
Un cráneo masculino con más de 40 años de antigüedad, encontrado en el norte de Huasteca, en México, expuso una práctica de deformación craneana intencional que se aplicó durante el período Clásico Mesoamericano (400–900 d. C.).
El hallazgo fue realizado por arqueólogos del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), quienes identificaron una técnica poco conocida en la región. La deformación daba al cráneo una apariencia cuadrada, resultado de una variante denominada tabular ereta, considerada distinta a las formas cónicas más comunes en Mesoamérica.
Los expertos confirmaron que este tipo de modificación corporal no solo existió en el sur de Mesoamérica, sino que también tuvo presencia en la Serra Madre Oriental, cerca de la costa del Golfo de México. Este descubrimiento representa la primera evidencia concreta de que dicha práctica fue realizada en esa área.
Según los investigadores, este hallazgo permite revisar la idea de aislamiento cultural entre diferentes regiones mesoamericanas. Además, sugiere que prácticas como la deformación craneana podrían haber circulado a través de redes culturales más amplias, sin necesidad de contacto directo o migraciones.
La deformación tabular se caracteriza por un plano superior aplanado, que otorga al cráneo la forma de un paralelepípedo. Este estilo contrasta con las modificaciones cónicas tradicionales. La compresión se extiende desde el ángulo occipital hasta la sutura sagital de los parietales, lo que genera una apariencia más cuadrada en la parte superior del cráneo.
Ejemplares similares ya se habían observado en El Zapotal, en Veracruz, y en sitios de origen maya. Sin embargo, el cráneo encontrado en Balcón de Montezuma, en Tamaulipas, exhibe características diferentes. En El Zapotal, por ejemplo, el aplastamiento de la frente es más vertical, mientras que el nuevo hallazgo muestra un perfil menos elevado, lo que sugiere una adaptación técnica propia de la región.
Estudios de isótopos estables de oxígeno y análisis de colágeno y biopelícula dental revelaron que el individuo nació, vivió y murió en la misma región. Esto descartó teorías previas que relacionaban la presencia de esta técnica con migraciones o intercambios entre distintas poblaciones mesoamericanas.
Pese a ello, los investigadores creen que las ideas y costumbres culturales, incluida la deformación craneana, se habrían transmitido a través de contactos indirectos, como redes comerciales o simbólicas. Estas modificaciones funcionaban como marcadores de identidad cultural y podían extenderse desde la Península de Yucatán hasta zonas tan lejanas como la actual Florida.
La deformación craneana intencional fue una técnica ampliamente empleada en la Mesoamérica antigua. El método tabular recto consistía en aplicar placas de madera, bandas, telas rígidas o soportes durante la infancia, mientras el cráneo aún estaba en desarrollo.
Estas modificaciones no solo respondían a razones estéticas. También reflejaban el estatus social, el pertenencia a grupos específicos o el cumplimiento de funciones ceremoniales. En muchas culturas, estas formas craneanas se complementaban con cocares u ornamentos que reforzaban identidades visuales y jerárquicas.
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