
Como muchas madres primerizas, Lisette López-Rose pensaba que el parto marcaría el comienzo de una época de alegría. En cambio, sufría ataques de pánico al imaginar que algo malo le iba a pasar a su bebé y sentía una tristeza que no desaparecía. Esta madre de la zona de la bahía de San Francisco, Estados Unidos, sabía que sus emociones extremas no eran normales, pero le daba miedo contárselo a su obstetra. ¿Y si le quitaban a su bebé?
Seis meses después del parto descubrió una red en línea de mujeres con experiencias similares y finalmente se lo contó a su médico.
“Unos dos meses después de empezar la medicación empecé a sentir que salía de un agujero profundo y volvía a ver la luz”, afirma. Hoy López-Rose trabaja en Postpartum Support International, coordinando a voluntarios para ayudar a las nuevas madres.
Cerca de una de cada ocho mujeres estadounidenses pasa por depresión posparto, una de las complicaciones más comunes. Suele producirse en las primeras semanas después del nacimiento del bebé, cuando se produce una caída repentina de las hormonas reproductivas estrógeno y progesterona. A medida que los científicos desentrañan los cambios químicos y genéticos causados por esas hormonas cambiantes, descubren nuevas formas de diagnosticar y tratar la depresión posparto, e incluso cómo identificar quiénes corren el riesgo de padecerla.
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El primer fármaco para la depresión posparto contiene un derivado de la progesterona y recibió la aprobación de la Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos (FDA, por sus siglas en inglés) en el 2019.
Este invierno, una empresa emergente en San Diego lanzará un análisis de sangre que predice el riesgo de depresión posparto de una mujer embarazada con una precisión superior al 80%.
El producto, llamado myLuma, será la primera prueba comercial que utilice biomarcadores —moléculas del cuerpo— para predecir la aparición de un trastorno psiquiátrico. Las embarazadas que sepan que corren el riesgo de depresión posparto podrían aplicar medidas preventivas, como tomar antidepresivos después del parto o buscar apoyo adicional.
Un análisis de sangre podría reducir el estigma que impide a muchas mujeres buscar ayuda, afirma Jennifer Payne, psiquiatra reproductiva de la Universidad de Virginia en Charlottesville e investigadora principal de los estudios que dieron lugar a la nueva prueba. Es fundadora y miembro del consejo asesor científico de la empresa que fabrica myLuma, Dionysus Health.
Efectos impredecibles de las hormonas
Payne era becaria del Instituto Nacional de Salud Mental en 2001 cuando se interesó por la depresión posparto como ventana al inicio de los trastornos del estado de ánimo. Se preguntó por qué la caída repentina de hormonas después del parto afecta tanto a algunas mujeres y a otras no. No es raro que las mujeres experimenten sentimientos transitorios de ansiedad y tristeza en los días posteriores al parto, pero solo en algunas se instala una depresión más profunda y persistente.

Conforme avanzaba su investigación, Payne se asoció con Zachary Kaminsky, entonces su colega en la Universidad Johns Hopkins, que estudiaba los efectos del estrógeno en el cerebro de ratones. Kaminsky es epigenetista: investiga cómo sustancias llamadas grupos metilo pueden adherirse a los genes y afectar a su actividad. Factores ambientales que van desde la contaminación hasta la nutrición pueden afectar esta metilación de forma reversible.
Al comparar ratones hembra a las que se les administraron altos niveles de estrógeno con otras que no los recibieron, Kaminsky descubrió que el estrógeno provocaba patrones específicos de metilación génica dentro de las células del hipocampo, una parte del cerebro que ayuda a controlar el estado de ánimo. Estos hallazgos sugirieron qué buscar en las muestras de sangre que Payne recogió en 51 mujeres con antecedentes de trastornos del estado de ánimo. A ellas se les dio seguimiento durante sus embarazos y después.
De la investigación surgieron dos genes sensibles al estrógeno: HP1BP3 y TTC9B. Más del 80% de las mujeres con depresión posparto mostraban un patrón distintivo de mayor metilación en un gen y menor metilación en el otro. Es más, los cambios en los genes podían detectarse a lo largo de cada trimestre del embarazo, afirma Kaminsky, que ahora trabaja en el Instituto de Investigación en Salud Mental de la Universidad de Ottawa en el Royal; también es cofundador de Dionysus.
Incluso en las primeras etapas del embarazo, afirma Kaminsky, “se puede predecir qué mujeres van a sufrir depresión posparto”.
Kaminsky, Payne y sus colaboradores replicaron repetidamente esos hallazgos. Tal y como se publicó en un artículo del 2016 en Neuropharmacology, a través de los patrones de metilación de esos genes, podían predecir correctamente más del 80% de los casos de depresión posparto en 240 mujeres embarazadas sin antecedentes de trastornos psiquiátricos. En otra colaboración publicada en el 2020 en Psychiatry Research, científicos de la Universidad Johns Hopkins, la Universidad Emory y la Universidad de California en Irvine, entre los que se encontraban Payne y Kaminsky, analizaron muestras de sangre de 285 mujeres embarazadas y también confirmaron los hallazgos.
