
La vida cotidiana está llena de creencias populares que muchas personas toman como verdades. Tal vez sea sorprendente saber que algunos de los responsables por difundir pseudociencias han sido ganadores del Nobel, el premio más prestigioso del mundo en áreas como Física o Química.
Usualmente, esas afirmaciones no se relacionan con su campo de especialización, pero se cree que, envalentonados por el reconocimiento, se sintieron autorizados para opinar de todo.
LEA MÁS: El hielo genera electricidad cuando se dobla, descubren científicos en un nuevo estudio
La situación es conocida como “enfermedad del Nobel”, un fenómeno que describe cuando un científico premiado comienza a divulgar afirmaciones sin base en la evidencia, usualmente en áreas fuera de su especialidad. El fenómeno también se conoce como “Nobelitis”.
¿Por qué los ganadores del Nobel creen que pueden opinar sobre cualquier tema?
El genetista británico Paul Nurse, Nobel de Medicina en 2001, explicó que muchas personas empezaron a verlo como experto en todo. Eso lo sorprendió. Dijo que sabe de biología y ciencia en general, pero no se considera un experto universal.
También aconsejó a futuros ganadores que no se desvíen de su especialidad ni de la ciencia, ya que recibirán solicitudes para apoyar causas o comentar sobre diversos temas.
En el libro Critical Thinking on Psychology, investigadores de universidades como Melbourne y Emory documentaron varios casos. Uno de los primeros fue el del químico Linus Pauling, Nobel de Química en 1954, quien promovió el uso masivo de vitamina C.
Pauling afirmó que consumir 1.000 miligramos diarios podía reducir los resfriados hasta en un 45% y también curar el cáncer. Llegó a ingerir hasta 40.000 miligramos por día, pese a que la dosis recomendada era de solo 60 miligramos.
El físico William Shockley, Nobel en 1956, se dedicó después a defender teorías de corte racista. Alegó en televisión que las diferencias intelectuales y sociales de la población negra en Estados Unidos eran hereditarias y propuso una teoría llamada “evolución regresiva”.
Brian Josephson, Nobel de Física en 1973, respaldó la meditación trascendental como forma de recuperar recuerdos reprimidos. También defendía la telepatía y la “memoria del agua”, idea según la cual el agua podía recordar propiedades de sustancias disueltas anteriormente.
Pierre Curie, Nobel de Física en 1903, asistió a sesiones espiritistas y llegó a considerar que fenómenos paranormales podían ayudar a entender el magnetismo. En una línea similar, John William Strutt, Nobel de Física en 1904, se interesó por la parapsicología y presidió una sociedad británica dedicada a investigar lo paranormal.
Nikolaas Tinbergen, Nobel de Medicina en 1973, mostró desacuerdo con las evidencias científicas sobre el origen genético y neurológico del autismo. Afirmaba que se trataba de una desconexión emocional entre madre e hijo.
Por ello, defendía una “terapia de contención” que consistía en sujetar a la persona menor durante largos períodos para forzar contacto visual, aunque hubiera resistencia.
El bioquímico Kary Mullis, Nobel de Química en 1993, negó que el virus VIH causara sida. Además, expresó creencias en astrología y desestimó que el cambio climático tuviera causas humanas.
En 1996, el químico Richard Smalley declaró que, según su experiencia en química y física, la teoría de la evolución era inviable. Se mostró como opositor del darwinismo sin ofrecer fundamentos aceptados por la comunidad científica.
Louis J. Ignarro, Nobel de Medicina en 1998, se vinculó con la empresa Herbalife y apoyó investigaciones a favor de sus suplementos, en especial el producto Niteworks.
Publicó un artículo en una revista académica sin revisión por pares y sin informar sobre su relación con la compañía. Posteriormente, el medio científico corrigió la publicación por conflicto de intereses.
Luc Montagnier, Nobel de Medicina en 2008, sostuvo que el ADN diluido en agua podía emitir ondas electromagnéticas capaces de causar enfermedades como Alzheimer, Parkinson, esclerosis múltiple y autismo.
Montagnier también promovió el uso de tratamientos naturales sin respaldo científico y participó en una producción audiovisual que negaba la relación entre VIH y sida. Además, defendió la teoría del teletransporte de ADN entre tubos de ensayo y sugirió que las vacunas causaban autismo, una afirmación ampliamente desmentida.
El fisiólogo Charles Richet, Nobel de Medicina en 1913, creía en la existencia del “ectoplasma”, una sustancia supuestamente emanada por personas con capacidades mediúmnicas. También apoyó la eugenesia, entre ellas, la esterilización de personas con discapacidades mentales.
LEA MÁS: Cometa 3I/ATLAS se aproxima a la Tierra: ¿Cuándo pasará más cerca y por qué es tan importante?
*La creación de este contenido contó con la asistencia de inteligencia artificial. La fuente de esta información es de un medio del Grupo de Diarios América (GDA) y revisada por un editor para asegurar su precisión. El contenido no se generó automáticamente.