Miguel, un profesor de Los Ángeles de 63 años, celebró recientemente el trigésimo octavo aniversario de su diagnóstico de VIH. El médico le había dicho que moriría en un par de años.
Miguel empezó a tomar AZT (azidotimidina), el primer fármaco antirretroviral para tratar el VIH y el sida. Luego pasó a una sucesión de otros medicamentos. Mientras tomaba uno llamado Crixivan (indinavir), se le hundieron las mejillas y le aumentó la grasa de la barbilla, características de los primeros medicamentos contra el VIH. Se libró de otros efectos tempranos: fuertes dolores de cabeza y musculares, insomnio, anemia y otros trastornos sanguíneos.
“Los hombres homosexuales hablaban de que era muy perjudicial para el organismo”, dice Miguel (nombre ficticio por razones de privacidad). “Pero era un juego de azar; si tomas esta cosa terrible, al menos tienes una oportunidad de luchar”.
Los fármacos salvaron muchos millones de vidas, pero algunos médicos se preguntaban por los efectos a largo plazo de los primeros medicamentos. Observaron alteraciones lipídicas y neuropatía grave: entumecimiento, hormigueo y dolor en las extremidades. Algunos predijeron un futuro de cardiopatías y ataques cardíacos precoces entre personas infectadas por el VIH.
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Hoy se sabe que las personas con VIH que reciben tratamientos antivirales tienden a presentar tasas más elevadas de ciertas enfermedades crónicas. Pero los investigadores aún no están totalmente seguros de qué causa qué. Las investigaciones han demostrado que algunos fármacos anti-VIH, sobre todo los primeros, aumentan ciertos riesgos, pero también lo hace la persistencia a bajo nivel del virus en el organismo. Averiguar las causas es importante para controlar y tratar a estos pacientes, que ahora pueden tener una esperanza de vida casi normal.
La Agencia de Alimentos y Medicamentos de EE. UU. (FDA, por sus siglas en inglés) ha aprobado más de 50 medicamentos antirretrovirales, que impiden que el VIH se replique y se propague. Suelen tomarse como régimen, combinando dos o tres medicamentos de distintas clases.

Las personas que tomaban AZT, el primer fármaco aprobado, solían padecer una enfermedad conocida como emaciación, o pérdida involuntaria de peso del 10% o más. En cambio, algunos de los fármacos actuales parecen provocar un aumento de peso, afirma Kristine Erlandson, especialista en enfermedades infecciosas del Hospital Universitario de Colorado UCHealth. En un estudio de 2024 que evaluó a 2.624 personas seropositivas, publicado en Clinical Infectious Diseases, descubrió que el aumento de peso era de casi ocho libras (unos 3,6 kilos) en promedio en el primer año de terapia antirretroviral.
Durante los nueve años de seguimiento, aproximadamente el 5% de los participantes fueron diagnosticados de diabetes y el 14% de síndrome metabólico (un grupo de afecciones que incluyen obesidad, niveles bajos de colesterol “bueno” o HDL y niveles elevados de azúcar en sangre), y 16 participantes sufrieron un ictus.
Aunque algunas personas presentan un aumento de peso pronunciado con los nuevos fármacos contra el VIH, “hay muchas personas que toman estos medicamentos y tienen un peso totalmente normal”, afirma Erlandson. “No sabemos quiénes serán los que aumenten, ni por qué”.
Los investigadores han relacionado a las personas seropositivas con afecciones normalmente asociadas a la edad avanzada: enfermedades cardiovasculares, deterioro cognitivo, diabetes y fragilidad.
“En los inicios de la epidemia, la gente empezaba a gritar que los seropositivos sufrían un envejecimiento prematuro”, afirma Peter Reiss, antiguo médico internista y especialista en enfermedades infecciosas del Centro Médico Universitario de Ámsterdam.
“Pero en realidad no había datos que respaldaran esa afirmación”, precisa.
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En busca de respuestas
En 2010 Reiss y sus colegas iniciaron un estudio denominado AGEhIV que realizó un seguimiento de 1.146 personas en Ámsterdam durante seis años. Solo algo más de la mitad eran seropositivas, un grupo similar sin VIH constituía el resto.
Los científicos descubrieron que las personas con VIH eran efectivamente más propensas a hipertensión, infartos, osteoporosis, enfermedades renales y arteriopatías periféricas (las arterias de las piernas y el abdomen se estrechan, ralentizando el flujo sanguíneo). Casi todos los participantes seropositivos tomaban medicación contra el VIH, con niveles casi indetectables del virus, afirma Reiss, “realmente estamos hablando de lo que ocurre cuando el VIH es tratado eficazmente”.

