
Un estudio publicado en la revista Nature Medicine indicó que caminar más de 3.000 pasos diarios puede ayudar a ralentizar el avance del Alzheimer, incluso si la actividad física es moderada.
La investigación analizó datos durante 14 años y mostró que incluso cantidades modestas de ejercicio pueden tener un impacto significativo en la salud cognitiva de los adultos mayores.
Según el estudio, las personas que caminaban entre 3.000 y 5.000 pasos al día lograron un retraso promedio de tres años en el deterioro cognitivo. Quienes alcanzaban entre 5.000 y 7.000 pasos diarios vieron una ralentización de hasta siete años.
El vínculo entre la actividad física y el Alzheimer
El Alzheimer se asocia con la acumulación de proteínas tóxicas en el cerebro, como las placas beta-amiloides y los ovillos neurofibrilares de proteína tau. Estos compuestos fueron medidos en 296 personas de entre 50 y 90 años sin síntomas cognitivos al inicio del estudio.
Los resultados evidenciaron que quienes tenían niveles elevados de beta-amiloide y caminaban más presentaron una menor tasa de deterioro. En contraste, los que tenían niveles bajos de amiloide desde el inicio mostraron poco deterioro cognitivo y bajo aumento de la proteína tau, independientemente del número de pasos.
Los investigadores concluyeron que cada incremento en la cantidad de pasos generó una respuesta positiva en el retraso de la enfermedad.
El sedentarismo, considerado un factor de riesgo modificable del Alzheimer, podría ser sustituido por rutinas simples como caminar diariamente. La recomendación tradicional de 10.000 pasos al día sigue siendo válida, pero este estudio demuestra que beneficios concretos pueden lograrse con metas más accesibles.
Aunque todavía no se comprende por completo cómo la caminata influye directamente en la enfermedad, se sabe que el ejercicio mejora el flujo sanguíneo, reduce la inflamación y aumenta ciertos factores hormonales y de crecimiento que podrían impactar el avance del Alzheimer.
No obstante, los científicos advirtieron sobre la posibilidad de una causalidad inversa, es decir, que las etapas tempranas del Alzheimer podrían estar llevando a una menor actividad física, y no al revés.
Por esta razón, el equipo insistió en que se requieren ensayos clínicos más amplios para determinar si el ejercicio modifica efectivamente la progresión del Alzheimer o si simplemente refleja hábitos saludables en quienes aún no muestran síntomas.
*La creación de este contenido contó con la asistencia de inteligencia artificial. La fuente de esta información es de un medio del Grupo de Diarios América (GDA) y revisada por un editor para asegurar su precisión. El contenido no se generó automáticamente.
