscripción en escritura cuneiforme, escrita en acadio, idioma utilizado por el Imperio Asirio hace aproximadamente 2.700 años.
La Autoridad de Antigüedades de Israel (IAA) anunció el descubrimiento el miércoles 22 de octubre. El fragmento apareció durante excavaciones en el Parque Arqueológico de Davidson, junto al Muro de los Lamentos. Los arqueólogos creen que se trata de una orden oficial de cobro de tributo enviada desde la corte asiria al rey de Judá.
Mensaje sobre tributo no pagado
El texto menciona el “primer día del mes de Av”, una fecha correspondiente al calendario mesopotámico. También se identifica a un funcionario de alto rango, llamado “portador de las riendas”, quien se encargaba de transmitir mensajes entre el palacio imperial y los reinos vasallos.
Los investigadores estimaron que la pieza corresponde al periodo comprendido entre finales del siglo VIII a. C. y mediados del siglo VII a. C., cuando el Reino de Judá se encontraba bajo dominación asiria. El contenido coincide con relatos bíblicos como el del Segundo Libro de los Reyes (18:13-14), donde se relata cómo Ezequías, rey de Judá, entregó 300 talentos de plata y 30 talentos de oro tras una invasión asiria.
La inscripción no menciona nombres específicos, pero su datación coincide con los reinados de Ezequías, Manasés o Josías, quienes gobernaron durante el dominio de Asiria. Para los arqueólogos, este fragmento ofrece una evidencia material del cobro de tributos, descrito en las Escrituras.
El fragmento fue encontrado por Moria Cohen, integrante del equipo de excavación en el Parque Nacional Emek Tzurim. El objeto apareció al revisar tierra proveniente de una estructura correspondiente al Período del Primer Templo, colapsada antes de la construcción del Segundo Templo.
Un análisis petrográfico y químico realizado por Anat Cohen-Weinberger, especialista de la IAA, concluyó que la arcilla no es originaria de Jerusalén, sino de la cuenca del río Tigris, región donde se ubicaban ciudades asirias como Nínive, Assur y Nimrud. Esto confirma que el fragmento fue enviado desde la capital asiria, lo que refuerza su carácter como documento oficial.
Primer registro asirio hallado en Jerusalén
Este descubrimiento representa la primera inscripción asiria correspondiente al Período del Primer Templo hallada en Jerusalén. Aunque ya existían registros de emisarios de Judá en la corte imperial, esta inscripción sería la primera prueba directa de comunicación desde Asiria hacia Jerusalén.
El hallazgo destaca la importancia geopolítica de Jerusalén durante el siglo VII a. C., cuando la ciudad albergaba un centro administrativo cercano al Monte del Templo. Los investigadores describieron el fragmento como una herramienta que permite iluminar un momento clave de la historia bíblica, en el marco de las complejas relaciones diplomáticas de aquella época.
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