
Stan Larkin, un joven de Michigan, vivió 555 días conectado a un corazón artificial que cargaba en una mochila. En ese tiempo, logró hacer lo impensado: volver a jugar baloncesto, el deporte que amaba, mientras esperaba un trasplante. Esta historia mostró cómo la medicina de alta tecnología puede brindar esperanza y calidad de vida a quienes esperan un órgano.
En 2007, Larkin tenía 16 años y practicaba baloncesto con amigos cuando se desmayó en medio de un partido. Hasta entonces, no tenía antecedentes ni síntomas que alertaran sobre un problema de salud. Ese desmayo marcó el inicio de una larga batalla contra una enfermedad cardíaca hereditaria.
Un diagnóstico que lo cambió todo
Tras varios exámenes, los médicos determinaron que sufría miocardiopatía dilatada familiar (MCD familiar), un padecimiento que agranda y debilita los ventrículos del corazón. Esta condición impide el bombeo adecuado de sangre y puede llevar a una insuficiencia cardíaca severa. El caso de Larkin mostró un avance silencioso, sin signos previos, hasta que su corazón ya no pudo mantenerlo con vida.
Durante siete años, los especialistas no encontraron un donante compatible. En noviembre de 2014, decidieron extirparle el corazón y conectarlo a un dispositivo SynCardia Freedom Portable Driver, una bomba impulsada por aire comprimido, que transportaba en una mochila de 6 kilogramos. Esta herramienta médica permitió a Larkin continuar con sus actividades y llevar una vida relativamente activa.
Volver a la cancha
Contra todo pronóstico, retomó el baloncesto mientras vivía con el corazón artificial. La decisión fue posible gracias a su estado físico, disciplina y persistencia. Su entorno, incluidos los médicos, reconoció su esfuerzo por recuperar su rutina y seguir adelante. A pesar de no tener un corazón biológico, logró encestar y moverse como cualquier otro jugador.
En 2016, después de 17 meses, recibió la noticia que cambió su vida: un corazón compatible estaba disponible. El trasplante se realizó con éxito y Stan empezó una recuperación acelerada. Pocos días después, dijo sentirse con tanta energía que deseaba correr y practicar deportes nuevamente.
Desde entonces, Larkin agradece públicamente a la familia del donante. Su objetivo es conocerlos algún día para agradecerles por ese regalo. Su experiencia se convirtió en fuente de motivación para pacientes, médicos y familias, al demostrar que es posible sobrevivir, adaptarse y soñar, incluso cuando se depende de una máquina.
LEA MÁS: Una mujer recuperó la vista gracias a un implante de diente en el ojo: ¿cómo lo lograron?
*La creación de este contenido contó con la asistencia de inteligencia artificial. La fuente de esta información es de un medio del Grupo de Diarios América (GDA) y revisada por un editor para asegurar su precisión. El contenido no se generó automáticamente.