Esa investigación epigenética constituye la base de la prueba myLuma, que también incorpora biomarcadores adicionales que mejoran su precisión, afirma Kaminsky. Se espera que a partir de enero de 2026 esté disponible en algunas consultas médicas de Florida, Texas y California. Aunque no ha sido aprobada por la FDA, los médicos pueden usar estas pruebas para ayudar a tomar decisiones clínicas.
Enfocarse en los esteroides
No todas las personas con depresión posparto presentan cambios epigenéticos, por lo que Payne y otros investigadores buscan otros biomarcadores para comprender cómo los cambios hormonales desencadenan el trastorno. Por ejemplo, los esteroides neuroactivos, que el cuerpo produce a partir de moléculas, como la progesterona, en el cerebro y otros tejidos.
Uno de esos metabolitos, llamado alopregnanolona, tiene un efecto calmante y aumenta durante el embarazo y desciende rápidamente después del parto. Otro esteroide neuroactivo, la pregnanolona, tiene propiedades similares. Un tercero, la isoalopregnanolona, atenúa el efecto antidepresivo de la alopregnanolona, lo que aumenta la sensación de estrés.
En un estudio con 136 embarazadas publicado en el 2025 en la revista Neuropsychopharmacology, las mujeres con un desequilibrio de pregnanolona e isoalopregnanolona durante el embarazo eran más propensas a desarrollar depresión posparto. Medir la proporción de estas sustancias en la sangre podría ser otra forma de predecir la depresión posparto, afirma la psiquiatra reproductiva Lauren M. Osborne, de Weill Cornell Medicine en Nueva York, que codirigió el estudio con Payne.
La alopregnanolona ya ha demostrado ser una herramienta valiosa para el tratamiento. Sage Therapeutics desarrolló una versión sintética llamada brexanolona, aprobada por la FDA en el 2019, el primer fármaco aprobado específicamente para la depresión posparto. Originalmente, se administraba por vía intravenosa, pero fue sustituido por una versión oral, la zuranolona, aprobada por la FDA en el 2023.
Se trata de “terapias transformadoras” porque actúan rápidamente, según escriben los autores de un artículo del 2025 publicado en Annual Review of Medicine. Las mujeres con alto riesgo de depresión posparto podrían incluso beneficiarse de la administración proactiva de zuranolona, aunque esto aún no se ha probado, afirma la coautora del artículo Samantha Meltzer-Brody, psiquiatra reproductiva de la Universidad de Carolina del Norte, investigadora principal académica en estudios sobre la brexanolona e investigadora en ensayos con zuranolona.
La disponibilidad de un análisis de sangre “abre toda una línea de preguntas sobre cómo adelantarse, para no tener que esperar a que alguien empiece a sufrir”, añade.
Hay otros posibles objetivos para una prueba de depresión posparto. En un artículo del 2022 publicado en Molecular Psychiatry, el neurocientífico de Johns Hopkins Sarven Sabunciyan, junto con Osborne, Payne y Morgan Sherer, entonces inmunólogo de Johns Hopkins, describieron un pequeño estudio en el que los tipos de ARN transportados a través de la sangre en burbujas grasas eran diferentes en las mujeres que desarrollaban depresión posparto, tanto durante el embarazo como después.
En otra posible pista, Eynav Accortt, psicóloga clínica especializada en salud mental perinatal en el Cedars-Sinai Medical Center de Los Ángeles, halló un patrón de proteínas alteradas en muestras de plasma de mujeres que desarrollaron trastornos del estado de ánimo y ansiedad perinatales, un grupo de afecciones que incluye la depresión posparto. Había proteínas implicadas en la función neuronal y en la inflamación, que se sabe que desempeñan un papel en la depresión.
Mientras los investigadores exploran estas posibilidades, Payne dirige un gran ensayo clínico que proporcionará información más detallada sobre el valor predictivo de myLuma. Explorará las mujeres identificadas como de riesgo que no desarrollan depresión posparto y a las que desarrollan depresión posparto, pero que no fueron identificadas por la prueba.
López-Rose recuerda lo asustada que estuvo los meses posteriores al nacimiento de su hija. En esos momentos oscuros dejó su trabajo, apenas dormía y se sentía abrumada por pensamientos negativos. Tenía muchas dudas, pero ahora sabe que pedir ayuda fue una señal de que era una buena madre.
Hoy, su hija tiene cuatro años y está muy bien, al igual que López-Rose. Pero una prueba de sangre, dice, le habría advertido de lo que debía tener en cuenta, “en lugar de ser tan impactante cuando estaba pasando por mi depresión”.
Este artículo apareció originalmente en Knowable en español, una publicación sin ánimo de lucro dedicada a poner el conocimiento científico al alcance de todos. Suscríbase al boletín de Knowable en español.