El kilogramo o kilo (k) es la unidad del Sistema Internacional de Unidades con la que medimos el peso de las cosas.
Tiene usos tanto industriales como cotidianos. Lo usamos para medir desde el peso de alimentos que vamos a comprar, hasta nuestro propio peso.
Lo cierto es que el kilo es una medida basada en un objeto físico que pesaba ‘exactamente’ un kilo. Se trata del Le Grand K, un cilindro de iridio y platino, guardado en una bóveda de París, que es considerado el referente más exacto del kilo que hay en la Tierra desde hace 125 años... o al menos lo era.
Los experimentos hechos con él y que se usaron para definir qué es un kilo, se describieron en la década de 1970.
Estos se hicieron en términos de constantes fundamentales. El año pasado, sin embargo, ya se había generado un debate científico sobre si los resultados que respaldan ‘este kilo’ eran lo bastante precisos como para relevar y crear una nueva definición física, es decir, superando el cilindro.
Los matemáticos y otros científicos en el mundo alertaban de que la exactitud del cilindro se estaba perdiendo y que no era posible calibrarlo.
Por diferentes razones, no todas conocidas, para 1988, este ya había perdido aproximadamente unos 0,05 miligramos.
Klaus von Klitzing, premio Nobel de Física 1985, explicaba que no se podría calibrar porque si alguien lo manipulaba o le hacía aunque fuese una raya, automáticamente dejaría de ser un kilo exacto.
Es por eso que hace un par de semanas ese cilindro fue ‘pensionado’ por los expertos.
Lo que viene. Considerando estas dificultades, el año pasado durante la Conferencia General de Pesos y Medidas celebrada en Versalles, Francia, se había decidido redefinir cuatro unidades básicas a través de constantes físicas para evitar la variación en el tiempo. El peso fue una de ellas.
Entonces, el emocionado Von Klitzing propuso usar otras constantes para medir un nuevo kilo.
Según él, un objeto físico puede perder o ganar átomos con el tiempo o ser destruido, pero ciertas constantes no cambian. Tres grupos de científicos aceptaron el reto y están construyendo máquinas alrededor del mundo para medir más que solo átomos.
Los expertos buscan medir también campos magnéticos, voltajes y fuerzas eléctricas, pues deben asegurarse de que las constantes físicas utilizadas para la medición sean las mejores.
Como resultado, ellos esperan obtener para el 2018 una esfera perfecta de silicio que “no tendrá ni un átomo de más o de menos que los exactamente necesarios para pesar un kilogramo”.
Klitzing, quien llamó a esta propuesta “la gran revolución desde la Revolución francesa”, asegura que la redefinición no hará que el kilogramo sea más preciso, pero sí más estable.
Es cierto que una sola pieza es la original, pero habrá otras seis copias, que tendrá como una especie de ‘hijos’ repartidos por todo el planeta.
Estos deberán ser calibrados cada cierto tiempo para garantizar exactitud, explicó el laureado físico de origen polaco y uno de los investigadores principales del Instituto Max Planck para la Investigación del Estado Sólido, ubicado al sur de Alemania.
Klitzing reconoce que aún hay muchos retos. Por ejemplo, mientras hacen pruebas, ya han detectado que algunas ‘copias’ pueden aumentar su masa respecto a sus ‘hijos’ en una cantidad de hasta una parte en 6.000 millones.
Aunque puede parecer ínfimo, no lo es. Aún no han precisado el porqué, pero sospechan incluso de los químicos empleados para limpiarlas.
El científico prevé que la nueva esfera de silicio costará cerca de $3,2 millones y será fabricada por especialistas en la elaboración de lentes.
“Con este tipo de precisión, el kilo lo será en cualquier parte. Hasta los extraterrestres podrían utilizarlo como medida en sus planetas y seguiría siendo la misma unidad de medida”, afirmó Von Klitzing.
Las modificaciones en el kilo solo tendrían impacto en el desarrollo de piezas muy pequeñas –como las usadas en telecomunicaciones– , así como en otras unidades de medida como el joule o julio, el cual se utiliza para calcular la energía necesaria para mover un kilo.