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Reiss y sus colegas también hallaron una relación con cánceres no asociados tradicionalmente a la infección por VIH, como los de estómago, pulmones y sangre. De las 38 personas que murieron durante el estudio, 16 sucumbieron a este tipo de cáncer, y todas, menos una, pertenecían al grupo seropositivo.
A lo largo de los años se han realizado muchos otros estudios y, en general, los resultados coinciden: las personas seropositivas parecen tener un mayor riesgo de diversas enfermedades crónicas, así como una esperanza de vida media entre cinco y diez años inferior a la de las personas seronegativas.
Una revisión de 2022 de 47 informes sobre terapia antirretroviral encontró que tener VIH duplicaba el riesgo de enfermedad cardiovascular y aumentaba el riesgo de afecciones óseas y musculares como la sarcopenia (una pérdida gradual de masa y fuerza muscular), la depresión y el cáncer. Y un amplio estudio estadounidense publicado en 2020 descubrió que, en 2016, las personas sin VIH podían esperar vivir nueve años más en promedio que las personas con VIH. También tenían en promedio más de 16 años libres de otros problemas de salud que el grupo con VIH.
Una buena noticia es que la diferencia en la esperanza de vida se redujo drásticamente, pues a principios de la década de 2000 era de 22 años. Esto se debe en gran parte debido a los antirretrovirales modernos y al inicio temprano del tratamiento.
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Muchas variables en juego
¿Cuál es la causa de estas diferencias entre seropositivos y seronegativos? Es importante saberlo, porque estas tasas desproporcionadas de enfermedades crónicas dañan la vida de las personas y son costosas, señalaron Anthony Fauci, exdirector del Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas y sus colegas en un artículo de opinión de 2019 en la revista JAMA. Los costos mensuales para tratar a alguien con VIH más enfermedad cardiovascular o enfermedad renal crónica fueron entre $1.400 y $5.000 más por mes que para alguien con solo VIH.
El estilo de vida contribuye. Las personas con VIH tienden a tener mayores tasas de tabaquismo, consumo de alcohol, depresión y ansiedad, afirma Reiss. Pero, añade, esto no puede explicar todo el aumento de la aparición precoz de enfermedades relacionadas con la edad.
Mientras tanto, siguen apareciendo conexiones con los medicamentos. El abacavir se ha relacionado recientemente con las enfermedades cardiovasculares, afirma Priscilla Hsue, jefa de cardiología de UCLA Health. En la Conferencia sobre el SIDA de 2024, investigadores informaron que las personas que habían tomado el fármaco tenían un riesgo un 50% mayor de sufrir problemas cardiovasculares graves, como infarto de miocardio y accidente cerebrovascular, y las que lo tomaban en la actualidad tenían un riesgo un 42% mayor, en comparación con las personas que seguían otros tratamientos antirretrovirales.
Otro posible factor que contribuye a las enfermedades crónicas son los efectos del VIH en el organismo, incluso cuando la infección está bien controlada. El virus sigue ahí, activando el sistema inmunitario e induciendo una inflamación de bajo nivel.
Saber que los antirretrovirales o la inflamación inducida por el VIH pueden acelerar la aparición de afecciones como el cáncer y las enfermedades cardiovasculares podría ser un motivo para cambiar las prácticas clínicas de tamizaje y detección de tales afecciones en personas con VIH, afirma Reiss. El estudio AGEhIV ha demostrado que el organismo sufre muchos daños en las primeras fases de la infección, quizá antes de que comience el tratamiento. Esto aboga por una mejor detección y por el inicio temprano del tratamiento para ayudar a mitigar los problemas de salud posteriores, afirma.
Un informe alentador de un gran ensayo clínico conocido como REPRIEVE, en el que participaron más de 7.500 personas, fue que tomar una estatina redujo las tasas de infartos de miocardio, accidentes cerebrovasculares y otros problemas cardiacos entre las personas con VIH en un 35%. Las conclusiones de este ensayo de cinco años de duración, publicadas en 2023, se han incorporado a las directrices clínicas para el tratamiento de las personas con VIH.
Miguel, el paciente que hace décadas empezó con AZT, dice que el mensaje habitual de los médicos para las personas seropositivas es que vivan lo más sanamente posible para evitar el envejecimiento prematuro y otras enfermedades relacionadas. Hoy recibe tratamiento para la diabetes y está en remisión de un cáncer anal. No puede saber si el VIH o los fármacos que lo mantienen con vida, o ninguno de los dos, causaron las afecciones, pero no le da mucha importancia.
“Tengo un matrimonio estupendo, una casa preciosa, tengo perros y un trabajo que me encanta”, dice. “Lo increíble es que sigo aquí”.
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Este artículo apareció originalmente en Knowable en español, una publicación sin ánimo de lucro dedicada a poner el conocimiento científico al alcance de todos. Suscríbase al boletín de Knowable en español.