
Una estructura romana de casi 2.000 años aún se mantiene en pie en una zona volcánica de Italia. Se trata del Templo de Venus, ubicado en el antiguo puerto de Baia, cerca de Nápoles, dentro de una región afectada por la intensa actividad de los Campos Flégreos.
Un estudio reciente de las universidades de Nápoles Federico II y Chieti-Pescara explicó cómo esta edificación sobrevivió tanto tiempo pese a las condiciones geológicas adversas. Los científicos atribuyeron la resistencia del templo a su composición de rocas volcánicas, algunas de ellas procedentes del Monte Vesubio. Esta característica, según los investigadores, habría reforzado la estructura y contribuido a su conservación.
Vestigios romanos en medio de la actividad volcánica
El Templo de Venus fue construido en el siglo II d. C., durante el mandato del emperador Adriano. Aunque se le conoce como templo, su diseño indicaba otro propósito. Formaba parte de un complejo termal romano, probablemente destinado al cuidado del cuerpo y a tratamientos de salud para el emperador.
La edificación tenía una forma octogonal por fuera y circular por dentro, con una cúpula segmentada apodada “paraguas” por su diseño. Dentro del recinto se realizaban diversas actividades políticas, sociales, comerciales y culturales.
La estructura descendió aproximadamente seis metros por el fenómeno del bradisismo, movimiento vertical del suelo provocado por actividad volcánica. A pesar de este hundimiento, la construcción permanece notablemente bien conservada, lo que llamó la atención de los científicos.
Análisis de materiales reveló un uso intencional
El equipo científico recolectó nueve muestras del templo, entre ellas fragmentos de argamasa, ladrillos, rocas volcánicas y eflorescencias blancas presentes en las paredes. A través de técnicas como microscopía petrográfica y difracción de rayos X, identificaron la composición mineral de los materiales utilizados en la edificación.
Las argamasas y ladrillos presentaban una alta concentración de partículas volcánicas. Esta condición, según los investigadores, aumentaría la resistencia frente a procesos de degradación.
La hipótesis planteada señala que los ingenieros romanos habrían incorporado estos materiales de forma consciente, con un conocimiento avanzado de la geología de la zona. Los estudios también determinaron que las rocas volcánicas provenían de los Campos Flégreos y de la zona Somma-Vesubio, ubicada a más de 40 kilómetros.
Este hallazgo sugiere que los romanos no solo conocían los materiales de su entorno, sino que seleccionaban de manera específica los más adecuados para garantizar la solidez de sus estructuras.
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