En este jardín se pueden encontrar especies de plantas recolectadas y clasificadas entre los siglos XVIII y XIX. Tiene un carácter internacional, pues fusiona especies originarias de los cinco continentes y de países tan dispares como Costa Rica, China, Nueva Guinea, Francia, Brasil, Tanzania y Perú.
En la actualidad, estas especies están extintas o corren peligro de estarlo. Con esas características, este jardín es un espacio imposible, casi utópico.
Esta es la más reciente exposición de la artista costarricense Carolina Guillermet, quien recreó un “jardín invisible” en el Museo Nacional.
La muestra reúne 18 fotografías a color de plantas extintas o en peligro de extinción de diversas partes del planeta.
Los 18 [[BEGIN:INLINEREF LNCPGL20150717_0004]]ejemplares [[END:INLINEREF]]son las denominadas muestras “tipo”, es decir, las que utilizan los botánicos para clasificar la especie por primera vez.
“La exposición despliega parte de una colección que normalmente no está accesible al público, que es la de los herbarios. En todas partes del mundo son muy pocas personas, generalmente investigadores, los que pueden consultar el material que se resguarda en los herbarios”, manifestó la artista.
Para encontrar a los modelos para sus fotografías, Guillermet se internó e n las colecciones del Jardín Botánico de Ginebra (Suiza) y de los Herbarios del Museo Nacional y de la Universidad de Costa Rica.
La instalación fotográfica es un gran observatorio que plantea un recorrido cronológico por esas especies en riesgo.
Cada una de las imágenes va acompañada de una especie de “biografía” y, en algunos casos, de un “obituario” donde se detalla información como el nombre científico, el nombre común (vernáculo), nombre indígena, la fecha y el lugar donde la muestra fue recolectada, datos sobre su hábitat y las razones que llevaron a la desaparición.
De acuerdo con Guillermet, todos esos datos se sustentan en fuentes científicas; sin embargo, aclara que su propuesta no es un tratado de botánica.
“Esta es una interpretación artística de un tema científico. Las especies son como personajes con sus propias historias”, declaró Guillermet, quien vive y trabaja en Suiza.
“Mis fotografías tienen varios detalles que obedecen a fines estéticos, como desenfoques voluntarios, perspectivas variadas, desajustes de luz, objetos cortados, fondos neutros y desiguales entre un objeto y otro. No servirían para ilustrar un texto científico”, apuntó la artista.
Historias silvestres. De las 18 especies, nueve son originarias de Costa Rica y las otras nueve están repartidas entre América, Asia, África, Europa y Oceanía.
La más antigua que registra la exposición es el cachimbo (Couratari scottmorii), un árbol maderable de hoja perenne que fue descrito por primera vez en 1775 por Jean Baptiste Christophe Fusée, en la entonces Guinea Francesa. Esta especie fue recolectada en Cañas, Guanacaste, en 1916, y está en vías de extinción.
La particular historia de la Pradosia argente quedó plasmada en una foto de una hoja solitaria con un fondo de color morado.
Recolectada en Perú, entre 1799 y 1804, por Alexander von Humboldt y Aimé Bonpland, esta especie solo se conoce por el ejemplar tipo, pues no se ha hecho ningún registro del árbol desde hace 200 años. Por si fuera poco, formaba parte de la colección del Jardín Botánico de Berlín, que fue destruido durante la Segunda Guerra Mundial.
Algunas especies son endémicas de Costa Rica, como Chamaedorea piscifolia, una palma pequeña que mide entre 0,3 y 6 metros de altura y el cocobola o laurel (Caryodaphnopsis burgeri), un árbol maderable.
La exposición también resalta la labor de destacados naturalistas que sentaron las bases de la investigación científica en Costa Rica, como los suizos Henri Pittier (1857-1950) y Adolphe Tonduz (1862-1921), quienes recolectaron algunas de las especies.